DIEGO GARCEDO ES un periodista, asturiano de Cangas de Onís. Fue director de Radio Nacional de España. Corresponsal en Nueva York y Portugal. Es Presidente de la Asociación de Periodistas Europeos y estuve a punto de conocerlo en Bruselas, cuando acudì a denunciar a un pseudo periodista.talibàn establecido tramposamente en Cancùn: Agustìn Ambriz. AUNQUE ME RECIBIERON MUY BIEN EN LA ASOCIACION DE PERIODISTAS EN BRUSELAS (HAY QUE DECIRLO…) GARCEDO NOE STABA Y EN SU LUGAR ME ATENDIO EN LA OFICINA DE GARCEDO, SU SEGUNDO DE ABORDO…
A mí me parece bien porque los desnudos femeninos me gustan al natural y sin maquillaje que siempre acaba dejándote pringada la barba. En esto al menos voy por delante de muchos hombres a quienes les gustaba deleitarse con los pormenores artísticos del interior que las mujeres ocultan cuando salen a la calle. La pornografía siempre ha sido un escape para la represión y un reducto de rebeldía con el atractivo de lo prohibido.
Pero se acabó. Payboy se rinde a los nuevos tiempos y sus imitadores seguramente acabarán haciendo lo mismo muy pronto. Al parecer los expertos en marketing de la revista se han percatado de que los desnudos fotográficos se han proliferado tanto en Internet y hasta en las hojas parroquiales que ya no erotizan ni a los más reprimidos. Al personal ahora le gusta más – aseguran los expertos – imaginarse lo que hay debajo de una blusa recatada y detrás de unos jean ajustando culo que la perfección de una geometría corporal diseñada por ordenador.
Los diseñadores de moda imagino que estarán haciéndose un lío con la aguja y las tijeras. A ver cómo resuelven su futuro. A este paso pronto veremos que nada atraerá más que una mujer con burka irrumpiendo en los saraos y moviéndose igual que un robot tuerto. La verdad es que a uno, que disimula su machismo todo cuando puede, esta decisión de los editores del Playboy, le parece oportuna, sabia y lógica. Ya vamos siendo mayores como para seguir necesitando ayuda visual para que las complicaciones del sexo se valgan por si solas.
Lo lamento, eso sí, por los fotógrafos que se ganaban honradamente la vida retratando tías buenas como Dios las envió a este mundo y ellos sin comerse una rosca más allá de abrir y cerrar objetivos ópticos. Y también lo siento por ellas, por las modelos, mayormente rubias – ignoro por qué, con lo buenas que están también las morenas – que se ganaban su sustento a base de posar de mil maneras, tiritando a menudo de frío o sufriendo el calor del plató, y sin poder comer un puñetero bombón sin riesgo de coger unos milímetros de cintura y perder el empleo»