Aunque todos nos sabemos el refrán que dice que “es de bien nacido ser agradecido”, lo cierto es que la mayoría no le hacemos ni caso. Y deberíamos serlo ya no sólo por educación, sino por nuestro propio bien. ¿Y quiénes tienen que ser los primeros en hacerlo? Los jefes. Para dar ejemplo, claro. Así que si tu jefe no es agradecido, ya estás tardando en intentar que lo sea pasándole este artículo para que sepa por qué no lo es y por qué debe serlo.
No valora a sus empleados lo suficiente
Un jefe tiene la responsabilidad de valorar a sus empleados. Y decimos responsabilidad, porque no hacerlo más que un error sería una irresponsabilidad. Conocer los puntos fuertes y débiles de un empleado ayuda a un líder a sacarlo mejor de él y a construir un equipo sólido. No todos los empleados son iguales y si un empleado se siente valorado, se implicará más.
También te puede interesar: Cómo reconocer y denunciar el acoso laboral
Se pasa con los reconocimientos
Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Pues eso es concretamente lo que ocurre con los halagos a los empleados. Los jefes que se exceden con los reconocimientos resultan ser todo lo contrario a lo que quieren parecer, es decir, desagradecidos. Si reconocen mucho a todo el mundo, quiere decir que no valoran realmente el esfuerzo y el buen trabajo. No todos los trabajadores merecen halagos.
No da posibilidades de ascenso
Si depende en última instancia de un jefe el hecho de que los demás asciendan y promocionen, pero esto nunca ocurre, es sin duda un desagradecido. El buen trabajo hay que premiarlo, el talento tiene que fluir dentro de la empresa y asumir que hay empleados con, probablemente, más talento que él que pueden ascender es el primero paso. Y el segundo: darles la oportunidad de hacerlo.
No admite sus errores
Y mucho menos si se los descubre un empleado. Un jefe desagradecido es demasiado orgulloso como para admitir que han hecho algo mal. Si fuera agradecido, daría las gracias por tener la oportunidad de saber en qué falla y poder mejorarlo. Además, no se es mejor jefe por tener más razón que nadie, pero desgraciadamente muchos se olvidan de ello.
No pronuncia un «gracias» ni por asomo
¿Cómo se van a rebajar agradeciendo nada a nadie? Los demás deberían besar el suelo por el que caminan. Eso es lo que suelen pensar, sin embargo, ese sentimiento de superioridad lo que les hace es ser unos jefes pésimos. Dar las gracias es simplemente una cuestión de educación, pero una cuestión de educación que puede marcar la diferencia cuando tienes personas a tu cargo.
Fuente: Forbes