El miedo a cometer errores llega a ser un problema enorme cuando nos impide avanzar y progresar en la vida. La solución pasa por liberarnos de este temor.
Un porcentaje enorme de personas en nuestros días viven frenadas y paralizadas por el miedo a cometer errores. No se atreven a seguir sus intuiciones ni luchan por sus sueños. Prefieren permanecer estancadas en vidas monótonas e insatisfactorias antes que lanzarse a probar algo nuevo.
Esto rompe con el continuum de nuestra especie, ya que el ser humano se caracteriza por su afán exploratorio, una sed de conocimiento que a lo largo de las historia le ha empujado a conquistar todos los rincones del planeta.
Gracias a este ímpetu aventurero, nuestros antepasados se atrevieron a cruzar océanos, montañas y desiertos, a pesar de que sus empresas, a priori, parecían estar abocadas al fracaso. Lo hicieron porque el miedo no los frenaba cuando se lanzaban a explorar.
Tampoco los bebés y los niños pequeños se cuestionan si serán capaces de caminar, de comer solos o de aprender a hablar. Simplemente, practican, mejoran y, si fallan, vuelven a intentarlo. ¿Por qué nos hemos desconectado tanto de esa valentía innata?
No han enseñado a no permitirnos fallar
Muchas personas que llegan a mi consulta se sienten paralizadas solo con pensar en intentar algo y fracasar en su empeño. La mayoría reconoce que su mayor temor –el que más las frena– es el miedo a cometer un error. El origen de este miedo paralizante está en la infinidad de mensajes limitantes que escuchan los niños a lo largo de sus infancias y adolescencias.
El acervo ideológico de muchas familias está plagado de “cuidado, puedes hacerte daño”, “si estás bien, no te muevas” o “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Por ello,los niños asimilan inconscientemente que es mejor quedarse quietos antes que atreverse a probar algo nuevo y arriesgarse a fallar. También interiorizan que lanzarse a explorar nuevas experiencias es una empresa sumamente peligrosa y dañina.
Los niños también reciben este impacto negativo en las escuelas, en las que sistemáticamente se penaliza el error. Más que asumir los fallos como algo natural y necesario en el proceso normal de aprendizaje, los cuadernos de los alumnos se llenan de humillantes tachones en rojo, marcando aquello en lo que se equivocaron, en lugar de alabar lo que aprendieron e hicieron bien.
Además, las notas condicionan el proceso de aprendizaje y el miedo al error se instala en ellos durante todas sus infancias y más allá. ¿Quién no ha tenido alguna vez la pesadilla de que volvía al colegio y suspendía un examen?
ÚSALO A TU FAVOR
A lo largo de sus infancias, estas personas han recibido miles de mensajes que les han reforzado la idea de que atreverse a explorar lo desconocido, a innovar, es arriesgado y peligroso. Ya de adultos, estos sujetos han interiorizado tanto esta doctrina que el simple pensar en introducir algún cambio en sus vidas puede provocarles un ataque de ansiedad.
El caso de Paloma y sus miedos infundados
Paloma acudió a mi consulta para hablarme sobre su actitud paralizante. En su primera sesión me explicó que, aunque no se sentía feliz con su vida, tampoco se sentía capaz de cambiar su situación.
Le asustaba enormemente arriesgarse a emprender algún cambio (por si no era la decisión correcta) y terminaba peor de lo que estaba. Aunque ella misma comprendía lo absurdo de su actitud, veía imposible introducir cambios en su vida.
En las siguientes sesiones empezamos a hablar sobre su familia. Su padre era un hombre autoritario que trataba de motivarla siempre mediante el miedo y la humillación. Cuando ella quería hacer alguna cosa que no era del agrado de su padre, él le decía: “cuando te salga mal, no me vengas llorando”. Y si, aún así, decidía hacerlo y fallaba, él la reprendía con el clásico “ya te lo dije”.
MUERTE, RECHAZO, ABANDONO…
Su madre era una mujer asustadiza y temerosa. No se atrevía a hacer nada que supusiera un cambio en su vida estática y segura. Por eso siempre vivieron en el mismo piso y siempre iban de vacaciones al mismo pueblo. Cualquier cambio de planes suponía para ella una catástrofe tremenda. Los mensajes que recibía Paloma desde el lado materno eran: “si estás bien, no te muevas” o “más vale malo conocido que bueno por conocer”.
Recibiendo estos mensajes, Paloma aprendió a reprimirse cada vez más a la hora de atreverse con algo nuevo. Al final ya no era necesario que sus padres la asustasen: ella misma era la que se frenaba y dejaba pasar oportunidades de cambio porque su mente le repetía una y otra vez que cambiar algo era peligroso.
Cómo dejar el miedo atrás
A lo largo de las sesiones, Paloma entendió cómo las sentencias de sus padres la habían frenado y limitado en la vida. Gracias a su proceso terapéutico pudo liberarse de las amenazas paternas y de los miedos maternos.
Empezó a cambiar su perspectiva y a comprender que, evidentemente, si no haces nada, no fallas, pero también estás perdiendo la oportunidad de aprender cosas nuevas y de mejorar tu vida.
Para dejar el miedo atrás, Paloma fue poniendo en práctica pequeños cambios, como variar las rutinas de las comidas, cortarse el pelo como de verdad quería o ir a trabajar por caminos diferentes.LIBRES Y VALIENTES
Poco a poco, se fue sintiendo más segura para afrontar otros cambios más importantesen su vida, acercándose, cada vez más, a lo que le apetecía hacer en cada momento.
¿Qué sucedería si millones de personas de todo el mundo se liberasen de este miedo al error y se atrevieran a luchar por sus sueños? La humanidad entera avanzaría y podríamos solucionar la mayoría de los problemas (sociales, políticos, medioambientales, etc.) que nos amenazan. ¿Qué sucedería si tú te atrevieses a hacer las cosas que siempre has querido a hacer? Como le paso a Paloma, vivirías con mucha más alegría y plenitud.
Fuente: cuerpomente.com