A muchos nos ha pasado que al asistir a una reunión de ex-compañeros del secundario o de la universidad, tras echar un rápido vistazo, nos damos cuenta de que para algunos no parecen pasar los años. Pese a tener la misma edad que nosotros, tienen un aspecto mucho más joven, sin canas, sin arrugas, como si envejecieran más lentamente.
Al parecer, no se trata solo de una percepción nuestra sino que realmente hay gente que envejece más lento o más rápido, según ha demostrado un equipo internacional de expertos que han sido capaces de medir la edad real y la velocidad de envejecimiento individual.
Este hallazgo es muy importante en una sociedad vieja como la nuestra, en la que se calcula que para el 2050 se duplicará la cantidad de ciudadanos mayores de 65 años y en la que tres de cada 10 habitantes serán octogenarios. Y eso va acompañado de un peaje importante: el aumento de la prevalencia de enfermedades asociadas a la edad, como el cáncer, ladiabetes, las cardiopatías y también las neurodegenerativas, como elalzheimer, las demencias o el Parkinson.
Por tanto, si pudiéramos medir el proceso de envejecimiento y hallar qué factores lo aceleran, tal vez podríamos prevenir algunas de las enfermedades asociadas a la edad. Ése era la premisa de que partían estos expertos, liderados por Daniel Belsky, investigador de la Escuela Universitaria de Medicina de Duke, que analizaron cómo variaban 18 biomarcadores en unos 1000 voluntarios jóvenes procedentes de un estudio longitudinal realizado en Nueva Zelanda llamado Dunedin, nacidos entre 1972 y 1973 en la misma ciudad, a los que siguen desde su nacimiento.
“La mayoría de estudios se centran en personas mayores, pero pensamos que si queríamos prevenir las enfermedades asociadas a la edad, necesitábamos empezar a estudiar el proceso de envejecimiento en adultos jóvenes”, explica Belsky, autor principal del estudio que se publica en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Los investigadores analizaron factores biológicos como la presión sanguínea, el colesterol, el índice de masa corporal, los sistemas metabólico e inmunitario, la inflamación, e incluso la longitud de los telómeros (los extremos de los cromosomas, que se acortan con la edad), entre otros, y en función de esas medidas calcularon la edad biológica para cada individuo cuando tenían 26, 32 y 38 años. A partir de ahí calcularon cuál era la velocidad a qué envejecían. Mientras que, en general, la mayoría de personas envejecen un año biológico por cada año cronológico, otras llegaban a aumentar hasta tres por cada nuevo cumpleaños.
A estos últimos los científicos los sometieron a pruebas de equilibrio, cognitivas y físicas que los gerontólogos suelen usar con las personas mayores y hallaron que sufrían un descenso más rápido del cociente intelectual, tenían un mayor riesgo de desarrollar algún tipo de demencia y peor estado físico que sus compañeros; por ejemplo, les costaba más subir escaleras. Además, su propia percepción acerca de su salud era peor y su aspecto los hacía parecer mayores.
En el otro extremo, unos pocos –afortunados- tenían un ritmo biológico de envejecimiento negativo: los 12 años transcurridos entre la primera medición y la última no habían pasado factura a la biología de su organismo.
Comparar los datos arrojados por el grupo que envejece a ritmo acelerado con los del grupo cuya edad biológica es inferior a la cronológica puede arrojar pistas sobre qué factores influyen en el proceso y así tratar de mantenerlos a raya.
“Esto es sólo el principio. El próximo paso será averiguar de qué forma esa información nos puede ayudar por ejemplo a identificar las causas del envejecimiento acelerado para poder hallar formas de ralentizarlo. También esta información nos podrá ayudar a evaluar las terapias que buscan aminorar la velocidad del proceso de hacernos mayores”, explica Belsky.
No sólo cuestión de genes
Envejecer no depende completamente de la genética.
*Estudios anteriores con gemelos han demostrado que tan sólo un 20% puede atribuirse a los genes. El resto, el 80%, depende de factores ambientales.
*De hecho, en los 18 biomarcadores que estudiaron, vieron que resultaban claves para mantenerse jóvenes hábitos como una dieta sana y equilibrada, baja en grasas y en sal; mantener un peso adecuado; reducir el estrés; contar con un sistema inmunitario fuerte; y hacer ejercicio regular.
*No fumar o dejar de hacerlo también era un factor que influía positivamente.
Belsky asegura que junto a su equipo continuará estudiando a este grupo de voluntarios, a quienes quiere volver a examinar a los 45 años edad, para determinar en qué medida influyen tanto el estilo de vida como factores ambientales en este proceso. De ahí que durante este tiempo prestarán especial atención a la dieta de los participantes, a la cantidad de ejercicio que realizan y otros hábitos.
“Queremos empezar a evaluar qué comportamientos funcionan para ralentizar el envejecimiento”, asegura este investigador. También pretenden comprender algo que resulta paradójico: por qué algunos de los voluntarios con el paso del tiempo no sólo no envejecían sino todo lo contrario, rejuvenecían.
Fuente: El Clarin