Cuando el ser humano fija sus propios objetivos su motivación aumenta; aun así es muy común que en las empresas se impongan los objetivos a los colaboradores.
El ser humano es el triple de efectivo cuando lucha por lograr objetivos que él mismo se ha definido, que cuando lucha por lograr objetivos que alguien más le impuso. Esto es muy común verlo en niños y jóvenes: cuando al niño su papá o mamá le imponen un deporte, es mucho menos efectivo que cuando él mismo define qué deporte jugar, o cuando al joven se le impone la carrera profesional, también será mucho menos productivo en ésta y tal vez hasta infeliz.
Es increíble que aún existan padres que le imponen a sus hijos carreras, clases de ciertos instrumentos musicales o deportes, y lo peor es que muchos de lo hacen porque como ellos no pudieron triunfar en éstos, ahora le asignan a sus hijos la responsabilidad de hacerlo; me parece retrógrado, es condenarlos a la ineficiencia e infelicidad.
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Cuando el ser humano fija sus propios objetivos no sólo es más eficiente en lograrlos, sino que su motivación aumenta, ya que está luchando por algo a lo que le tiene pasión, pero al mismo tiempo porque está su compromiso. Aun cuando esto lo saben muchos empresarios y directores, es muy común que en las empresas se impongan los objetivos a los colaboradores.
Como consultor, me encuentro todo el tiempo que en las empresas se practica más la imposición de objetivos que la libertad para que cada quien defina los suyos propios, y esto es una de las grandes causas, al final de cuentas, de la improductividad e infelicidad laboral. Los jefes ejecutivos no han despertado a darse cuenta que cuando dejan que sus colaboradores se definan sus propios objetivos, éstos serán incluso más altos y ambiciosos que aquellos que los jefes les hubieran definido.
Los empresarios y directores desconfían de sus colaboradores, por una parte, y por otra, les gusta tener el control de las vidas de quienes para ellos colaboran; por ello deciden crear e imponer objetivos. Ellos lo hacen por pura ignorancia y ambición. Quienes imponen objetivos en otros no respetan el principio más básico entre los humanos: el libre albedrío, la posibilidad de autodefinirse y no ser definidos. ¡Pobres de los padres y las madres que al llegar a su casa olvidan que ya quedó atrás el trabajo y siguen comportándose como jefes, aplicando con sus hijos las mismas reglas que con sus colaboradores!, y, obviamente, ¡pobres de los hijos!
Definirle siempre los objetivos a tus colaboradores, hijos, aprendices, eventualmente produce improductividad, infelicidad en el entorno, pero al mismo tiempo una gran carga física y emocional en los jefes, padres y maestros por la codependencia que se desarrolla.
En un estudio con 320 estudiantes de primaria y secundaria descubrimos que estos últimos postulados eran totalmente ciertos. A un grupo de estudiantes les impusimos el número exacto de lagartijas que deberían hacer en un concurso de deportes, mientras que a otro grupo lo dejamos autodefinirse en cuanto al número de lagartijas que se comprometían a llevar a cabo. La sorpresa llegó con los resultados: los niños que se habían autodefinido una meta lograron hacer siete lagartijas más en promedio de las que se habían propuesto, mientras que aquellos a los que se les impuso un número determinado hicieron cuatro menos de esa cantidad.
Una de las razones más filosóficas o espirituales que nos permiten explicar por qué cuando alguien se autodefine sus metas u objetivos es más feliz, motivado y productivo, es porque en su mente y corazón éstos están vinculados a algo mucho más profundo y elevado. Cuando uno define sus metas, éstas en realidad no son el fin último, sino un medio para lograr algo mucho más poderoso en la vida de un ser humano. Sin embargo, cuando alguien te impone sus objetivos, éstos tienen que ver más con sus propias intenciones de vida. Así, respetar el libre albedrío de otros en definirse sus objetivos, también implica respetar la posibilidad de que ellos tengan intenciones poderosas, humanas, espirituales en este mundo, más que sólo producir como máquinas o vender como robots.
¡Deja que tu hijo defina sus objetivos y te sorprenderá!
¡Deja que tus colaboradores definan sus objetivos y te sorprenderán!
¡Deja que tus estudiantes definan sus objetivos y te sorprenderán!
Fuente: Forbes