Hoy en día, el trabajo de los biólogos moleculares se centra en buena medida en una tarea nada sencilla: comprender el lenguaje mediante el cual se expresa el ADN para construir la prodigiosa maquinaria de un ser vivo. Publicado por la revista e-Life, un nuevo estudio realizado por un equipo internacional de investigadores propone una metáfora novedosa y sugerente para iluminar los intricados caminos del genoma.
Antes de nada, hay que recordar que el ADN tiene, a grandes rasgos, dos tipos de regiones, como las llaman los expertos: las que codifican proteínas y las no codificantes o reguladoras. Mientras las primeras se expresan como señales de tráfico –con mensajes de “stop” y “adelante”–, las secuencias reguladoras, explican los autores del trabajo, tendrían más que ver con la poesía.
“Emily Dickinson, Shakespeare o Allen Ginsberg usan palabras para evocar pensamientos y emociones, es decir, para controlar o “regular” el mensaje. Ahora que entramos en una era en que las secuencias de ADN de poblaciones enteras son cada vez más accesibles, queremos saber el significado funcional de los cambios que ocurren en las secciones regulatorias”, explica David Arnosti, profesor de la Universidad del Estado de Michigan y principal autor de la investigación.
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Para llegar a esta conclusión, los científicos han estudiado la expresión génica en unos mil embriones de la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster), habitual en este tipo de experimentos. En concreto, han examinado cómo funciona un factor regulatorio llamado Dorsal, que controla la expresión de un gen de la mosca llamado romboide, y que también está vinculado a un gen humano muy importante para el sistema inmune y los procesos inflamatorios en las enfermedades. El objetivo es crear un modelo matemático que luego pueda aplicarse a otras secuencias no codificantes.
“Mediante este enfoque, podremos hacer algo parecido a cuando en una clase de literatura leemos un haiku o un soneto de Shakespeare para establecer si son poemas amorosos o elegías, por ejemplo. Entenderemos cómo las palabras –los elementos del ADN– son utilizados en diferentes contextos para adoptar diferentes significados en la regulación de genes”, añade Arnosti.
Interpretar los mensajes “poéticos” de las regiones reguladoras permitirá, por ejemplo, entender mejor qué diferencias hay en la expresión genética entre el tejido sano de un individuo y otro que ha desarrollado tumor para saber qué ha ocurrido exactamente y afinar así los tratamientos.
Fuente: MuyInteresante