EL BESTIARIO
Francisco abraza la evidencia científica del cambio climático debido a la actividad humana y critica a políticos y empresas en su encíclica ‘Laudato Si’, arrinconando a negacionistas ante la Cumbre de París, “hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común”
SANTIAGO J. SANTAMARÍA
El papa Francisco habla en su primera encíclica de anhídrido carbónico, de óxidos de nitrógeno, de combustibles fósiles frente a energías renovables, de fertilizantes y detergentes que dañan los ríos y mares, de corredores biológicos… Es, en definitiva, una encíclica, ‘Laudato Si’ cargada de argumentos científicos en la que el máximo responsable de la Iglesia católica abraza las evidencias sobre la vinculación entre el calentamiento global y el hombre.
“Hay un consenso científico muy consistente”, dice el Pontífice, «que indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático”. “Es verdad que hay otros factores (como el vulcanismo, las variaciones de la órbita y del eje de la Tierra o el ciclo solar), pero numerosos estudios científicos señalan que la mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas se debe a la gran concentración de gases de efecto invernadero (anhídrido carbónico, metano, óxidos de nitrógeno y otros) emitidos sobre todo a causa de la actividad humana”, apunta Francisco, que arrincona así a los negacionistas del cambio climático. El papa denuncia que “hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para no ver afectados sus proyectos”. La encíclica del Papa no solo aborda las causas y consecuencias del cambio climático. También se adentra, y concreta, otros problemas medioambientales…
“El acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, determina la sobrevivencia de las personas”
Agua. Francisco advierte de la pérdida de calidad de las aguas, de la contaminación de los acuíferos y de los problemas de acceso a este recurso en África. Pero hay más: “Mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso escaso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado”. En su opinión, “el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos”.
Biodiversidad. “La pérdida de selvas y bosques implica al mismo tiempo la pérdida de especies que podrían significar en el futuro recursos sumamente importantes, no sólo para la alimentación sino también para la curación de enfermedades y para múltiples servicios”. El Papa habla de la “alerta” que despierta conocer la “la extinción de un mamífero o de un ave, por su mayor visibilidad”. Pero añade: “para el buen funcionamiento de los ecosistemas también son necesarios los hongos, las algas, los gusanos, los insectos, los reptiles y la innumerable variedad de microorganismos”. También critica la deforestación de los “pulmones del planeta”, como la Amazonia o la cuenca fluvial del Congo.
Océanos. “El problema creciente de las aguas contaminadas y de la protección de las áreas marinas más allá de las fronteras nacionales sigue representando un desafío importante”, opina el Papa. “Tenemos que acordar esquemas de gobernanza para el conjunto de lo que se suele llamar los bienes comunes mundiales”, propone. También alerta en su encíclica de los problemas de las barreras de coral, que “hoy ya son es estériles o están en un continuo estado de declinación”.
“Los cambios y de la degradación se manifiestan tanto en catástrofes naturales regionales como en crisis sociales o incluso financieras”
El último informe de síntesis del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), en el que participaron más de 800 científicos, concluía que “las emisiones de gases de efecto invernadero y otros impulsores antropógenos han sido la causa dominante del calentamiento observado desde mediados del siglo XX”. Y apuntaba a que los efectos de este cambio ya se notan en todo el planeta. “Parecen advertirse síntomas de un punto de quiebre”, dice ahora el Papa, “a causa de la gran velocidad de los cambios y de la degradación”. Estos síntomas se “manifiestan tanto en catástrofes naturales regionales como en crisis sociales o incluso financieras”.
José Manuel Moreno, catedrático de Ecología y miembro del IPCC, cree que la encíclica contiene “un mensaje muy importante que advierte de que el hombre está transformando el planeta y de que existen evidencias científicas”. La encíclica señala hacia la raíz del problema del calentamiento, que “se ve potenciado especialmente por el patrón de desarrollo basado en el uso intensivo de combustibles fósiles”. El Papa apunta al camino a seguir: “la tecnología basada en combustibles fósiles muy contaminantes –sobre todo el carbón, pero aun el petróleo y, en menor medida, el gas– necesita ser reemplazada progresivamente y sin demora”.
“El calentamiento por el enorme consumo de algunos países ricos tiene repercusiones en los lugares más pobres de la tierra como África”
Pero el pontífice da un paso más al vincular el cambio climático con las desigualdades en el planeta. “El calentamiento originado por el enorme consumo de algunos países ricos tiene repercusiones en los lugares más pobres de la tierra, especialmente en África, donde el aumento de la temperatura unido a la sequía hace estragos en el rendimiento de los cultivos”. José Manuel Moreno valora está vinculación que hace el Papa entre los problemas medioambientales y la pobreza. En su opinión, era necesario que algunas organizaciones, como es el caso de la Iglesia, se pronunciasen sobre los efectos en los países menos desarrollados.
Yolanda Kakabadse, presidenta de WWF, ha aplaudido este jueves el mensaje del Papa. “Incluye una perspectiva moral muy necesaria para el debate climático”. Por su parte, Greenpeace ha considerado que las palabras del Papa deben “sacar a los jefes de Gobierno de su complacencia” y “animarles a aprobar leyes estrictas en sus propios países para proteger el clima y acordar un potente protocolo climático en París”.
La encíclica se publica cuando el debate sobre el calentamiento está más presente, ya que París acogerá a finales de año la cumbre internacional en la que se deberá aprobar el nuevo protocolo de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que se aplicará a partir de 2020. “Las cumbres mundiales sobre el ambiente de los últimos años no respondieron a las expectativas porque, por falta de decisión política, no alcanzaron acuerdos ambientales globales realmente significativos y eficaces”, recrimina el Papa en la encíclica.
El Papa recoge el sentir mayoritario, el mundo opina que no se hace lo suficiente, sondeo realizado a 10.000 personas en 75 países
Francisco recoge así un sentir que parece mayoritario. Un reciente sondeo realizado a 10.000 personas en 75 países, el World Wide Views Climate and Energy, apuntaba a que el 70,8% de los encuestados consideraba que las negociaciones sobre el clima que la ONU celebra desde 1992 no han hecho lo suficiente para luchar contra el calentamiento global.
Ante el reto de intentar frenar este proceso, en la encíclica se afirma que ante el cambio climático hay “responsabilidades diversificadas”. “Es necesario que los países desarrollados contribuyan a resolver esta deuda (ecológica) limitando de manera importante el consumo de energía no renovable y aportando recursos a los países más necesitados para apoyar políticas y programas de desarrollo sostenible”. Se adentra así en uno de los debates que está centrando los meses previos a la cumbre de París: la petición que están haciendo los países en desarrollo para que las economías más ricas les ayuden económicamente para luchar contra el cambio climático.
“El gemido de la hermana tierra se une al gemido de los abandonados del mundo”. La encíclica del papa Francisco sobre ecología es un grito de auxilio para salvar el planeta, pero también una acusación –por momentos feroz—a la alianza de intereses políticos y empresariales que han provocado el cambio climático y condenado a la pobreza a una parte de la población. Jorge Mario Bergoglio llega a advertir: “Es previsible que, ante el agotamiento de algunos recursos, se vaya creando un escenario favorable para nuevas guerras, disfrazadas detrás de nobles reivindicaciones”.
Declaración de guerra a las grandes compañías y a los gobernantes de los países más ricos por “el uso desproporcionado de los recursos naturales”
La primera encíclica del papa Francisco –la anterior fue escrita junto a Benedicto XVI—tiene 191 páginas, se titula ‘Laudato si’ (Alabado sea, en italiano antiguo) y puede considerarse una declaración de guerra a las grandes compañías y a los gobernantes de los países más ricos que, “con el uso desproporcionado de los recursos naturales”, han contribuido al cambio climático y a la pobreza de una parte del planeta. De los seis capítulos, el primero es de una contundencia inusitada, sobre todo al denunciar la pasividad de la política ante el expolio del planeta.
“Llama la atención”, escribe Bergoglio, “la debilidad de la política internacional. El sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de las Cumbres mundiales sobre medio ambiente. Hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para no ver afectados sus proyectos”. La encíclica de Francisco, que no está dirigida solo a los políticos, sino “a todas las personas de buena voluntad”, propone un cambio radical de estilo de vida para evitar que la tierra se siga convirtiendo “cada vez más en un inmenso depósito de porquería (…). Nunca hemos maltratado y lastimado nuestra casa común como en los últimos dos siglos”.
“Llama la atención la debilidad de la reacción política internacional y cómo enmascaran los problemas”
En el primer capítulo, titulado “lo que está pasando en nuestra casa”, Jorge Mario Bergoglio aborda la interconexión entre la contaminación y el cambio climático, la mala gestión del agua, la pérdida de la biodiversidad, la gran desigualdad entre regiones ricas y pobres o la debilidad de las reacciones políticas ante la catástrofe ecológica. “Todo está relacionado”, repite una y otra vez el Papa durante su encíclica. Como ya se venían barruntando sus poderosos detractores –desde Jeb Bush a la extrema derecha italiana y vaticana–, no solo diagnostica los problemas, sino que señala a los culpables.
Según el Papa, el calentamiento originado por “el enorme consumo de algunos países ricos tiene repercusiones en los lugares más pobres de la tierra, especialmente en África, donde el aumento de la temperatura unido a la sequía hace estragos en el rendimiento de los cultivos”. De ahí que Francisco señale muy claramente la responsabilidad del actual sistema económico mundial: “La deuda externa de los países pobres se ha convertido en un instrumento de control, pero no ocurre lo mismo con la deuda ecológica. De diversas maneras, los pueblos en vías de desarrollo, donde se encuentran las más importantes reservas de la biosfera, siguen alimentando el desarrollo de los países más ricos a costa de su presente y de su futuro”.
La encíclica, que se refiere a la tierra como una hermana con la que se comparte la existencia o como una madre que acoge entre sus brazos
El Papa atribuye gran parte del problema a la voracidad de las grandes compañías, pero también a la falta de una respuesta valiente por parte de los gobernantes: “Llama la atención la debilidad de la reacción política internacional”. Bergoglio se muestra aquí especialmente duro con los políticos que “enmascaran” los problemas ambientales o subestiman las advertencias de los ecologistas. “Las predicciones catástroficas”, advierte, “ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía. A las próximas generaciones podríamos dejarles demasiados escombros, desiertos y suciedad”.
El Papa intenta desenmascarar a los gobernantes que, para enmascarar “su sometimiento a la tecnología y las finanzas”, fingen un interés que no tienen: “Así solo podrían esperarse algunas declamaciones superficiales, acciones filantrópicas aisladas, y aun esfuerzos por mostrar sensibilidad hacia el medio ambiente, cuando en la realidad cualquier intento de las organizaciones sociales por modificar las cosas será visto como una molestia provocada por ilusos románticos o como un obstáculo a sortear”.
La encíclica, que se refiere a la tierra como una hermana con la que se comparte la existencia o como una madre que acoge entre sus brazos, llega a tocar aspectos muy sensibles para algunos sectores de su parroquia. Bergoglio advierte incluso de que la propiedad privada no puede estar por encima del bien común.
“El primer principio de todo el ordenamiento ético-social es la subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes”
Dice que una regla de oro del comportamiento social “y el primer principio de todo el ordenamiento ético-social” es el “principio de subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes”. Y añade una de las frases que sin duda provocarán un respingo a quienes, desde los sectores más conservadores de dentro y fuera de la Iglesia, ya le venían acusando de comunista. Dice el Papa: “La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada”.
Eso sí, el papa revolucionario se cura en salud apoyándose a continuación en Juan Pablo II: “Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguna”. La última frase, eso sí, Francisco la resalta con la intencionalidad de las cursivas.
Jorge Mario Bergoglio cita a sus predecesores para dejar constancia de que también ellos mostraron preocupación por la destrucción del planeta. “Hay que eliminar las causas estructurales de las disfunciones de la economía mundial”, dijo Benedicto XVI, “y corregir los modelos de crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente”. Pero no hay duda de que Francisco va más allá. En el fondo y también en la forma. Porque Francisco sale de los recintos del Vaticano e incluso de la fe cristiana para “reconocer, alentar y dar las gracias” a todos aquellos que “trabajan para garantizar la protección de la casa que compartimos”.
Bergoglio dice que hay un interés tácito, una especie de acuerdo no escrito entre los gobernantes y los privilegiados ciudadanos de los países ricos, para mirar para otro lado: “Como suele suceder en épocas de profundas crisis, que requieren decisiones valientes, tenemos la tentación de pensar que lo que está ocurriendo no es cierto. Si miramos la superficie, más allá de algunos signos visibles de contaminación y de degradación, parece que las cosas no fueran tan graves y que el planeta podría persistir por mucho tiempo en las actuales condiciones. Este comportamiento evasivo nos sirve para seguir con nuestros estilos de vida, de producción y de consumo. Es el modo como el ser humano se las arregla para alimentar todos los vicios autodestructivos: intentando no verlos, luchando para no reconocerlos, postergando las decisiones importantes, actuando como si nada ocurriera”.
El Papa, que pide una “revolución cultural” para afrontar la creciente destrucción del planeta, aclara que no es partidario de regresar a las cavernas, pero sí de reflexionar sobre el inmenso poder que, a través de la ciencia y la tecnología, los más poderosos tienen entre sus manos: “No podemos ignorar que la energía nuclear, la biotecnología, la informática, el conocimiento de nuestro propio ADN y otras capacidades que hemos adquirido nos dan un tremendo poder. Mejor dicho, dan a quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero. Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien”.
‘Laudato si’ son palabras tomadas de Francisco de Asís no en latín, otra novedad, sino en dialecto umbro, no parece una encíclica clásica
Al poco de ser elegido, Francisco decidió mantener en su emblema papal el lema de su escudo cardenalicio, ‘Miserando atque eligendo’ —“lo miró con misericordia y lo llamó”—, pero a la vista de sus propias palabras en Río de Janeiro, y de lo que sucede con numerosas cosas en las que interviene, tal vez sería más acertado que lo cambiara por un “armen lío”, que en latín sería algo así como ‘tumultuantur’.
El último lío franciscano gira en torno a la encíclica presentada ayer en Roma. Técnicamente se trata de la segunda de su pontificado, pero en realidad es la primera exclusiva de Jorge Bergoglio, que ha elegido sacar “a la calle” —otra vez sus propias palabras— no solo a la Iglesia sino a las encíclicas. Y no ya a la calle; al campo. De hecho, el tema elegido es la ecología. Como la previsibilidad y el lío congenian mal, también por primera vez una encíclica se ha filtrado antes de que sea presentada y la oficina de prensa del Vaticano ha sancionado al periodista al que acusa de haberlo hecho: el veterano vaticanista Sandro Magister, que ha vuelto a demostrar que a veces, por muchos años que se tengan, a un periodista, ante la tentación de una exclusiva, no lo amedrentan ni las penas del infierno.
Esta no va a ser la única cosa por la que va a dar qué hablar esta encíclica. Mirado superficialmente en sus 187 páginas, más cuatro de las portadas y contraportadas, el texto de Francisco plantea una advertencia sobre la fragilidad del medio ambiente; pero lo que hace es una llamada de atención sobre el ser humano y la vida que está conformando en nuestro planeta. Es un texto que no va a gustar a mucha gente, tanto de dentro de la Iglesia como de fuera.
Dentro, porque ‘Laudato si’ —que así se llama el documento y son palabras tomadas de Francisco de Asís no en latín, otra novedad, sino en dialecto umbro— no parece una encíclica clásica. No cita ninguno de los cuatro Evangelios hasta la página 65 y la mayor parte de las referencias bibliográficas no son de textos espirituales, sino de documentos de conferencias episcopales que abordan temas sociales. Las encíclicas son textos dirigidos fundamentalmente a los creyentes, pero este a veces parece que está redactado para quienes no creen. Y fuera tampoco va a sentar bien. El Papa enarbola una reivindicación social inédita en sus formas que a muchos les puede parecer una invasión de su hasta ahora exclusivo territorio ideológico. Francisco denuncia una relación directa entre destrucción del medio ambiente, pobreza y explotación económica y advierte que no sirve luchar contra uno de estos tres factores si no se atacan los otros. Al mismo tiempo, alza la voz contra la tecnificación obsesiva y un falso humanismo que, en el fondo, relega a la persona en beneficio de la máquina.
En la época de ese mantra convertido en dogma laico que es digital first, Bergoglio contrapone su las personas primero y, con ellas, la naturaleza. Usa la ecología como excusa para hablar del hombre y de Dios. Puede parecer un lío, pero conociendo al Papa porteño, en ‘Laudato si’ hay mucho más que tumultuantur.
Francisco abraza la evidencia científica del cambio climático debido a la actividad humana y critica a políticos y empresas en su encíclica, arrinconando a negacionistas ante la Cumbre de París, “hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común”.
@SantiGurtubay
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