Las heridas y sus máscaras
De la herida que tengamos dependerá la máscara que creemos, cada herida tendrá su propia máscara y, del dolor que genere la herida dependerá la importancia de la máscara en nuestras vidas. A mayor frecuencia y dolor, más fuerte será la máscara y más veces recurriremos a ella. Si no hay herida no hay dolor ni máscara. Las correspondencias son las siguientes.
Rechazo – Huidizo
Abandono – Dependiente
Humillación – Masoquista
Traición – Controlador
Injusticia – Rigidez
Cada herida incide fuertemente en cómo se desarrolla nuestra personalidad, nuestra estructura física corporal, nuestro vocabulario y nuestra forma de expresarnos en la vida. Sirve como barrera inconsciente para protegernos de nuestros más grandes miedos y ocultar nuestros juicios hacia los demás y hacia nosotros mismos. Sirve para ocultar nuestra sombra psicológica. En la tabla siguiente se puede ver una síntesis de estas relaciones.
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Un poco de la dinámica de la herida de rechazo
Los hijos con esta herida surgen en donde hay padres que también tienen la herida de rechazo activa y tendrán tendencia a realizar actos de rechazo especialmente con el hijo o hija del mismo sexo, es decir el hijo varón reacciona sintiéndose rechazado por el padre y la hija mujer reacciona sintiéndose rechazada por la madre.
Si hay un hijo en la misma familia sin esta herida activada, no registrará los actos de rechazo de los padres como rechazo; ni con la intensidad o dolor que su hermano que la padece; no les dará tanta, o nada de importancia; o los catalogara desde su propia herida activa, es decir, como abandono, humillación, traición o injusticia. Es por eso que muy comúnmente varios hijos de una misma familia cuentan sus vivencias y juicio hacia sus padres desde una perspectiva muy diferente cada uno, a veces diametralmente opuesta.
La persona con esta herida busca un escudo que le proteja del dolor de ser rechazado y genera una personalidad huidiza, es decir, tímida, introvertida. Prefiere pasar desapercibido por temor a ser criticado, se esconde, preferiría a veces no existir o desaparecer. Su pensamiento mágico es como si él no existiera para los demás o que las personas o situaciones difíciles sería mejor que tan solo desaparecieran. Se escapa a un lugar seguro en su imaginación. Su cuerpo es flaco y siente pena o vergüenza de él o de una parte de él por la misma condición.
Tendrán tendencia, una vez que salen de casa a repetir patrones en el entorno social o de pareja, entonces caerán muy fácil en situaciones donde son rechazados, no tomados en cuenta, minimizados, segregados, estigmatizados, criticados y preferirán aislarse ellos solos, es decir utilizarán su escudo de protección con una máscara de personalidad que Lise Bourbeau ha llamado huidizo.
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Herida de abandono
Cuando se trae esta herida se relaciona generalmente con el progenitor del sexo opuesto. Por supuesto, que este también traerá su propia herida de abandono y ejercerá acciones de abandono sobre su hijo o hija que las percibirá abierta y claramente como tal. También buscará inconscientemente en su entorno y en sus relaciones repetir el patrón de saberse abandonado y, para protegerse de este dolor generará su escudo en la forma de la máscara de dependiente.
Herida de humillación
La humillación tiene que ver con el progenitor o figura de autoridad que educa, que condiciona, que nos compara con los otros. Por lo común es la madre, pero puede ser el padre o algún abuelo, tío, hermano, profesor, padrastros, institutrices o vecinos. Se repiten los patrones y la máscara que se desarrolla es la de masoquista.
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Herida de traición
Aquí se activa la herida con el progenitor del sexo opuesto, surge como mecanismo evolutivo de la herida de abandono, pero en este caso se genera la máscara decontrolador. Surge después de sentirse decepcionado, desilusionado, engañado, después de descubrir la mentira y la hipocresía, después de que su progenitor en vez de protegerlo, lo entregó, lo evidenció.
Herida de injusticia
Esta herida se activa con el progenitor del mismo sexo, surge como mecanismo evolutivo de la herida de rechazo primordialmente. Desde esta perspectiva todo parece injusto, lo que sucede y lo que deja de suceder, uno se convierte en juez, se busca la justa medida, no se permite que nadie obtenga nada que no se merece, ni siquiera uno mismo. Pero tampoco se permite que alguien no obtenga lo que se merece, así como para uno mismo también. La máscara es de rigidez y sirve para esconder lo que uno siente, no es seguro mostrar los sentimientos, la vulnerabilidad, los errores. Se auto regula uno mismo en lo que es adecuado. Aparenta que no cuesta trabajo la disciplina, el orden, la verdad, la crítica, la honestidad, las decisiones. Todo tiene que parecer perfecto.
El duelo de un grupo
Como hemos descubierto de forma muy somera, cada herida y su máscara tienen características muy peculiares y nos hacen tener personalidades muy particulares, es por ello cuando en una familia fallece alguno de sus miembros, sobre todo uno de los padres, las reacciones de los hijos son completamente diferentes, porque cada uno responde como vimos en el artículo de la 6 necesidades psicológicas humanas, (ver fecha 24 de octubre 2016 en el mismo blog), desde su necesidad psicológica más preponderante y además desde su herida psicológica más importante. Sin mencionar otros factores como las dinámicas de los sistemas familiares transgeneracionales como se entienden en las “constelaciones familiares” de Bert Hellinger, o como las desarrolla Enric Corbera en su propuesta de Neurobioemoción.
Incluso se podrán tener discusiones de por vida entre hermanos y familiares pues las pérdidas les activarán sus heridas, dejándoles relacionarse entre sí desde su más profundo dolor, poniéndoles en un momento muy vulnerable. Y buscarán aferrarse a sus escudos y máscaras de protección, llegando a cegarse y no poder ver el dolor ajeno, apegándose así al más puro egoísmo. De ahí que puede surgir un gran pleito por una simple prenda que pertenecía al difunto, pero ahora se convierte en un símbolo de amor del hijo abandonado o la hija rechazada; en un símbolo de poder del controlador; un acto de justicia del rígido; o un motivo de dolor del masoquista.
Estas reacciones se pueden ver en cualquier tipo de pérdida, a nivel individual y grupal: cuando un grupo pierde a su líder; cuando son despedidos; en una catástrofe; en un secuestro; y en cualquier situación repentina en que la mente no estaba preparada para asumir el cambio. Así el duelo se convierte en un compás de espera, un permiso que cada quien se da, de entrar en la locura, el dolor, la confusión, la tristeza, la culpa y el miedo.
Mientras se desarrolla una estrategia para compensar, reasumir las nuevas responsabilidades, asumir el aprendizaje y el crecimiento, soltar la resistencia a lo que es y fluir en lo nuevo. Madurar y salir fortalecido de la experiencia, desarrollar la resiliencia, abrazar lo sutil de la conciencia y la espiritualidad, crear una filosofía personal, llegar a la aceptación, vivir.
Conclusión:
En síntesis: la resistencia y el drama que algunos de nosotros mostramos y expresamos y, la forma de hacerlo al momento de experimentar el dolor de una pérdida, son condicionadas por las seis necesidades y las cinco heridas psicológicas, entre otras condicionantes que aquí no se expresan como las dinámicas sistémicas familiares.
Por eso no todos respondemos igual, y sobre todo, por eso no comprendemos por qué los otros lo hacen de la forma en que lo hacen, a veces hasta nos parece irracional o exagerado.
Comprender estas dinámicas y saber identificarse en ellas favorece el auto análisis, la auto comprensión y la compasión. Favorece la decisión siguiente para dar la respuesta adecuada en el proceso evolutivo del duelo. Favorece acompañar al otro en su duelo respetando su dolor y sus tiempos. Favorece la liberación de la mente y las emociones, por lo tanto se convierte en un tema obligado para quienes desean sanar su duelo y asistir en sanar el de los otros.
Fuente: Casa Kun