Mientras esperaban a que Donald Trump llegara al escenario esta semana en un acto de campaña en Exeter, New Hampshire, sus seguidores escucharon algunos éxitos de Adele como «Skyfall» y «Rolling in the Deep».
Aparentemente esto no le gustó a la superestrella británica, quien ha dicho que preferiría que Trump dejara de tocar sus canciones en sus actividades como precandidato.
«Adele no ha dado permiso para que su música se use para una campaña política», declaró Benny Tarantini, uno de los voceros de Adele.
Pero a pesar de que es una de las artistas más populares del mundo, quizá Adele no tenga el poder para detener a Donald.
Legalmente, el candidato republicano ha pagado por el derecho para usar prácticamente la música que quiera, siempre y cuando lo haga correctamente.
«La campaña del señor Trump pagó y obtuvo los derechos legales para usar esas grabaciones», dijo Hope Hicks, una vocera de Trump.
Expertos en derechos de autor afirman que las campañas no necesitan el permiso de los artistas para tocar sus canciones en los eventos siempre y cuando la organización política o el lugar donde se realicen cuenten con lo que se conoce como una licencia global de parte de las organizaciones que protegen los derechos de los autores: ASCAP y BMI.
La licencia no es para un sólo artista sino para toda la música en el repertorio de alguno de esos grupos a cargo de los derechos de difusión de compositores y músicos, los cuales son enormes. ASCAP representa más de 10 millones de obras musicales de más de 525 mil autores y compositores. BMI representa 10.5 millones de obras musicales creadas por más de 700 mil compositores. La licencia contempla el derecho a reproducir la canción públicamente.
«Cuando el autobús de campaña llega a una plaza en Iowa y comienza a tocar música, la mayoría de las veces han aprendido a obtener una licencia para no violar los derechos de autor», explicó Lawrence Y. Iser, socio y experto en derechos de autor de la firma Kinsella, Weitzman, Iser, Kump & Aldisert, con sede en Santa Monica, California.
La campaña debe pagar una pequeña cuota a las organizaciones. BMI, por ejemplo, cobra seis centavos de dólar por cada asistente a un acto de campaña donde se toca música. Una fracción de esos seis centavos es destinada al artista.
Pero el uso de la música no puede ir mucho más allá del acto de campaña sin más permisos. Una campaña política, incluso con una licencia, no podría usar la música de Adele en un comercial para televisión o en YouTube sin permiso y sin otra licencia aparte.
Una larga lista de músicos, incluyendo a Jackson Browne, Don Henley y David Byrne, ha demandado a campañas políticas por usar canciones protegidas sin permiso en comerciales o videos, pero no por tocar su música en sus mítines. Incluso así, los artistas tienen algunos recursos en cuanto a las licencias globales.
«Incluimos en el acuerdo de licencia una cláusula que permite a un compositor o una editora de BMI objetar el uso de sus canciones y si es así tenemos la capacidad de excluirlo de la licencia», detalló Mike Steinberg, vicepresidente senior para licencias en BMI.
Así fue como el vocalista de Aerosmith, Steven Tyler, logró el año pasado que Trump dejara de usar su poderosa canción «Dream On» en actos de campaña. Envió una carta al precandidato republicano y BMI indicó a la campaña que dejara de usar la canción. Trump tuiteó que no tocaría la canción de Aerosmith pues había encontrado «una mejor para reemplazarla».
Iser, quien representó a Browne y a Byrne, el vocalista de los Talking Heads, cuando sus canciones fueron usadas en comerciales de campañas, ha sido convocado nuevamente a esta contienda política para representar al compositor Sean Altman en una disputa con la campaña de Rand Paul por el uso de «Where in the World is Carmen Sandiego?» de Altman en un comercial de campaña.
Para Iser, el asunto de los artistas no se trata de política o de lo que piensen personalmente sobre los candidatos, sino de sus derechos constitucionales.
El abogado también señaló que hay un debate legal aún mayor sobre si las campañas que usan canciones también afectan la imagen de los artistas, su voz y personalidad.
«Se convierte en un aval a la campaña», dijo. Pero hasta ahora, ese argumento está dentro una zona gris de la ley. «Nadie ha apoyado una campaña por usar una canción en uno de sus actos».
Iser añadió que la solución a largo plazo para el pleito sobre la música que se toca en las campañas sería que ASCAP o BMI dieran a los artistas la oportunidad de evitar que su música fuera usada por completo en las campañas.
«Me parece que debería haber una cláusula de opción en la que, una vez que comience el ciclo electoral, aquellos artistas que no quieran que BMI dé en licencia su música para cualquier campaña política, pudieran contar con ese derecho», sostuvo.
Steinberg de BMI dijo que la idea podría ser factible más adelante.
«Es posible que suceda en el futuro. Creo que hasta este momento se ha tratado más de una cuestión de reaccionar para cuestionar el uso una vez que sucede», apuntó. «Quizá es algo que deberíamos evaluar en el futuro como una manera de evitar situaciones como esta».
(FUENTE: EL FINANCIERO)