Si algo caracterizó el siglo XX fueron cientos de revoluciones alrededor del mundo, tanto políticas como sociales. Además, con el desarrollo de los medios masivos de comunicación, la población mundial tuvo la oportunidad de presenciar todos los cambios que generaban las personas en distintos países. Vimos cómo la música cambió paradigmas sociales —o al menos lo intentó—, así como el cine se convirtió en una forma de expresión política y personal. Pero una de las tantas revoluciones sigue teniendo cambios hasta nuestros días: la femenil.
Durante siglos, las mujeres fueron silenciadas y sus pensamientos fueron limitados por culpa de los hombres por distintos motivos. Incluso podríamos decir que parecía que tenían miedo de las habilidades y la forma de pensar de las mujeres. Existe también la creencia de que en realidad los jóvenes y las mujeres son los únicos que tienen la capacidad suficiente de hacer un cambio en el mundo controlado por los ideales del género masculino, que durante generaciones ha tratado de limitar el pensamiento de estos grupos. Actualmente vemos cómo los resultados de éstos han afectado de forma benigna al mundo, comprobando que existe la posibilidad de un cambio en la sociedad machista, aferrada al pasado y las tradiciones.
Pero el hecho que los hombres hayan tratado de callar al género femenino no significa que durante esos siglos lo hayan logrado. Una mujer alemana llamada Hildegard von Bingen pudo haber sido precursora de una revolución incluso siglos antes de que comenzara.
Von Bingen, quien nació en 1098, fue una monja que sufría de visiones desde que era pequeña. Vivió en la comunidad religiosa durante toda su vida, teniendo una existencia básicamente normal. Al principio escribió sobre sus observaciones del mundo religioso y natural, además de incursionar un poco en Medicina. Era tan buena en su ámbito que incluso aconsejó a arzobispos, reyes, emperadores y tuvo una relación cercana con el papa Eugenio hasta convertirse en su consejera, algo impensable para una mujer en ese entonces.
Desde que sus visiones comenzaron a empeorar decidió documentarlas, lo que resultó en algunos análisis que se convirtieron en temas controversiales para la época, ya que estudió el ámbito sexual tanto femenino como masculino sin miedo alguno. Así se convirtió probablemente en la primer sexóloga de la historia. Su primer aseveración definitiva fue que aseguró que el placer involucraba a las dos figuras, dándole protagonismo por primera vez al placer femenino.
Von Bingen es responsable de desarrollar la primer descripción del orgasmo femenino desde el punto de vista de una mujer. Pero no se detiene ahí, Hidegard aseguró que el acto sexual era bello, sublime y apasionado, lo que era básicamente escandaloso para la época —siglo XII— especialmente en su contexto religioso.
“Cuando la mujer se une al varón, el calor del cerebro de ésta, que tiene en sí el placer, le hace saborear a aquél el placer en la unión y eyacular su semen. Y cuando el semen ha caído en su lugar, este fortísimo calor del cerebro lo atrae y lo retiene consigo e inmediatamente se contrae la riñonada de la mujer, se cierran todos los miembros que durante la menstruación están listos para abrirse, del mismo modo que un hombre fuerte sostiene una cosa dentro de la mano”.
Además de desarrollar un mapa del universo basado en una vagina, Hildegard describió los genitales del hombre como un tabernáculo, una estructura fuerte y una flor madurando.
“El viento que está en su lomo es más feroz que airado. Tiene dos tabernáculos bajo su orden dentro de los que sopla como un par de rugidos. Esos tabernáculos rodean el tallo de todos los poderes del hombre, como edificios pequeños puestos al lado de una torre para defenderse. Por esa razón hay dos, para que puedan rodear con más fuerza el tallo, hacerlo firme, sostenerlo y, más adelante, para que puedan capturar más fuertemente y aptamente el viento que mencioné previamente y atraer y emitirlo en una manera pareja, como un par de rugidos soplando en conjunto hacia un incendio. Es entonces cuando erigen el tallo en su poder, lo sostienen fuertemente. De esta forma el tallo crece a través de su retoño”.
El aire al que se se refiere va aunado a la idea del Espíritu Santo. El tabernáculo es un lugar que contiene presencia divina. Es algo curiosa la percepción histórica de von Bingen, debido a que en ese entonces existían descripciones asquerosas relacionadas con el órgano sexual masculino. Ella lo veía de otra forma, podía exhibir la divinidad en el sexo de las personas y del mismo modo, apreciaba la urgencia de la pasión sexual.
Von Bingen expandió de forma increíble el aspecto sexual y religioso de nuestra humanidad. Además, por su misma condición psicológica se inspiró para compartir todos sus conocimientos medicinales e incluso desarrolló su propio lenguaje, conocido como “Lingua Ignota”.
La vida y trabajo de von Bingen son dignos de una colección enorme. Su mente atormentada, su curiosidad, impulsos, deseos y demás características, que la fortalecieron como mujer, hicieron que se formara como una figura absolutamente ejemplar. Pero no fue sino hasta 2012 que fue canonizada por Benedicto XVI, lo que nos demuestra que sus conocimientos eran demasiado controversiales para aquellos tiempos.
El mundo moderno la recibe con los brazos abiertos y se ha convertido en una figura de culto. Hildegard von Bingen unió la religión y nuestras condiciones humanas con la sexualidad, además de los misterios psicológicos que suelen atormentar la mente de algunas personas.
Su revolución pudo haber sido detenida en aquel entonces, pero actualmente es un peldaño más en el cambio social de la guerra femenil. Indudablemente, si las mujeres pudieran elegir una figura deberían desechar a Frida Kahlo y elegir a Hildegard von Bingen.