Es una noticia alentadora para los cancunenses en materia de transporte público: están retirando algunos paraderos en el primer cuadro que generan tráfico y otros problemas derivados como choques o accidentes. Caso emblemático es el de Plaza Las Américas, ya removido.
La decisión obedece a un estudio formulado por las Direcciones de Tránsito, así como de Transporte y Vialidad (el cual debe ser presentado esta semana), con el objetivo de solucionar una problemática provocada por combis, camiones, taxis y vehículos particulares. En el fondo fue una determinación adoptada gracias a especialistas, usuarios y quienes circulan a diario por la Tulum.
Este pequeño cambio debería ser radical, al menos convertirlo en una oportunidad para iniciar la trasformación de la movilidad integral que tanta falta le hace a una ciudad como Cancún, urbanizada rápidamente y con una densidad poblacional de dígitos aún sorprendentes. Es claro que ese crecimiento ha conllevado una expansión de la demanda en todas las infraestructuras, incluyendo el transporte.
Desde hace algunos trienios se ha buscado reducir la congestión mejorando el flujo, aunque no impulsando el uso de transporte masivo u otras alternativas como pudieran ser motos y bicicletas; esto porque se carece de vías exclusivas, la conducción es agresiva y no hay respeto por los vehículos menores. Es decir, falta de cultura vial.
Pero no para allí, para muchos urbanistas e ingenieros los trazos arquitectónicos no ayudan debido a calles que desembocan en esquinas, “cuchillas”, retornos, arterias angostas, o que simplemente no tienen continuidad. Otros argumentan que las restricciones impuestas por la limitación presupuestaria obligan a gestionar arreglos temporales.
Lo cierto es que falta de todo cuando se analiza el desarrollo de la ciudad, sus características físicas, los niveles de infraestructura y las preferencias de los habitantes. Aun así no debe perderse de vista que el fin último es mejorar la calidad para los usuarios (seguridad, comodidad, facilidades, horarios), más allá de disponer más unidades, evitar el deterioro del mobiliario, fomentar el financiamiento, medir el impacto sobre el medio ambiente o impulsar la competitividad.
En Cancún hubo intentos por incorporar máquinas nuevas a la circulación, pero además de los inconvenientes por dichas características urbanas, el mal estado de las calles desmotivó a transportistas, choferes, socios y líderes sindicales, por lo cual no prosperaron las ideas de ofrecer automóviles dignos. Salvo excepciones, la mayoría no está en buenas condiciones.
En el marco de esta reciente iniciativa conviene recordar que han subido la tarifa del servicio, la gasolina no registra incrementos desmesurados y tanto la pavimentación como el bacheo (casi 900 mil metros cuadrados rehabilitados desde 2013) deberían ser estímulos adicionales para que los involucrados tomen decisiones, si no definitivas, sí de largo plazo.
Desorbitado
Hay zonas prácticamente sin transporte. Un ejemplo es el Mercado 28, un sitio céntrico y promovido para los turistas, aunque desconectado por falta de rutas. Es imposible que por este lugar (trabajan cientos allí y lo visitan miles cada año) solamente circulen un par de camiones y un par de combis. Antes pasaban la 4, 5, 11, 510, entre otras. Ni la 2 baja con regularidad a dejar turistas. Para qué hablar de los nuevos fraccionamientos o de la periferia, cuyos habitantes sufren por aislamiento y el desembolso a regañadientes por trasladarse en opciones más caras.
En algunos casos falta más voluntad que planeación.