Cuando se analiza la relación del hombre con el alimento, según el especialista, se parte de un concepto equivocado. «El 80% de la bibliografía indica que funciona de manera de hacernos comer la misma cantidad de calorías que las que gastamos, apelando a una situación donde el balance sea igual a cero», apunta el especialista al diario El Paísde Uruguay.
Ese tipo de balance regula sistemas como el de la temperatura corporal: si aumenta, el cuerpo dispara mecanismos para que vuelva al mismo valor.
Si el cuerpo se vinculara con el alimento de esta manera, según Rubinstein, bastaría que una persona obesa comenzara a comer menos para que su peso volviera al que tenía antes. Sin embargo, no sucede así.
Una de las respuestas se encuentra en una zona del cerebro llamada hipocampo, la cual desempeña un papel clave en la formación de recuerdos y en la detección de nuevos entornos, acontecimientos y estímulos.
Rubinstein descubrió que cuando el cuerpo se excede mucho en su peso y luego come menos, adelgaza; pero no llega al peso del que partió. Esto se demostró con ratas a las que bloquearon un gen asociado a la saciedad. Sin el gen la rata comía de forma desmedida. Cuando el gen fue activado, adelgazó pero no llegó al peso ideal. Lo mismo sucede a muchas personas, reflexiona Rubinstein.
«Esa sensación de que comemos en vacaciones y no pasa nada porque después volvemos atrás no es tan así», puntualiza.
El hipotálamo regula al cuerpo en un determinado peso pero «cuanto más se aleja de lo normal más difícil es que regrese (sube la vara cada vez más alta). La obesidad es una condición perpetua».
Evolución
El especialista considera que hay elementos de la evolución que van contra la voluntad de adelgazar. Uno es que el cuerpo está «programado» para alimentarse, porque si no no tiene fuerzas para sobrevivir ni estado físico para reproducirse y perpetuar la especie. La necesidad de comer y su placer viene digitada desde las épocas más primitivas.
En la misma línea, las zonas del cerebro asociadas al control de las decisiones son más modernas en términos evolutivos que la zona que impulsa a tomar determinados alimentos, indica el experto.
Asimismo, el hombre como especie controló a los depredadores y la vida dejó de correr peligro si se pasaba de peso (por años la arriesgaba si era obeso porque no podía huir de animales que lo atacaran). En el resto del reino animal no hay especies obesas.
Por otra parte, la formación de la grasa en el cuerpo es un mecanismo desarrollado porque durante cientos de años el cuerpo no sabía cuándo iba a volver a recibir comida.
En un entorno en el que no hay que trasladarse para obtener alimentos ni estar en línea para huir de depredadores; en un entorno que estimula la ingesta de calorías y un cuerpo preparado para guardarlas por si hay hambrunas y para subir el límite permitido cuanto más se ingiera, la voluntad queda en desventaja, reflexiona el especialista.
¿Cómo bajar de peso? Rubinstein no da recetas, pero enfatiza: «Tenemos que entender cómo somos y cómo funcionamos. No hay magia. Todos los mecanismos de nuestros cerebros son los mismos que tienen todos los animales. Usemos nuestra inteligencia para manejar la situación».
Por esto último entiende protegerse del ambiente «obesogénico», cuidando no volverse obeso.
«En lo que más hay que trabajar es en la calidad y la cantidad y protegernos de nuestro depredador que somos nosotros mismos, por el marketing» que tiene la industria de los alimentos, finaliza.
CLAVESDEL TEMA
El ser humano es el único animal que padece obesidad. Expertos aseguran que se debe a que el entorno en el que vive hoy no coincide con el entorno para el que su cuerpo se desarrolló.
Antes y después
Una rata obesa debido a una modificación genética pudo adelgazar cuando se corrigió su alteración pero nunca al peso ideal. Esto confirma que una vez que el cuerpo se aleja mucho del peso ya no llega al peso ideal.
Fuente: El Universal