En México se organizan más de 100 ferias al año, pero ¿realmente sirven de algo?
Muchos hemos ido a una feria del libro, tal vez por un título que no hemos podido encontrar en otro lugar, tal vez porque habrá eventos que nos interesen o quizá queremos conocer a alguno de nuestros escritores predilectos, pero ¿cuál es el objetivo de estas ferias? ¿Vale la pena seguir invirtiendo en ellas?
Primero, ¿cuántas ferias del libro hay en México?
Seguramente si te gustan este tipo de eventos culturales has escuchado hablar de la FIL Guadalajara, la FIL de Palacio de Minería, el Remate de Libros del Auditorio Nacional o alguna otra feria de gran alcance, pero ¿qué hay de las ferias de las que casi nadie habla?
En México se organizan más de 100 eventos de este tipo al año. De hecho, el Sistema de Información Cultural (SIC México) de la Secretaría de Cultura, registra actualmente 153 ferias de este tipo en el país.
Según los datos de SIC México, somos 734 mil 226 habitantes por recurso, es decir, se organiza una feria del libro por cada 734 mil habitantes aproximadamente. Si tomamos en cuenta que, por ejemplo, la FIL Guadalajara registró en el 2017 la asistencia de 814 mil 833 personas, podríamos pensar que los recursos por habitantes son suficientes; sin embargo, el acceso a estos eventos no es igual para todos.
Como casi cualquier manifestación cultural en el país, la organización de ferias sigue un modelo centralizado, siendo la capital el lugar con más ferias registradas con una diferencia abismal con respecto a las demás entidades, de las cuales algunas no registran ni un solo evento al año (como Durango y Tabasco).

La distribución de ferias del libro en México es desigual en las entidades. (Foto: SIC México)
«Las ferias del libro son una fiesta»
Con motivo de la última Feria Nacional del Libro de León (FeNaL) celebrada del 27 de abril al 6 de mayo del año en curso, CC News entrevistó a Carlos María Flores Riveira, director del Instituto Cultural de León, encargado de organizar la FeNaL, acerca de la importancia y el futuro de las ferias del libro.
Para Flores Riveira, una de las cuestiones más importantes es que no son un evento que ocurre una vez al año, sino que es un proceso anual que involucra a muchas personas y se desprende de pequeños proyectos y esfuerzos colectivos:
«Se trata de trabajar con grupos sociales para poner en primera línea los haberes culturales de estos grupos. Son colectivos generalmente vulnerables y trabajamos para que la cultura sea un motor de desarrollo social. Es todo un proceso, pero en el caso de la FeNaL varios de estos proyectos que hacemos durante el año culminan en la feria».

La FeNaL es la feria del libro más importante en El Bajío y en 2017 tuvo una asistencia de 98 mil 775 visitantes, un número insólito. (Foto: fenal.mx)
Según el director del Instituto Cultural de León, las ferias del libro deben ser la apuesta de todas las instituciones, porque además de la derrama económica que dejan, son un fuerte vínculo con los ciudadanos: «La FeNaL genera orgullo, identidad y pertenencia, es un símbolo de la ciudad después de 29 años».
A raíz de los resultados de La Feria Nacional del Libro de León, ubicada como el evento literario de mayor impacto en El Bajío, Carlos María está convencido de que el arte y la cultura tienen el poder de cohesión social y transformación de la misma. «La feria del libro también es una fiesta, no nada más en torno a la literatura, hay una serie de eventos artísticos y culturales de primer nivel».
¿Y el dinero…?
El presupuesto es uno de los factores más complejos al organizar una feria, nos dice Carlos María. En México una gran cantidad de ferias están apoyadas con dinero del Estado u organizadas directamente por él, pero otra parte se crean de manera independiente o autónoma, y no reciben casi nada de apoyo.
Un factor de riesgo para las ferias del libro apoyadas por las instituciones del Estado, comenta Carlos María, es que el presupuesto varía en cada administración, dependiendo de si al gobierno en turno le interesa o no el tema cultural.
Para ello, Flores Riveira considera que urge crear indicadores culturales cuantificables, pues es necesario contar con herramientas para comprobar el impacto de las ferias del libro en términos económicos, sociales y culturales. En cuanto a las industrias creativas, menciona que la feria del año pasado costó alrededor de 7.5 millones de pesos, y dejó una derrama económica de alrededor de 56 millones.
Carlos María Flores habló con CC News sobre la necesidad de tener herramientas para medir el éxito de las ferias del libro. (Foto: fenal.mx)
A pesar de esto, en México no se tienen indicadores generales para medir la utilidad, impacto y sostenibilidad de este tipo de eventos. Tan sólo se tienen registros individuales de las ferias más populares, pero se invisibiliza al resto de pequeñas y medianas ferias. Esto dificulta no solamente el registro de las repercusiones a corto y largo plazo, sino que imposibilita la demostración de su impacto en la sociedad.
Según Carlos María: «Si las industrias creativas fueran un país, si existiera, por ejemplo, Creatilandia, sería la quinta potencia del mundo en términos económicos. Ese tipo de cosas son las que tenemos que traducir en indicadores para que los gobiernos las puedan leer, identificar y para que les interese invertir».
¿Entonces vale la pena?
La evaluación del impacto de las ferias a nivel nacional requiere de registros complejos en donde se delimiten los indicadores culturales y económicos. Sin esto, no podemos determinar su papel. Hace falta plantear cuestionamientos serios, dadas las condiciones del país, para dilucidar su repercusión.
En cuanto a los lectores, tampoco se tiene un registro que indique si estos eventos tienen alguna repercusión en la promoción de la lectura. En un país en donde, según el INEGI, al año 2015 existían 4 millones 749 mil 057 personas analfabetas, es decir, personas de 15 o más años de edad que no saben leer ni escribir, es necesario enfatizar la responsabilidad que tienen eventos de esta naturaleza.
Los mexicanos no tienen el hábito de la lectura y este hecho debe ser tomado en cuenta por las ferias. (Foto: Getty Images)
No se trata solamente de descentralizar las ferias del libro ni de crear más, sino que deben ser parte de un sistema integral de carácter cultural y educativo para lograr que la lectura, y en este caso la conexión con la industria editorial, se vuelva horizontal, inclusiva y viable.
Las ferias del libro deberían ser un espacio de encuentro y diálogo entre lectores, escritores, editores, traductores, gestores culturales, artistas, en fin, una oportunidad para acercarse y reflexionar en torno a temas trascendentes como en analfabetismo y la discriminación, el acceso desigual a la cultura, las estrategias para el fomento de la lectura, la censura y el apoyo a creativos mexicanos.
Es necesario repensar las ferias como un reflejo de una estructura educativa sólida, no como eventos exclusivos y reservados para cierta élite literaria. Mientras tanto, sigamos yendo a nuestras ferias del libro favoritas –si eres de los pocos afortunados en tener una cerca–.
FUENTE: CULTURA COLECTIVA