El hecho de convertirse en padres le da la vuelta a la vida, y no es ninguna exageración. Cuando un pequeño ser humano aparece en casa, sus progenitores por lo general se vuelven locos de alegría, y a menudo no se dan cuenta de la cantidad de trabajo que va a requerir su futura críanza. Si bien ningún padre en su sano juicio quiere perjudicar a sus hijos, es imposible estar completamente preparado para dar ejemplo al cien por cien bueno a un niño: al fin y al cabo, nadie enseña a los adultos a cumplir este papel de forma directa…
Justamente por ello, muchos de los papás terminan cometiendo errores que, aunque son comunes a más no poder, pueden terminar afectando la índole de sus pequeñínes. Conscientes de que «más vale prevenir que curar», queremos acercarte las 3 costumbres paternales capaces de influir en los niños de manera nociva. ¡Te sorprenderás viendo de cuáles de los hábitos se trata!
1. No permitirles cometer errores
Cegados por sus propias ambiciones y ganas de presumir con sus hijos, muchos padres suelen reaccionar mal a cualquier error cometido por sus retoños. Al hacer eso, parecen olvidarse de una de las cuestiones cruciales para el desarrollo adecuado de los niños: ¡errar y equivocarse forma parte del aprendizaje! Por consiguiente, es lógico que los que tienden a reprochárselo todo el tiempo en vez de dejarles cometer errores, influyan en el autoestima de los pequeños de una manera muy negativa.
Solución:
Aunque los padres deben cuidar de sus hijos y protegerlos, todo en exceso es malo. Para no convertir a nuestros descendientes en seres dependientes, merece la pena darles algo más de libertad y permitir que experimenten con sus propias carnes que cometer errores no es algo malo, sino normal. Lo importante es que los chicos se den cuenta de las cosas que hacen mal y que sepan sacar conclusiones de ellas. ¡Así escarmientan y aprenden asumir la responsabilidad por todo lo que hacen!
2. Creer que piensan como los adultos
Otra costumbre paternal que termina afectando la seguridad de sí mismos de nuestros peques es la de intentar mostrarles que algunas cosas son «muy fáciles»… y hacerlo a la fuerza. Viendo que un niño no logra hacer algo que a los adultos les parece una tontería, lo último que hace falta hacer es comentárselo. Aunque a algunos les cueste entenderlos, los niños no lo ven todo tan simple como sus padres, y algunas situaciones o tareas pueden superarlos de verdad. Asegurarles de que algo es «fácil» a pesar de todo les hará pensar que, al no poder con ello, hay algo que falla en ellos mismos.
Solución:
En vez de seguir repitiendo la misma frase, vale la pena emplear otras para alentarlos a tomar el riesgo de equivocarse. Un buen ejemplo aquí puede ser: «Sé que esto parece difícil, pero si sigues probando, al final lo vas a conseguir». Los comunicados así dejan bien claro que con cierta perseverancia y algo de esfuerzo los nenes pueden lograrlo todo (incluso a pesar de sus limitadas capacidades). Al mismo tiempo, fortalecen la autoestima y suponen una excelente forma de motivación.
3. No dejarles hacer las cosas
Pese a lo que opinan muchos padres en la actualidad, hacer las cosas por los niños NO les ayuda. Más bien, les hace creer que repetirlo siempre forma parte de las responsabilidades de sus cuidadores, y que sin ellos es imposible salir de apuros. Al fin y al cabo, su nivel de dependencia aumenta igual que la seguridad de que los mayores sí que pueden -y deberían- resolver todos los problemas por ellos. Por si fuera poco, cuando tienen que hacer algo solitos se sienten inútiles e incapaces de solucionarlo.
Solución:
Para no permitir que esto ocurra, hay que intentar dejar que los retoños hagan algunas cosas sin la ayuda de nadie (por más que se equivoquen o no las realicen bien). Con ello es posible demostrarles con pelos y señales que su esmero puede traer frutos y quedará reconocido. ¿Existirá una forma más eficaz de mejorar su autoestima? Claro que no: ya que este hábito les permite sentirse a gusto con ellos mismos.
Fuente: Paralacuriosos.com