Huyen para despertar de su pesadilla. No quieren saber más de abusos, de violencia, de agresiones. Los niños centroamericanos sueñan con abrir los ojos y ver un amanecer distinto, uno en donde no haya nada que los lastime.
En su lugar, tienen que escapar de su realidad, una que incluye violencia sexual incluso dentro de sus propias familias. Cuando ya no pueden más, toman sus cosas y junto a sus mamás o sus hermanos, emprenden el camino hacia México, en donde piensan que la violencia terminará.
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Muchos de estos niños, de estos adolescentes, no logran la felicidad. Cientos de ellos son capturados para ser secuestrados, violados o prostituidos en nuestro país debido a que no quieren regresar a casa para ser maltratados otra vez.
“Niñez Interrumpida: violencia sexual y por motivos de género contra niñez migrante y refugiada centroamericana”, es el nombre del estudio que realizó la organización estadounidense Niños en Necesidad de Defensa (KIND, por sus siglas en inglés) y el Centro de Derechos Humanos Fray Matías.
En este se reveló que los niños que huyen de la violencia en países como El Salvador, Guatemala y Honduras, se encuentran no sólo con más violencia, sino también con indiferencia por parte de las autoridades mexicanas.
Daniel Lorente, integrante del CDH Fray Matías, advirtió que “a las y los menores de edad detenidos por el Instituto Nacional de Migración, difícilmente se les escucha y se les ofrece la posibilidad de pedir asilo en México”. Esto obliga a los adolescentes y niños a huir de los albergues antes de ser deportados y regresar a ser maltratados principalmente por sus padres.
Estas violaciones generalmente las cometen pandillas en El Salvador, Honduras y Guatemala, esto, como un primer filtro que tienen que pasar para llegar a México y después a Estados Unidos. Luego, los abusos vienen también de los traficantes, policías, agentes de migración, entre otros, quienes otorgan alimentos, refugio y protección a cambio de relaciones sexuales o de ofrecerse como prostitutas.
Cuando se quedan en México, consiguen trabajo pero este va acompañado de abusos como el caso que presentó el CDH Fray Matías, en el que una niña guatemalteca trabajaba en una casa en Tapachula, Chiapas y fue violada por su jefe. Ella, aunque denunció, fue trasladada a un albergue municipal en el que no fue atendida médicamente. El hombre quedó libre y ella decidió regresar a Guatemala.
La indiferencia con la que las autoridades tratan estos casos es alarmante. Las instituciones que investigan los temas de abusos a niños y adolescentes migrantes centroamericanos, indican que todo está coludido. Los abusos sexuales y la violencia no existiría de no ser por la comunión que hay entre los grupos criminales y las autoridades policiacas, sobre todo las municipales, esto según la Comisión Internacional contra la Corrupción en Guatemala y el Fondo para las Naciones Unidas para la Infancia.
FUENTE: CULTURA COLECTIVA