Hay cosas que se mudan a nuestros interiores. Que se quedan a vivir aquí. Y a veces hacen ruido y no podemos silenciarlas porque son nuestros propios ruidos.
Hay cosas que duelen.
Que se alojan en nuestros cuerpos y un día pinchan
Cosas que dejamos pasar y ahora nos arrepentimos.
Cosas que nos han cambiado irremediablemente, que han hecho de nosotras y nosotros seres distintos.
Hay cosas que no se pueden olvidar.
Que se graban a fuego en la cabeza y nos asaltan en los momentos felices.
O cuando dormimos.
Porque hay cosas que se mudan a nuestros interiores.
Que se quedan a vivir aquí.
Y a veces hacen ruido y no podemos silenciarlas porque son nuestros propios ruidos.
Hay cosas que suceden.
Que no podemos evitarlas.
Que son puros accidentes igual que lo es que empiece a llover o un vaso que se cae.
Cosas que hacen que la gente desaparezca.
Cosas que hacen que no vuelvas a ver a alguien nunca más.
Hay cosas que hacen añicos aquello que crees que eres.
Pero la existencia continúa.
Da igual porque la gente sigue levantándose y yendo a comprar el pan.
No importa eso tan grave y terrible que haya podido sucederte a ti porque el mundo sigue girando.
Y eso todavía te produce más dolor.
Te hace sentir más insignificante.
Te despiertas y los árboles siguen ahí y el cielo y los ojos de los demás.
Hay cosas que duelen.
Pero lo verdaderamente significativo es qué haces tú con esas cosas.
Ojalá pudieras cambiarlas, pero no puedes.
Y lo único que te quedan son todo ese aire.
Que le hubiera gustado tener a los que ya no están.
Fuente: cuerpomente.com