BARACK OBAMA Y EL ‘ROPE-A-DOPE’ DE MUHAMMAD ALI; LA TÁCTICA PUGILÍSTICA CONOCIDA COMO ‘ROPE-A-DOPE’ Y QUE BÁSICAMENTE CONSISTE EN ENCAJAR GOLPES HASTA AGOTAR LA ENERGÍA DEL CONTRARIO PARA ENTONCES REMATARLE POR SORPRESA
EL BESTIARIO
SANTIAGO J. SANTAMARÍA
El 4 de abril de 2011 anunció el inicio de su campaña de reelección presidencial para el 2012-16 y el 6 de noviembre fue reelegido para ejercer el cargo por un periodo de cuatro años más, tras vencer al candidato republicano Mitt Romney.
En la víspera del Día de La Hispanidad, las encuestas eran favorables a Mitt Romney. Por primera vez, el republicano estaba aquella semana por encima de Barack Obama en la media de los sondeos realizados por Real Clear Politics (46,3% para el demócrata frente a un 47,4% para el republicano)… Obama tendría que arreglar lo roto él solito en los dos próximos debates que estaban por llegar, en el Estado de Nueva York (Hempstead) y en Boca Raton (Florida). Entonces se sabría si puso en práctica la táctica de dejarse golpear para luego pasar a la acción y sacar toda la artillería. De momento, él mismo declaraba que fue “demasiado educado” en su comparecencia junto a Romney. Pasó con creces las dos pruebas ganando la reelección. Puso en práctica el ‘rope-a-rope’.
En una calurosa noche, Foreman, que defendía su cinturón, logrado contra todo pronóstico ante Joe Frazier, no pudo con el estilo de Alí. El nuevo campeón, en toda una lección de boxeo, aguantó todos los ataques de su rival y le tumbó en el octavo asalto en una pelea que será recordada por siempre. Llevada a Kinshasa por un joven promotor llamado Don King y con la mediación de Mobutu Sese Seko, presidente de Zaire, que pagó cinco millones de dólares a cada púgil por ir a pelear a tan exótico lugar, una masa de 60.000 espectadores no cejó de gritar “Alí bomaye” (Alí mátale) hasta que Foreman cayó tumbado ante la mirada del ya nuevo campeón y del árbitro Zach Clayton, y ya no pudo levantarse poniendo fin a un récord de 40 victorias y ninguna derrota.
El nuevo campeón, elevado a símbolo de la raza negra, se subió a las cuerdas y bajo la lluvia festejó con sus incansables fans la recuperación de un cinturón arrebatado sin haber perdido en un combate, pero sí por negarse a combatir en Vietnam. Alí era nuevamente el más grande de todos los tiempos. Sin embargo, durante muchos momentos, el público temió por una nueva derrota, tras la sufrida ante Frazier en su primer intento por recupera el trono perdido. Alí, que contaba por entonces con 32 años, aguantó el chaparrón de golpes al que le sometió el campeón refugiado en las cuerdas.
Ese boxeo ágil, inteligente y de bailarín -“Vuela como una mariposa, pica como una abeja”, decían los cronistas deportivos de la época- no aparecía por ningún lado. Pero no era así. Ali esperaba su momento. No paraba de hablar y descentrar a su rival, y aguardaba que se le acabase la energía. Y su momento llegó en el octavo asalto. Una combinación con la derecha acabó con el campeón. La mejor pelea de todos los tiempos había terminado… Cuarenta años después el ‘rope-a-dope’ de Mohammad Ali, puesto en práctica por Barack Obama, logró que un negro llegara y se mantuviera en la presidencia de los Estados Unidos.
A Ali le precedieron leyendas como Joe Louis o Rocky Marciano, el único campeón mundial de los pesos pesados profesionales que se retiró invicto
La lista de grandes boxeadores de todos los tiempos tiene muchos nombres, la gran mayoría estadounidenses. A Ali le precedieron leyendas como Joe Louis o Rocky Marciano, el único campeón mundial de los pesos pesados profesionales que se retiró invicto. Ali, victorioso y derrotado, incluso se permitió saltar más allá del deporte. Para empezar, fue un innovador con su estilo. Nadie antes que él había boxeado con la guardia baja y un rápido juego de piernas impensable para una categoría en la que se mueven sobre los cuadriláteros moles sobre los 100 kilos. Ali no llegaba a los 95 y medía 1,91 metros en sus mejores momentos. Parecía un tipo delgado en comparación con otros rivales.
El 25 de febrero de 1964, pese al favoritismo absoluto de Sonny Liston, logró su primer título mundial. Su esgrima y rapidez en los combates se imponía y también su verborrea. Insultaba y menospreciaba a los rivales en una táctica que luego confesaría como fingido decorado de comedia y hasta acertaba el asalto en que los derrotaría. “Soy doblemente grandioso, no solo los noqueo sino que elijo el asalto”. Su rosario de frases llenas de soberbia, ironía, inteligencia y humor, fue enorme: “Cuando eres tan grande como yo es difícil ser humilde”; “La gente no soporta a los bocazas pero siempre los escucha”; “No divido a los hombres entre modestos y arrogantes, sino entre los que dicen la verdad y los que mienten. No hay ningún deportista en el mundo que sepa tantas cosas como yo. Entonces ¿qué me importa si suena a modestia o inmodestia?”; “Si sueñas con ganarme es mejor que despiertes y pidas perdón”; “Debería estar en un sello postal. Es la única forma de que me puedan pegar”; “Al golf también soy el mejor, solo que todavía no he jugado”; “Yo fui el Elvis del boxeo, el Tarzán del boxeo, el Supermán del boxeo, el Drácula del boxeo, el gran mito del boxeo”…
El icono afroamericano tomó postura contra la guerra incluso antes que Martin Luther King. Después lo haría casi siempre en causas justas
Volvió a derrotar a Sonny Liston en el famoso combate del ‘golpe invisible’. La pelea se terminó en el mismo primer round cuando un golpe de Ali, aparentemente ordinario, se impactó en Liston, lo mandó a la lona, y este no se levantó a pesar de que parecía en condiciones para hacerlo. Ali fue captado en la imagen histórica arengando a Liston a que se levantara y siguiera peleando. Sonny era un peleador protegido por la mafia que dominaba la división de los pesados en esa época y mucho se acusó en su momento de que la pelea estaba arreglada para que Liston perdiera. La verdad probablemente nunca se sepa. El golpe existió, pero ¿fue lo suficientemente fuerte como para liquidar a Liston? Muhammad retuvo su título mundial ocho veces más hasta 1967 en que fue suspendido por negarse a ir a la guerra de Vietnam.
Esta decisión antibelicista fue su segundo gran salto a la fama mundial por encima de su clase como boxeador. “¿Por qué me piden ponerme un uniforme e ir a 10.000 millas de casa a arrojar bombas y disparar balas a gente de piel oscura mientras los negros de Louisville son tratados como perros y se les niegan los derechos humanos más simples? No voy a ir a 10.000 millas de aquí y dar la cara para ayudar a asesinar y quemar a otra pobre nación simplemente para continuar el dominio de los esclavistas blancos”. “Pregunten lo que quieran sobre la guerra de Vietnam que siempre les cantaré esta canción: “No tengo problemas con los vietcong… porque ningún vietcong me ha llamado nigger (la forma despectiva de negro)”.
Ali tomó postura contra la guerra incluso antes que Martin Luther King. Después lo haría casi siempre en causas justas y se convirtió en uno de los iconos legendarios para la comunidad afroamericana y negra del mundo. Con la suspensión y bordeando la cárcel por la sonada deserción perdió tres años y medio, entre los 25 y los 28, en los mejores momentos de su carrera, pero asombrosamente volvió casi como si el tiempo no hubiera pasado.
“Classius Clay es el nombre de un esclavo. No lo escogí. No lo quería. Yo soy Muhammad Ali, un hombre libre”
“He visto jugar a Pelé y a Maradona, a Tiger Woods, a Federer y a Nadal, a Cristiano Ronaldo y a Leo Messi. Ellos pertenecen al deporte. Ali pertenece a todos. ‘¡Soy el rey del mundo!’, clamaba, y era verdad. No solo nadie redefinió el deporte como Ali sino que nadie lo trascendió como él. Fue un gigante, una fuerza elemental de la naturaleza, un huracán humano. Falleció tras batallar en la penumbra durante tres décadas contra su enemigo más implacable, la enfermedad de Parkinson. Pero para mí, y para muchísimos más de todas las razas y todas las creencias en todos los rincones de la tierra que tuvimos la fortuna de vivir en sus años de gloria, es inmortal…”, destacaba hace unas horas el escritor inglés John Carlin, quien no deleitara con la obra “Factor humano”, que sirvió como guión de la película ‘Invictus’.
Dirigida por Clint Eastwood y protagonizada por Morgan Freeman y Matt Damon Clint rata sobre los acontecimientos en Sudáfrica antes y durante la Copa Mundial de Rugby de 1995, organizada tras el desmantelamiento del sistema segregacionista del apartheid. Freeman y Damon encarnan al presidente sudafricano Nelson Mandela y a Francois Pienaar, el capitán de los Springboks. “Invictus” fue presentada en los Estados Unidos en el 2009. El título puede ser traducido del latín como invicto o invencible, y es el título de un poema del inglés William Ernest Henley.
La sala O2 de Londres se abre al mito del boxeo que fascinó a escritores como Norman Mailer o Tom Wolfe
Para encontrar la primera muestra de la atracción salvaje que ejerce Muhammad Ali habría que remontarse a un día de lluvia de 1954 en Louisville, Kentucky. Joe Elsby Martin, un policía aficionado al boxeo, vio a un niño flacucho de 12 años, con lágrimas en los ojos, que entraba a su gimnasio y preguntaba por él. Le acababan de robar su bicicleta roja, un regalo de navidad de su padre, y le habían dicho que quizás él podría ayudarle a encontrar al caco. “¿Cómo te llamas?”, le preguntó. “Cassius Clay”, respondió el niño, y añadió que le daría una paliza al ladrón si lo encontraba. “Mejor aprende a pelear antes de empezar a pelear”, le sugirió Martin. Aquel día entró en la historia como el primer entrenador del boxeador más grande de todos los tiempos.
Lo que viera Martin en aquel mocoso flacucho y llorón se lo llevó a la tumba. Pero pudo ser la primera manifestación de algo que, con los años, ha convertido a aquel niño en uno de los personajes más fascinantes de la historia del deporte y la cultura popular. Ningún otro deportista ha inspirado mayor y mejor prosa que Muhammad Ali.
“El boxeo es el deporte más literario y Ali es el mejor personaje que un autor pueda encontrar”, explica Davis Miller, autor de ‘Approaching Ali’, la última incorporación a la biblioteca de Clay. “Los escritores lo amamos descaradamente, no hay manera de ser objetivo con él. Te enseña su verdadero ser, por extravagante que este sea. No importa qué sandez salga de su boca, sabes que hay algo asombrosamente real en ello. Y en este trabajo, lo normal es que la gente esconda constantemente su verdadero ser. Mailer lo adoraba. Hunter S. Thompson. Joyce Carol Oates. Tom Wolfe. Yo pertenezco a ese linaje, creo que escribo al mismo nivel que esa gente”.
La publicación del tomo del poco modesto autor coincide con la gran exposición que se inaugura en el O2 de Londres, en la que el propio Miller ejerce de comisario. La muestra recorre la extraordinaria vida de Ali, dentro y fuera del cuadrilátero. Un deleite para mitómanos y también para aquellos curiosos por descubrir el porqué de este fenómeno.
La exposición lleva el título de “Soy el más grande”, la frase que Clay pronunció tras vencer a Sonny Liston por KO técnico
Quizá no era técnicamente el mejor boxeador del mundo, pero nadie había peleado nunca como él. Hacía todo aquello que se podía hacer mal en un cuadrilátero. Las manos caídas a los lados en vez de cubriendo la cara. La barbilla salida pidiendo a gritos un gancho de izquierda que lo tumbara. La belleza estaba en esa fragilidad, en ese peligro constante.
La exposición lleva el título de “Soy el más grande”, la frase que Clay pronunció tras vencer a Sonny Liston por KO técnico al empezar el séptimo round, el 25 de febrero de 1964. Aquel mítico combate dio a Clay el título de los pesos pesados. A la mañana siguiente anunció que era miembro de la Nación del Islam y seguidor de su líder Elijah Muhammad. El 7 de marzo exigió al mundo que lo llamara Muhammad Ali.
Ali no es el único boxeador que ha conocido los extremos de la vida humana, pero ninguno ha representado tantas cosas como él fuera del ring. Su negativa a ir a la guerra del Vietnam lo convirtió en una figura mundial, odiada o idolatrada. Se le retiraron los títulos, la licencia para boxear y el pasaporte. Ali sobrevivió dando conferencias a los universitarios. Pero volvió a boxear. Y todo ello está contado en la exposición a través de cien artefactos. Algunos de esos objetos pertenecen a la colección personal de Trevor Beattie, productor de cine, que supervisaba la colocación de los últimos objetos. “Nunca habrá nadie como él”, explicaba. “Un boxeador que también es poeta, bailarín y político”.
Beattie empezó su colección con una foto que compró a los 15 años y hoy cuenta con piezas míticas como el guante descosido de Ali del combate contra Henry Cooper en 1963. Aquel roto, que permitió a Ali ganar tiempo, recuperarse y tumbar a Cooper, es parte de la leyenda del boxeo. “Sin él”, explica Beattie, “se podría haber escrito otra historia muy diferente”.
Golpes de suerte, golpes de genio y golpes bajos, dentro y fuera del ring. La ambigüedad moral es parte del atractivo de Ali. Sus contradicciones son oro para los escritores. Ali es la cuartada para escribir sobre algo épico, porque es real. Eso es lo que encontró Davis Miller cuando lo conoció, en Semana Santa de 1988. “Necesitaba un superhéroe y lo que encontré fue un hombre corriente”, explica. “Se convirtió en otra cosa con el parkinson. La majestuosidad, la dignidad con la que ha vivido su edad mediana y avanzada es admirable. Le ha permitido a la gente, como él mismo dice, seguir preocupándose por él.”
Cancún le homenajeó en vida. José Sulaimán, el que fuera presidente del Consejo Mundial del Boxeo -ya fallecido- y el promotor de boxeo y ‘alma mater’ del periódico QUEQUI, Pepe Gómez, lograron que nuestra ciudad no sea ‘olvidada’ por el inmortal Muhammad Ali… “Classius Clay es el nombre de un esclavo. No lo escogí. No lo quería. Yo soy Muhammad Ali, un hombre libre”…, dicen que comentó en el ‘registro celestial’ el boxeador, nacido un 17 de enero de 1942, en Louisville, Kentucky, Estados Unidos, una especie de magia, una esquizofrenia consciente, una energía tan ambigua como potente y arrolladoramente seductora. “¡Soy el rey del mundo!”. Nadie lo duda en Quintana Roo, Muhammad Ali.
Barack Obama y el ‘rope-a-dope’ de Muhammad Ali; la táctica pugilística conocida como ‘rope-a-dope’ y que básicamente consiste en encajar golpes hasta agotar la energía del contrario para entonces rematarle por sorpresa, la utilizó el actual presidente de los Estados Unidos frente al aspirante republicano Mitt Romney para lograr su reelección; Classius Clay derrotó a George Foreman, gracias a ella, en 1974; bordeó la cárcel por negarse a combatir en Vietnam, ““No tengo problemas con los vietcong… porque ningún vietcong me ha llamado nigger”; Cancún le homenajeó en vida, con el apoyo de José Sulaimán, el que fuera presidente del Consejo Mundial del Boxeo y el promotor de boxeo y ‘alma mater’ del periódico QUEQUI, Pepe Gómez.
@SantiGurtubay
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