DESTRIPACUENTOS
Por Antonio Callejo
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Una sucesión de batallas demuestran que CJ se preparó para un largo camino, hasta el preámbulo de tomar todos los hilos de la gobernanza; Manual histórico y sentido común, para el ejercicio del poder; Equilibrio de fuerzas en el gabinete y el Congreso `joaquinistas´, más que de azul o amarillo; Ni venganzas a la vista, sino buenas intenciones; Ángel Rivero Palomo, entre los mejores perfil para renovar la dirigencia del PRI.
Gobernar es un arte. Gobernar bien es un reto. Hay numerosas claves antiguas. Tratados históricos y manuales tan clásicos como la obra filosófica de Aristóteles, (La política), pasando por otras referencias muy valiosas, de Thomas Hobes, Baruch Spinoza, Arthur Schopenhauer, o la más práctica y descarnada, `El Príncipe´, del florentino Nicolás Maquiavelo.
Nadie puede gobernar bien si no conoce esas claves, muchas veces de sentido común, que suele ser el menos común de los sentidos.
Carlos Joaquín González se propuso transformar de manera profunda el panorama político y el ejercicio de gobierno en Quintana Roo. Alcanzó su primera meta, la de hacer a un lado a un grupo de su partido que parecía inamovible.
Ha ido paso a paso en una sucesión de batallas que todavía no terminan. Ningún momento ha sido calmo. La interna de su partido fue la primera confrontación; luego vino la campaña; el lance por controlar el Congreso fue intenso; conformar su gabinete en la primera línea nada terso, y ahora sentar las bases firmes para la inercia operativa del gobierno tampoco es miel sobre hojuelas.
Viene rompiendo estructuras y allanándose el camino de la gobernabilidad, en un plan preciso. Calculado paso por paso.
Pero a la distancia se puede decir que el mandatario estatal ve un proyecto de largo plazo, que requiere todavía de enfrentarse a otras resistencias planteadas desde la añeja conformación del aparato de gobierno.
Construyó una candidatura trabajando al detalle fino, con aquellos grupos de la sociedad civil que podían difundir y multiplicar su mensaje, al punto de trascender la llamada `maquinaria´ y las estructuras operativas de un PRI que, ahora se ve, conocía mejor de lo que se pensaba.
Hizo además de las redes sociales un motor de empuje de sus ideas, propuestas y las potenció como caja de resonancia para hacer crecer su popularidad. Lo hizo con precisión quirúrgica, ahora se ve, invirtiendo tiempo y esfuerzo en aquellos lugares físicos y virtuales donde hallaría los dividendos en sufragios.
Determinó cuál era exactamente el mensaje vertebral de su discurso, que fue el desorden y la corrupción, para blandirlo como el florete de su cruzada.
Demostró, pues, que era el mejor candidato en el escenario que le tocó enfrentar.
Será que le ayudó su profesión de contador, porque le salieron bien las cuentas.
Ese primer lance, ya como gobernador electo, para despojarle de la mayoría en el Congreso a sus adversarios, fue otro logro contundente, donde también hizo un ejercicio muy frío de cálculo matemático.
En ninguno de esos momentos, durante la campaña o ya en el pulso de fuerzas por el control del Congreso, las cosas se le han presentado fáciles. Al contrario. Se sabe que aunque tuvo intenciones de vacacionar con su familia, luego de obtener la mayoría de votos, prefirió quedarse en el intenso verano caribeño a seguir con el trabajo para afinar el inicio de su gobierno.
La conformación de su gabinete ha sido la segunda batalla, esta interna, que irremediablemente había que enfrentar. Tuvo que conciliar con un enjambre de intereses, disímbolos y complejos. PAN y PRD, tanto los políticos del patio como las cúpulas nacionales, se propusieron un abordaje bucanero.
No consiguieron doblegar la paciencia ni la capacidad de mantener la calma de Carlos Joaquín. Se llevaron cargos importantes. Sin embargo, no tuvieron el paquete completo al que aspiraban.
En el Congreso, así como en cada una del secretarías y demás cargos del gabinete que ya cuentan con titulares, quedaron grupos donde no cabe la autonomía para decisiones políticas ni administrativas sin la supervisión del gobernador.
Hay control y orden. Pesos y contrapesos, donde se evidencia que hay un responsable para dar dirección a las tareas de gobierno, en la ruta de los ejes que se ha marcado Carlos Joaquín como su plan maestro.
No hay cabida para que alguno haga política para un proyecto personal que no sea el del gobernador. Ha nombrado secretarios y secretarias, donde siempre hay un subsecretario o subsecretaria de contrapeso, un administrador de confianza del mandatario estatal, porque se hizo un diseño estratégico en el reparto de los cargos.
Tampoco fue fácil. Todavía hay por allí resquemores en las dirigencias nacionales de los partidos, porque no ven una tendencia amarilla o azul en la conformación del gabinete, como les gustaría para presumir, cada uno por su lado, como fortalezas propias rumbo al 2018.
El de Carlos Joaquín no es un gabinete partidista. Es un gabinete de `joaquinistas´, y por allí debe explicarse porqué también le dio un trato especial a sus allegados, a los que se la han jugado con él en las malas y en las peores.
Es el momento en el que aún no es posible juzgar capacidades en la suma de este equipo. Ni los más preparados tienen qué resultar eficientes, ni aquellos a quienes se critica lo harán mal de forma garantizada. El tiempo nada más.
En la antesala de contar con el control total del aparato de gobierno, falta pasar este trance de ordenar a la burocracia. Los que ya no tendrá cabida, hay que decirlo, lo sabían de antemano. Los cargos de confianza son eso. Entonces no tendría que haber tantos brincos, cuando el discurso del orden también habló de un `piso parejo para todos´.
En ningún momento se puede hablar del ejercicio de `venganzas´, como apostaban algunos. En cada una de estas etapas, se confrontaron intereses y se instalaron aliados y hasta algunos que remaron contra la alianza UNE en un principio. El resultado redondeó buenas intenciones. El resultado se enfila hacia el objetivo de hacer un gobierno ordenado.
Lo que queda claro es que hay una ruta crítica de gobierno que empezó desde la decisión de romper con los grupos del PRI que controlaban al estado. Y de allí, un camino largo con muchos escollos. No hay improvisaciones, sino un manual histórico y sentido común.
Ángel Rivero Palomo
En el PRI hay grupos que no se hacen bolas entre conservar el estatus quo o ir a un ejercicio profundo de autocrítica, para rescatar la imagen y el posicionamiento del PRI en el escenario adverso que tiene, a poco tiempo de que se anime el estado otra vez por la renovación de las cámaras de senadores, diputados federales y la presidencia de la República. La figura del rector de la Uqroo tiene mucho por aportar.
Es el primer rector egresado de esa Casa de Estudios, pero no sin una trayectoria política y académica muy sólida, a pesar de su juventud. Su trato respetuoso de todos los sectores sociales y el conocimiento de la clase política, le hacen un aspirante muy sólido para dirigir al PRI. Y cuenta con apoyos importantes.@Antoniocallejo