EL BESTIARIO por SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY
Muchos admiradores de Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat así como de Miguel Bosé, el ‘psicópata’ obsesivo compulsivo de Michelle Bachelet, expresidenta de Chile y designada por el secretario general de las Naciones Unidas António Guterres como Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, por su actitud pacificadora en la Venezuela del presidente constitucional, Nicolás Maduro, y el presidente ‘encargado’ por Estados Unidos, Juan Guaidó, nos quedamos pasmados al verlos una tarde sentados en una barrera de la plaza de toros de Barcelona durante una corrida, antes de la prohibición de este tipo de actos en Cataluña, en España.
En esta vida hay cosas que no encajan por muchas vueltas que les des. Uno puede imaginar a Serrat aplaudiendo a los futbolistas españoles de ‘La Roja’, en la Eurocopa o proclamándose Campeones del Mundo en la Suráfrica de Nelson Mandela, al baloncestista Pau Gasol o al tenista Rafa Nadal, quien acaba de ganar su decimosegundo Roland Garros en la capital francesa, frente al austriaco Dominic Thiem. Con este resultado, este vencedor superó al mítico sueco Bjorn Borg. También puede uno oír a continuación ‘Paraules d’amor’ de Joan Manuel, sin que se te rompa ningún esquema. Pero la profunda sensibilidad de esa canción está a mil años luz de un puyazo que hace correr la sangre del toro hasta la pezuña…
“Ella me quiso tanto…/yo la quiero todavía./Juntos atravesamos/una puerta cerrada./Ella, cómo os lo diría, era todo mi mundo entonces,/cuando en la lumbre ardían/sólo palabras de amor…/Palabras de amor sencillas y tiernas./No sabíamos más, teníamos quince años./No habíamos tenido demasiado tiempo para aprenderlas,/acabábamos de despertar del sueño de los niños./Teníamos bastante con tres frases hechas/que habíamos aprendido de antiguos comediantes./De historias de amor, sueños de poetas,/no sabíamos más, teníamos quince años…/Ella, quién sabe dónde está./Ella quién sabe dónde para./La perdí y nunca más/he vuelto a encontrarla./Pwero a menudo, al oscurecer,/de lejos me llega una canción./Viejas notas, viejos acordes,/viejas palabras de amor…/Palabras de amor sencillas y tiernas/no sabíamos más, teníamos quince años./No habíamos tenido demasiado tiempo para aprenderlas,/acabábamos de despertar del sueño de los niños./Teníamos bastante con tres frases hechas/que habíamos aprendido de antiguos comediantes./ De historias de amor, sueños de poetas,/no sabíamos más, teníamos quince años…”. A finales del mes de junio Quintana Roo decide prohibir las corridas de toros y peleas de gallos. La iniciativa aprobada incluyó las propuestas hechas por la sociedad civil para evitar actos que impliquen sufrimiento o daño a los animales. El Congreso del Estado dio luz verde a una serie de reformas que erradicarán las corridas de toros y las peleas de gallos en la entidad, como parte de los ajustes legales en materia de protección y bienestar animal. Dicha legislación también establece reglas para la cría, venta y exhibición de animales, y fija las obligaciones en materia de protección animal, así como el procedimiento de la captura de animales abandonados o perdidos. También estipula los requisitos mínimos para tener un animal de compañía, así como el establecimiento de condiciones y límites para el número de animales en refugios y se elevaron a rango de ley algunas disposiciones reglamentarias que ya existen en los municipios de la entidad.
Los periodistas Lilia Arellano y Jorge González Durán, me invitaron hace un par de años a su programa televisivo “Estado de los Estados”, en Promovisión Canal 10 de Cancún. Compartí debate sobre los toros con Oscar González, columnista político de ‘Café Negro’ de El Periódico de Quintana Roo y director de la revista ‘A Fondo’; José Hugo Trejo, director de la revista ‘Estos Días’ y autor de la columna “La Cosa Pública”; Guillermo Vázquez Handal, columnista del periódico ‘Por Esto’; e Ismael Gómez-Dantés, quien promueve su ‘Jaranchac Político’. Todos dimos nuestro punto de vista sobre esta ‘fiesta nacional’, prohibida en Catalunya en España, ensalzada en otros lugares de la Península Ibérica, Francia, México, Colombia… Nadie puede negar que cada día más, y sobre todo en los sectores juveniles, es seriamente cuestionada. En otros lugares de Latinoamérica, es el caso de Cuba, nadie habla de ‘toros’. En una ocasión, un apasionado directivo del Ministerio de Agricultura, después de cenar y tomar unos cuantos Havana Club de 7 años con unos aficionados taurinos ‘gallegos’, manifestó su disposición a promover un festejo en la capital cubana. El entusiasmo le duró muy poco pues el ya fallecido ministro Alfredo Jordán Morales le recriminó públicamente por su ‘innovadora propuesta’, exigiéndole su dimisión.
Los españoles no huelen a rancio ajo y a aceite de oliva mal refinado, ni están desdentados y patilludos
Frente al nuevo diseño de los adolescentes españoles que estudian en las universidades de Europa y Norteamérica, que viajan por todo el mundo e imponen la evidencia de pertenecer a un país moderno y lleno de vitalidad, existen actitudes castizas, que le dan a España un aire rancio todavía. Esa dicotomía se ha visto muy clara entre los hinchas del equipo nacional de ‘La Roja’ en el Mundial de Fútbol… Esta vez la bandera española, cuya asta ha servido en muchas ocasiones para aplastar el cráneo de los demócratas, ha cohesionado el entusiasmo general en los momentos de triunfo… Estamos en plenos Sanfermines, las fiestas internacionales de Pamplona, la capital navarra, popularizadas en todo el mundo por el escritor estadounidense Ernest Hemingway.
Ya están de nuevo aquí los puyazos, las estocadas, los descabellos, los vómitos de sangre, donde abrevarán las moscas bajo el flamear de la bandera de España. Ha comenzado la temporada taurina, el rito brutal y a la vez manierista, que convertirá la tortura y la muerte en un espectáculo moral. Lo menos que se puede decir de la fiesta degradante de los toros es que está fuera de época. El país ibérico ya no es el de la gente que huele a ajo y a aceite de oliva mal refinado, desdentada y patilluda que alcanzaba la gloria metiéndose entre pecho y espalda vino de bota mientras un torero, a cuchillada limpia, hacía un estofado sobre un animal para solazarle y afirmar al mismo tiempo los valores de la raza…
Los toros aparecen como una antigualla sangrienta, propia de un pueblo insensible que aún se regodea con la violencia
La estética de masas ahora se congrega alrededor de unos héroes que son campeones de motos, de fórmula 1, de rallyes, de baloncesto, de tenis, de golf, de fútbol, de atletas con medallas olímpicas, que obligan a la bandera nacional a subir una y otra vez al mástil. Puestos a ser patriotas, ése es el mejor homenaje que hoy da prestigio a la bandera de un país moderno, no los desfiles ni las palabras altisonantes, que son baratas, y menos aún que ondee sobre una carnicería. En las gradas de los estadios hay una juventud que ha tomado ya muchas proteínas, que viaja, estudia, hace deporte o revienta en las noches del fin de semana en las discotecas, pero que en todo caso está ya muy lejos de las cazuelas de pajaritos fritos de las tabernas taurinas y del pringue del desolladero. Vista desde las gradas de los estadios, desde las aulas y los laboratorios, desde los campos de deporte donde los jóvenes sueñan con el éxito profesional o con conseguir un récord deportivo, la corrida de toros aparece como una antigualla sangrienta, propia de un pueblo insensible que aún se regodea con la violencia.
Este espectáculo baja varios niveles más en la degradación cuando abandona las plazas oficiales y se convierte en capeas populares con toros de fuego, ensogados, alanceados, sometidos a todas las miserias que se le ocurren a unos mozos en honor a su santa patrona. El Parlament de la Generalitat de Catalunya aprobó prohibir la fiesta de los toros en su territorio. No hay que ver esta iniciativa como un paso más en su lucha por la independencia, sino como una prueba de que Catalunya es un pueblo evolucionado, que tira del resto de las Españas hacia la modernidad.
Federico García Lorca loó la fiesta de los toros y el ‘flamenco folklórico’ para evitar ser asesinado por los falangistas
La cultura que ha cubierto siempre el discurrir histórico de la fiesta, da idea de su relevancia: la tauromaquia ha sido plasmada por artistas tales como Goya, Picasso, Manet…, así como en pasodobles del famoso compositor mexicano Agustín Lara. El filósofo José Ortega y Gasset explicaba que era impensable estudiar la historia de España sin considerar las corridas de los toros. Sin embargo muchos de los escritores y filósofos de la Generación del 98, no gustaban de las corridas de toros. La culpaban del atraso de la sociedad española. Así, Miguel de Unamuno explicaba que no le gustaban las corridas, no porque fuese un espectáculo cruento, sino porque se perdía mucho tiempo hablando de ella y esto explicaba la formación cultural de sus espectadores.
Ortega y Gasset, en su obra “La caza y los toros”, se extrañaba de que el toreo, siendo un ejercicio callado diese tanto que hablar. Posteriormente, la Generación del 27 en su mayoría fue amante de la fiesta, sobre la cual escribieron, pintaron y esculpieron. Vale citar las palabras con las que Federico García Lorca manifestaba su abierto apoyo y gusto por la tauromaquia: “El toreo es probablemente la riqueza poética y vital de España, increíblemente desaprovechada por los escritores y artistas, debido principalmente a una falsa educación pedagógica que nos han dado y que hemos sido los hombres de mi generación los primeros en rechazar. Creo que los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo”.
Los generales de Franco hacían coincidir muchos fusilamientos asesinos con la hora del inicio de la corrida de toros, las cinco de la tarde…
Personalmente creo y así lo dejé entrever en el programa que dirige Lilia Arellano, el poeta granadino, consciente de que la muerte le acechaba en la España del alzamiento nacional de Franco, nos describió la fiesta de los toros y el ‘flamenco folklórico’ de aquel tiempo, de miseria, miedo y muerte, de una manera que gustara a sus verdugos que no le perdonaron nunca su homosexualismo ni su amistad con Fernando De Los Ríos, ministerio de Justicia de la II República. Los franquistas y falangistas sabían que Federico García Lorca simpatizaba con los republicanos pero no de una manera militante como Miguel Hernández o Rafael Alberti. Esto no le sirvió al poeta granadino. En “Bodas de Sangre”, ‘La Casa de Bernarda Alba”, “Yerma”…, las protagonistas son testimonios demasiados reales de lo que era aquella España azul que asesinada la libertad y hacía coincidir muchos fusilamientos asesinos con la hora del inicio de la corrida de toros, las cinco de la tarde…
Entre los partidarios de la tauromaquia se encuentra también Francisco de Goya (si bien tuvo, al parecer, una postura ambivalente con respecto a los espectáculos taurinos)… Filósofos como Fernando Savater o Enrique Tierno Galván, y artistas como Joaquín Sabina o Joan Manuel Serrat, aducen que estas críticas de los antitaurinos obedecen a la ignorancia, ya que el toro de lidia vive en libertad en su hábitat natural y, sin las corridas, no solo se extinguiría el toro bravo, sino el propio ecosistema en que se desenvuelve, las dehesas… Estas dehesas pudieran convertirse en reservas para defender la existencia de los toros. Como hay muchos turistas que viajan hasta las lejanas reservas de Kenia o Tanzania para ver animales salvajes, bien pudieran los campos de Castilla, Extremadura y Andalucía convertirse en lugares de visitas organizadas.
La España rescatada por el FMI, el BCE y Bruselas destinó de sus arcas públicas más de mil millones de euros para los toros
No olvidemos que las corridas de toros en España son subvencionadas por los gobiernos, diputaciones y ayuntamientos. En el país del rescate europeo, del Fondo Monetario Internacional (FMI), el banco Central Europeo (BCE) y la Unión Europea y de los recortes en Educación y Sanidad, los ‘empresarios taurinos’ recibieron más de mil millones de euros en ayudas públicas, el pasado año, unos 25 euros por cada español. Cada vez que hay una corrida de toros, el animal vive la misma cruel agonía. Todo comienza en la oscuridad de un chiquero de escasas dimensiones en la cual recibe la primera señal de lo que le espera: un arpón con punta de acero se clava en su lomo y las puertas hacia el ruedo se abren. El toro salta sobre la arena acelerado, vigoroso, dando saltos. La contienda es desigual. Afuera lo esperan tres toreros (dos banderilleros y un espada) y un caballo montado por un picador. Inmediatamente, los toreros vestidos de oro y lentejuelas, incitan al toro a embestir, gritando y corriendo para que ataque.
Esta primera escaramuza sirve para que la cuadrilla sepa la forma en que embiste su antagonista. Los toreros corren hacia los burladeros, que son unas protecciones de madera al borde de la cancha, detrás de la cual se esconden y sobre la cual el toro arremete. De esta forma matador y banderilleros observan la cornada del animal. Si esta es con la cabeza hacia abajo se dice que es un toro noble, a diferencia de aquellos que golpean hacia arriba. La cornada noble es la apetecida por todos los toreros, pues la otra es más impredecible y obliga al diestro a tomar precauciones que evitan su lucimiento.
El matador se sitúa de frente al animal con la finalidad de introducirle el estoque (espada) en un lugar exacto para cortarle la médula espinal
La corrida está dividida en tres tercios: el tercio de varas, el tercio de banderillas y el tercio de muletas. El primero se realiza a caballo por el picador, quien entierra una larga vara en las carnes de la res, con la intención de restarle poderío. Los llamados puyazos le provocan al animal heridas de hasta 14 centímetros de profundidad y 40 de extensión, provocando hemorragias internas del toro y perforación de los pulmones. El tercio de banderillas es uno de los momentos más vistosos de la corrida de toros. A cada toro se le colocan tres pares de banderillas terminadas en afilados arpones. Esto lo hacen los banderilleros mediante lucidas carreras y saltos. El tercio de muleta es el último de la corrida. Este es el momento más trascendental de la lidia porque el torero demuestra su habilidad y su arte. Realizada la faena artística, llega el momento de dar muerte al toro. El matador se sitúa de frente al animal con la finalidad de introducirle el estoque (espada) en un lugar exacto para cortarle la médula espinal. Muchas veces el torero falla y debe clavar una y otra vez la espada.
Esta relación de escritores, pintores, cantoautores…, ‘amantes’ de la corrida de toros, tienen otra contrapartida de otros muchos ‘colegas’ no coincidentes con su nula sensibilidad ante la muerte de un animal, mediante el uso de auténticas técnicas de tortura. La Guardia Civil, la policía secreta franquista, eran los que respaldaban todo lo que rodeaba a su ‘fiesta nacional’. Los propios comisarios o alcaldes y gobernadores del ‘Generalísimo’ Francisco Franco presidían los ‘festejos’. Más tarde recorrían otros centros de tortura ‘oficializados’ en los sótanos de sus despachos oficiales. Muchos de aquellos torturados, tras sufrir otros tercios más sofisticados de varas, banderillas y muletas, como eran descargas eléctricas, ahogamientos simulados, arrancamiento de uñas, golpes por doquier…, terminaban siendo cadáveres o desaparecidos, apareciendo en los muros de mucho cementerios con sus tiros de gracia, o ‘descabellos’.
Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat, quizás, no han tenido más remedio que apostar por los perdedores, en su calidad de eternos progresistas
Llanto por Ignacio Sánchez Mejías es para muchos la mejor elegía en español desde las Coplas de Jorge Manrique. “La cogida y la muerte./A las cinco de la tarde./Eran las cinco en punto de la tarde./Un niño trajo la blanca sábana/a las cinco de la tarde./Una espuerta de cal ya prevenida/a las cinco de la tarde./Lo demás era muerte y sólo muerte/a las cinco de la tarde./El viento se llevó los algodones/a las cinco de la tarde./Y el óxido sembró cristal y níquel/a las cinco de la tarde./Ya luchan la paloma y el leopardo/a las cinco de la tarde./Y un muslo con un asta desolada/a las cinco de la tarde./Comenzaron los sones del bordón/a las cinco de la tarde./Las campanas de arsénico y el humo/a las cinco de la tarde./En las esquinas grupos de silencio/a las cinco de la tarde./¡Y el toro, solo corazón arriba!/a las cinco de la tarde./Cuando el sudor de nieve fue llegando/a las cinco de la tarde,/cuando la plaza se cubrió de yodo/a las cinco de la tarde,/la muerte puso huevos en la herida/a las cinco de la tarde./A las cinco de la tarde./A las cinco en punto de la tarde./Un ataúd con ruedas es la cama/a las cinco de la tarde./Huesos y flautas suenan en su oído/a las cinco de la tarde./El toro ya mugía por su frente/a las cinco de la tarde./El cuarto se irisaba de agonía/a las cinco de la tarde./A lo lejos ya viene la gangrena/a las cinco de la tarde./Trompa de lirio por las verdes ingles/a las cinco de la tarde./Las heridas quemaban como soles/a las cinco de la tarde,/y el gentío rompía las ventanas/a las cinco de la tarde./A las cinco de la tarde./¡Ay qué terribles cinco de la tarde!/¡Eran las cinco en todos los relojes!/¡Eran las cinco en sombra de la tarde!”.
Ignacio Sánchez Mejías fue un célebre torero español, que nació en Sevilla en 1891 y murió en Madrid, en 1943. Su figura trascendió con mucho el ámbito taurino, ya que fue también escritor y miembro destacado de la Generación del 27, lo que le convirtió en uno de los personajes de la cultura más populares de la España de antes de la Guerra Civil Española. Cuñado del mítico torero Joselito ‘El Gallo’, en su cuadrilla se formó como torero y fue quien le dio la alternativa en 1919, con Belmonte como testigo. Cuando Sánchez Mejías murió, como consecuencia de una cornada en la plaza de Manzanares, su figura fue ensalzada por Miguel Hernández, Rafael Alberti -que hizo el paseíllo en su cuadrilla- y otros grandes poetas, incluido García Lorca, cuyo Llanto por Ignacio Sánchez Mejías es para muchos la mejor elegía en español desde las Coplas de Jorge Manrique.
La ‘fiesta nacional’ se iniciaba siempre a las cinco de la tarde. Hoy, las plazas de toros, se están reconvirtiendo en las plazas de la Cultura, pues conciertos como los de los dos ‘golfos’, Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat -hoy convertidos en defensores coyunturales de una ‘muerte anunciada’, la de las corridas- están logrando atraer más público a los tendidos de sol y sombra, y a la propia arena del coso. No importa que defiendan la ‘fiesta nacional’. Les entendemos. Esto no desmerece su arte. Ambos, quizás, no han tenido más remedio que apostar por los perdedores, en su calidad de eternos progresistas. En este caso, la ‘fiesta nacional’. En sus escenarios se ven, cada día más, espacios vacíos en sus ‘tendidos’. Cada día es más usual en la España del siglo XXI, afortunadamente…
‘Decálogo’ de una muerte anunciada, tras su prohibición en la ‘civilizada’ Catalunya, que tira del resto de las Españas hacia la modernidad
Según la Real Academia de la Lengua Española (RAE), una corrida de toros es “una fiesta que consiste en lidiar cierto número de toros en una plaza cerrada”. Por su parte, lidiar es “luchar contra el toro hasta darle muerte”. La tauromaquia es definida como “la ciencia del toreo”. Toda ciencia, incluso ésta, se estructura como un conjunto de reglas, observaciones y maneras en que la corrida y la lidia de toros debe realizarse para cumplir su objetivo final: la muerte del animal. “La corrida de toros es un deporte”. La definición de deporte según la RAE: “actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas”; hasta aquí estaríamos de acuerdo. Pero, decir que el toreo es un deporte de competencia igualitaria entre dos rivales, es falso, pues esta condición no se cumple. Los sucesivos escándalos por el afeitado de los toros (cortar o limar la punta de los cuernos al toro para que su lidia resulte menos peligrosa) o las investigaciones que han dejado ver la manera en que los toros son preparados para la corrida en toriles; dejan mucho que desear a una afirmación como que el enfrentamiento se da entre dos rivales en iguales condiciones. Hoy una corrida de toros es un espectáculo de engaño y falsedad, donde los machos se enfrentan a un animal completamente minado en sus facultades físicas mediante el cansancio y el dolor.
“Los toros son una tradición, y las tradiciones hay que mantenerlas”. ¿Desde cuándo las apologías a la violencia y la destrucción son dignas del perpetuar histórico? Tradiciones como la ablación femenina o la esclavitud -que persisten hoy en día- nos horrorizan… ¿por qué no una tradición cruel y sádica como la fiesta de los toros? Porque se trata de animales, seres autómatas para algunos, o medios al servicio de los fines humanos, para otros. Las tradiciones sustentadas en la violencia y el aniquilamiento no hacen más que perpetuar éstos comportamientos como dignos de práctica y seguimiento: si podemos matar un animal, ¿por qué no podremos matar también a nuestro enemigo político, o a todo aquel contra el que nuestras diferencias se vuelquen? Las tradiciones deben ser soporte de lo que nos define y construye, pero también de lo que esperamos en el futuro. La pretendida racionalidad de nuestras sociedades, y los nobles objetivos pacíficos en el mundo, están amenazados toda vez que dejamos a este tipo de tradiciones ser fundamento formativo de las nuevas generaciones.
Premiar al diestro a merced de las orejas y/o la cola de un pobre animal que ha sido el fantoche en la farsa
“Las corridas de toros son un arte” El arte es un proceso de creación y construcción, que da vida, no la quita. Como interpretación de una representación mental, algunos autores han definido al toreo como seductor, en tanto niega lo absurdo y trágico de la muerte humana, trascendiendo y humillando la animalidad del toro. Para mi amigo, el psiquiatra Pablo Gallastegui, jefe del Centro de Salud Mental de mi ciudad, Eibar, en Gipuzcoa, País Vasco, España, el toro le recuerda al hombre la angustia por lo limitado de su naturaleza animal, y se proyecta en una superioridad simulada ideando instrumentos de tortura y lidiando al toro con ellas a través de las diferentes suertes o lances de la corrida. Con ello, el torero representa la trascendencia a su propia condición mortal, a su propia condición animal. Sin embargo, lo que sucede no es el enfrentamiento de toro con torero, sino un animal contra el arsenal del torero. Éste destruye y aniquila, en búsqueda de la ansiada “inmortalidad” que consigue efímeramente bajo el disfraz de la fama, de salir por la puerta grande y de premiar al diestro a merced de las orejas y/o la cola de un pobre animal que ha sido el fantoche en la farsa. Este arte no construye ni da valor. Antes bien, destruye todo lo enaltecedor del arte para la vida humana.
“El toro muere dignamente” La dignidad es un valor y una categoría construida por los humanos para simbolizarnos cosas. Pero acá es utilizada para describir desde la perspectiva del toro lo que la muerte simboliza (ría) para él. Para un animal como el toro, el dolor es el dolor y la muerte es la muerte, no son dignas ni indignas. La muerte es el fin de su vida. Y mientras más rápido y de golpe suceda, mejor -al menos, esa sería para los humanos una muerte ideal. Para un toro la corrida es la muerte inminente; porque se diga o no, toro que pisa la arena termina en la sala de despiece (aún los indultados que tras irse a la dehesa la mayoría muere por las heridas recibidas). ¿Es digna una muerte lenta, dolorosa, torturante, asfixiante? ¿Una muerte en la que un toro es obligado a someterse a las torturas de un equipo de sádicos? ¿Que dicen amar y respetar a los toros? (me imagino que los aman como una quimera y un ideal, si no me explico la tortura a la que someten a cada ejemplar en la arena). Eso no es dignidad.
La crueldad que humilla -a humanos o animales- y destruye por el dolor jamás se podrá considerar cultura
“Los toros son cultura” En 1980, la UNESCO, máxima autoridad mundial en materia de cultura, emitió su opinión al respecto: “La tauromaquia es el malhadado y venal arte de torturar y matar animales en público y según unas reglas. Traumatiza a los niños y a los adultos sensibles. Agrava el estado de los neurópatas atraídos por estos espectáculos. Desnaturaliza la relación entre el hombre y el animal. En ello, constituye un desafío mayor a la moral, la educación, la ciencia y la cultura”. La cultura entendida según la RAE como “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social…” sólo será constructiva y válida mientras apueste por dar valor al ser humano, transformarlo en un ser más sensible, más inteligente, y más civilizado.
La crueldad que humilla -a humanos o animales- y destruye por el dolor jamás se podrá considerar cultura. Esas sólo serán costumbres odiosas contra el mundo y contra sí mismos. Aun así, la AIT (Asociación Internacional de Tauromaquia) ha pedido a la Unesco que la tauromaquia sea considerada parte de los “Bienes Intangibles del Patrimonio de la Humanidad”. Si la violencia, la crueldad y la barbarie son consideradas “Patrimonio de la Humanidad”, esta petición será acogida.
¿Por qué los sacerdotes promueven las fiestas patronales con toros? “Poderoso caballero en Don Dinero”, escribía Francisco de Quevedo
“Son parte de la tradición religiosa, que honra a la virgen y a algunos santos”. Este es un gravísimo error. La iglesia en varias oportunidades, ha condenado la celebración de fiestas en que se torturen y maten animales. El papa Pío V en 1567 promulgó una bula en que “condena estos espectáculos torpes y cruentos”, estableciendo pena de excomulgación para clérigos, emperadores, reyes y cardenales que fomentaran dichos espectáculos. En 1920 el secretario del Estado Vaticano, cardenal Gasparri declaró que “la iglesia continúa condenando en alta voz, tal como lo hiciera el papa Pío V, estos sangrientos y vergonzosos espectáculos”.
Juan Pablo II, haciendo un estudio de la Biblia dice que “el hombre, salido de las manos de Dios, resulta solidario con todos los seres vivientes, como aparece en los salmos 103 y 104, donde no se hace distinción entre los hombres y los animales”. ¿Por qué los sacerdotes que promueven las fiestas patronales y las iglesias encargadas de ellas, hacen caso omiso de estas palabras de sus líderes? Será por motivos económicos, pienso: “Poderoso caballero es Don Dinero”, escribía Francisco de Quevedo.
Como cualquier animal cefalizado y con un sistema nervioso central, ¿cómo no sentirá un toro la puya, las banderillas o la espada?
“Sin corridas no habría toro bravo, éste desaparecería”. El toro es un animal herbívoro. Gran parte de su vida consiste en buscar pastos para alimentarse, y no es bravo sino en las luchas territoriales, en la lucha por la reproducción y/o en situaciones de peligro. El toro es artificialmente manipulado y provocado para que responda de manera agresiva al torero. La casta brava de los toros ha sido genéticamente manipulada por el hombre para que sus ejemplares sean agresivos, tal como se han manipulado los ganados lecheros o de carne. En este caso, que se termine la fiesta de los toros significará el fin de la bravura del toro que es económicamente explotada por las ganaderías. No significa el fin de los toros, porque toros más -o menos- bravos pueden darse en otras sub-especies de toros. Sus dehesas pudieran organizar ‘safaris’ para contemplar a los toros en el campo. Las subvenciones públicas pudieran destinarse a este fin, amén de la recaudación de los visitantes.
“El toro no sufre”. Como cualquier animal cefalizado y con un sistema nervioso central, sí siente: si vemos a una mosca posarse sobre el lomo de un toro, apenas la percibe éste trata de espantarla. ¿Cómo no sentirá un toro la puya, las banderillas o la espada? ¿O acaso el toro se orina y defeca en la corrida, porque le da pánico escénico? Peor si pensamos que en los toros no sólo éste es torturado, muchas veces los caballos de rejoneadores y/o picadores también caen heridos…Y ellos también sienten.
“El toro bravo nació para eso”. El toro bravo fue criado y predeterminado por los criadores para ese destino. Fue un capricho y una voluntad humana, movida por diferentes intereses para los que el animal era un medio, lo que selló su suerte con ese destino. Ni Dios ni la patria ni la tradición hicieron del toro bravo lo que es. Fue el hombre quien lo manipuló y lo llevó a la medida de sus deseos. ¿Es justo darle vida a un animal para quitársela en un acto pleno de dolor y crueldad? No podemos olvidar que un toro vive veinte años y los destinados a las corridas tienen apenas cinco años.
El regocijo en la tortura y la muerte de un animal son símbolos inequívocos de cierta decadencia, al estilo de la Roma del pan y el circo
“El que quiera ver los toros que los vea, el que no que se vaya”. Podría decirse lo mismo de la pedofilia: el que quiera hacerlo que lo haga, los otros, que hagan vista gorda y sigan su vida. Las temporadas taurinas, las escuelas y las ganaderías se financian con dineros públicos a través de donaciones, exenciones de pago de tasas, subsidios. Un porcentaje importante de personas que están contra las corridas de toros (68,8% de los españoles) no querrían que sus dineros fueran a dar al fomento de esta cruel tradición. Es fácil vivir la vida no mirando lo feo que ésta tiene. El regocijo en la tortura y la muerte de un animal son símbolos inequívocos de cierta decadencia -al estilo de la Roma del pan y el circo-. Habemos quienes no podemos mirar hacia el lado cuando un animal sufre, y no tenemos reparo en reclamar frente a esto, tenga la tortura forma de torero, matarife, maltratador, vendedor de mascotas o empresario de entretenciones que exploten animales…
Sé que algunos argumentos quedan fuera del artículo, pero creo que éstos resumen los más importantes. Finalmente, me pregunto ¿Por qué siempre han de darse argumentos contra las corridas de toros?: Acaso la crueldad ¿no es crueldad siempre, independientemente de si la víctima que la recibe es humano o animal? No deberíamos dar estos argumentos si los seres vivos humanos o animales, fueran plenamente respetados en su ser individual… sin embargo eso no sucede hoy en día. Por eso, explicitar nuestros diferentes puntos de vista es clave para iniciar una conversación y motivar los cambios que nuestras sociedades necesitan para mejorar. El tiempo nos va a dar la razón. Las corridas de toros es una ‘muerte anunciada’ y será a las cinco de la tarde…, también en nuestro territorio de Cancún, Playa del Carmen, Chetumal… y el resto de Quintana Roo.
Un Hemingway ebrio de vino obligara a beber Coca-Cola a una mula, que poco después debería arrastrar al desolladero a un toro martirizado
Puesto que Hemingway fue el más famoso publicista ante el mundo de todos nuestros veranos sangrientos en España, empezando por el fraticida de 1936 y terminando por los encierros de Pamplona, he aquí un acto realizado por este personaje, que revela su verdadera actitud ante la fiesta taurina, más allá de la faramalla literaria con que la exaltaba. Sucedió en 1959 durante la última visita que realizó Hemingway a los ‘Sanfermines’. A las cuatro de la tarde, camino de la plaza de toros, la reata de las mulas del arrastre con colleras de campanillos pasaba por delante de Casa Marceliano, situada en la trasera del Ayuntamiento, donde el escritor estaba de sobremesa rodeado de algunos aduladores igualmente borrachos. Al parecer Hemingway tuvo un rapto de inspiración. De repente se plantó en mitad de la calzada con una Coca-Cola familiar en la mano, mandó parar a la comitiva y vació a la fuerza el refresco en la boca de una de las mulas en medio del fragor de las peñas que le reían la gracia.
El hecho de que un Hemingway ebrio de vino obligara a beber Coca-Cola a una mula, que poco después debería arrastrar al desolladero a un toro martirizado, es suficiente motivo para pensar que tanto esta fiesta sangrienta como aquel escritor fanfarrón, degustador de toda clase de violencias, estaban ambos dos ya fuera de tiempo. La decadencia de este rito bárbaro de acuchillar reses bravas en público en medio del jolgorio es ya imparable. Felizmente las plazas de toros pronto serán mostradas por los guías a los turistas como espacios donde antiguamente se celebraba una carnicería, que algunos llamaban cultura, cuando no era más que una mezcla sustancial de mugre, sangre, muerte, señoritismo y caspa. Ya queda poco para que desaparezca del mapa esta fiesta y las mulillas de arrastre se la lleven al desolladero de la historia con Ernest Hemingway a la cabeza.
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