El colesterol suele tener una muy mala reputación. Nada más lejos de la realidad, forma parte vital de la química de nuestro cuerpo. No solo no es malo, sino que no podemos vivir sin él.
Casi todas nuestras células, en especial las del hígado, están produciendo colesterol constantemente durante toda la vida. ¿Y para qué tanto colesterol? Para una serie de funciones trascendentales. En primer lugar, el colesterol hace que las membranas que rodean las células y los orgánulos celulares sean firmes y no flácidas. No estamos hablando de unas pocas moléculas por aquí y por allí, de hecho, en muchas células, casi la mitad de la membrana se hace a partir de colesterol.
Sin colesterol, nuestras células no serían capaces de comunicarse entre sí o transportar diversas moléculas dentro y fuera de la célula. Cada célula de nuestro cerebro y del resto del sistema nervioso necesita colesterol. La leche materna humana también ofrece una gran cantidad de colesterol; los niños privados de colesterol en la infancia pueden terminar con problemas de visión y cerebrales. También es un componente de la bilis, necesaria para digerir los alimentos que contienen grasas, actuando como emulsionante.
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Lo que mucha gente no sabe es que la mayor parte del colesterol de nuestro cuerpo no procede de los alimentos que tomamos. El cuerpo tiene la capacidad de fabricar todo el colesterol necesario para estas diversas funciones. Sin embargo, una dieta que contiene productos de origen animal también suministra colesterol al cuerpo. Y en un esfuerzo por equilibrar estas dos fuentes de colesterol, el propio cuerpo ajusta la cantidad que produce cada día, es decir, cuando comemos más colesterol, el cuerpo produce menos y viceversa con el fin de satisfacer sus necesidades.
Las hormonas sexuales se sintetizan a partir del colesterol, aquéllas responsables de algunos de los cambios más dramáticos que se producen en el cuerpo durante la pubertad, de la reproducción y la lactancia y sí, de que puedas tener relaciones sexuales. Pero ahí no queda la cosa, las hormonas sexuales son tan versátiles que regulan funciones de órganos tan distintos como los pulmones, los huesos o el corazón y además tienen un papel importante en los sistemas nervioso central e inmunitario.