Cancún, Quintana Roo a 29 de junio del 2021: En México, no hay más científicas e ingenieras porque, a parte de los roles arraigados de género, falta financiamiento flexible para que más mujeres accedan a un programa de educación tecnológica.
Además del obstáculo sociocultural, la escasez de financiamiento educativo flexible se perfila como uno de los retos a vencer para que en el país haya más mujeres de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas.
Elías Shuchleib, cofundador y CEO de la escuela de tecnología DEV.F, asegura que la falta de fondos debe a que en México nueve de cada diez jóvenes no logran entrar a las universidades públicas por falta de espacio. Un hecho que los obliga a buscar otras alternativas.
Sin embargo, “acceder a una buena oportunidad académica en las universidades privadas, y en el área de ciencias, es muy caro, y por ello estas instituciones llegan a poca población. Para las mujeres, endeudarse sin la garantía de obtener un empleo después, representa un riesgo mayor que para los hombres”, refiere.
Y es que, por años, las carreras profesionales e industrias relacionadas con ingenierías, ciencias, matemáticas y tecnología han estado mayor representadas por hombres. Según cifras del Observatorio Nacional, hoy día sólo 19.5% de mujeres participan en este mercado.
Ser una mujer de ciencia y de números implica invertir. De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco), estudiar automatización, por ejemplo, cuesta alrededor de 52,690 pesos en una escuela pública, y 682,284 pesos en una universidad privada. El riesgo de caer en el desempleo es de 21.7%, y en caso de ejercer, una mujer percibe un salario mensual promedio de 11,281 pesos, mientras que un hombre, 13,617 pesos.
Tecnología de la información y de la comunicación es otro caso. El 73% de la matrícula está compuesta por hombres y 27% por mujeres. En salario, los hombres ganan unos 15,102 pesos al mes, en tanto, las mujeres unos 11,872 pesos mensuales.
Biotecnología, por otra parte, tiene una matrícula más pareja, con una representación femenina de 43%. No obstante, esta profesión no está exenta de la brecha salarial, pues las mujeres ganan en promedio 10,064 pesos al mes, comparado con los 12,603 pesos que sus pares obtienen cada mes. Para estudiar esta ciencia, se requiere invertir 43,951 pesos en una universidad pública y 946,950 pesos en una privada, donde el retorno de inversión se vería en 224 meses, después de egresar y de trabajar.
Tomás Rosales Mendieta, profesor titular de la Facultad de Contaduría y Administración de la UNAM, reitera que las carreras de ciencias son caras, aún en las escuelas públicas. A su parecer, la falta de mujeres científicas e ingenieras en el país, responde a un problema sistémico y cultural, pero también a la falta de apoyos económicos.
“En la UNAM, tenemos un alto porcentaje de alumnos que son el primer miembro de su familia que entra a la universidad. Pero todavía vemos que es más fácil que el hijo reciba el apoyo económico para estudiar una carrera de ciencias, a que lo reciba la hija”, explica.
Para cerrar brechas en las licenciaturas e ingenierías, más de la mitad de los alumnos de la UNAM están becados, y hace año y medio se creó una coordinación de género para que, como autoridad educativa, se ofrezca igualdad de oportunidades para todos los estudiantes.
Pese a ello, el profesor está consciente de que la UNAM sólo puede atender a una parte de la población. Desde su trinchera reconoce que para ver cambios reales se necesita tiempo, medición y constancia. Pero, del lado de las escuelas privadas y de las empresas también se requiere su intervención para flexibilizar los financiamientos educativos y cerrar brechas.
El riesgo compartido
Shuchleib opina que los financiamientos educativos que se conocían hace unos años ya no responden a las necesidades actuales del mercado porque, si bien la educación es una inversión, endeudarse en tiempos de incertidumbre es poco atractivo.
La clave, dice, está en brindar a las mujeres más opciones educativas, pero con un enfoque científico, así como un esquema de riesgo compartido que les permita destinar un porcentaje de sus ingresos para cubrir el costo del programa, esto es, pagarlo diferido, solo si, consiguieron empleo alusivo a lo que estudiaron y con un salario mayor a 10,000 pesos mensuales.
Un financiamiento educativo, agrega, debe ofrecer más seguridad, becas y proyección laboral; programas educativos más cortos y de mucha empleabilidad. Bajo esta premisa, DEV.F formó una alianza con el laboratorio de innovación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), a fin de ofrecer becas de 75% a las mujeres que deseen estudiar un programa tecnológico.
Según sus estimaciones, en 2025 se van a generar 150 millones de trabajos en la industria de TI, que hoy no existen. “Estamos en un momento histórico, caracterizado por constantes y acelerados avances digitales, el acercamiento de becas y financiamiento en educación tecnológica es fundamental para el desarrollo de las mujeres en este mercado”, concluye.