Cancún, Quintana Roo 14 de Enero del 2023:El biólogo Valter Longo (Génova, 1967), profesor de Gerontología en la Escuela Leonard Davis de la Universidad de California del Sur, ha dedicado su carrera a investigar a las personas más ancianas del mundo para dar con la dieta de la longevidad. Su última obra, El ayuno contra el cáncer, recoge anécdotas como cuando Emma Morano –que llegó a vivir 117 años, récord de Europa- dejó de comer carne al final de su vida porque «un periodista le dijo que causaba cáncer». Otra centenaria italiana, reseña, murió poco después de que los médicos de la residencia le retirasen su vasito de grappa -aguardiente- diario «por motivos de salud».
Si has llegado a viejo con un consumo moderado de alcohol o carne, razona Longo, no hay motivo para quitártelo. Por el contrario, entre los 20 y los 65 años, la dieta debería ser básicamente vegetariana: muchas verduras, hortalizas, frutos secos, cereales integrales y aceite de oliva, y un poco de pescado como principal -sino única- fuente de proteína animal. El control del consumo no solo de grasas y azúcares, universalmente denostados, sino también de las proteínas es la base tanto de la dieta de la longevidad como de la prevención del cáncer, dos factores que van de la mano. También el ayuno, pasando 11-12 horas diarias sin ingerir alimento alguno.
Con el punto de provocación que corresponde a quien ha batallado durante años por introducir el enfoque nutricional en los hospitales, Longo defiende ayunar como complemento terapéutico no solo para retrasar el envejecimiento biológico y reducir el sobrepeso, sino para prevenir y ayudar a tratar el cáncer. El libro es tanto una recopilación de ensayos como de relatos personales de casos en los que el ayuno -o una dieta que lo simula- han servido para mejorar tanto la eficacia del tratamiento, debilitando a las células del cáncer mientras refuerza a las sanas, como para facilitar la recuperación del paciente.
¿Estamos pasando a considerar al rejuvenecimiento menos como vanidad y más como prevención contra el cáncer y las enfermedades crónicas?
Si pensáramos en el rejuvenecimiento de la piel, quizás se podría hablar de vanidad. Pero hablamos de cumplir 70 años y seguir pudiendo subir las escaleras o caminar durante dos horas. ¿Es eso vanidad? Yo siempre empiezo con una gráfica: primero muestro las curvas del incremento de riesgo de enfermedad por la obesidad, el tabaquismo y el alcohol. A continuación, introduzco el aumento de riesgo por envejecer 30 años. ¡Y las otras curvas empequeñecen hasta desaparecer! El envejecimiento es el principal factor de riesgo, y si no intervenimos, todos los países van a terminar quebrando por atender a enfermos crónicos.
Uno de sus seguidores, el investigador Niklas Brendborg, lo planteaba como «cumplir los 50 con el cuerpo de uno de 35, y los 70 con el de uno de 50».
Así es. Recientemente, un estudio con millones de personas en tres continentes ha demostrado que alimentarse con un patrón saludable como la dieta de la longevidad o similar, incluso sin ayuno intermitente, hace ganar trece años de esperanza de vida. En comparación con alimentarse según la ‘dieta Occidental’, yo calculo que ya supone ganar 20 años más de vida, y conseguiremos que sean 30 o 35. Tengo la sensación de que la gente ha dejado de escuchar a los médicos. Hay una explosión de comida rápida y de obesidad infantil en España e Italia, acercándose a los niveles de EEUU. Es importante establecer los datos: la gran diferencia por la alimentación es que un grupo va a vivir por lo menos dos décadas menos que el otro.
Los enfoques nutricionales en el tratamiento del cáncer, como dejar de tomar azúcar para no alimentar al tumor, generaban bastante rechazo entre los oncólogos hace unos años. ¿Está cambiando esto?
No solo está cambiando sino que, si tu oncólogo no está de acuerdo con que dejes el azúcar, mi recomendación es que consultes con otro. Nosotros apostamos por la oncología integrada, que involucra a un equipo completo, con la oncología y radioterapia en primera fila pero también la biología molecular, la nutrición y la psicología. No es una pseudociencia, no estamos improvisando. Hemos hecho ensayos sobre la complementación del tramiento del cáncer con la dieta que simula el ayuno en Holanda, China o Italia, y todo apunta en la misma dirección: aumenta la probabilidad de éxito. Yo siempre digo que si un caso tiene un 98% de posibilidad de tratamiento, entonces mejor no cambiar nada. Pero si es un 33%, ¿por qué no probar también con el enfoque nutricional, que está disponible cada vez en más países?
Tanto la alimentación como el ejercicio son factores en manos del paciente. Eso, según explica, aporta la motivación de estar combatiendo el cáncer.
Sí. Es muy importante para el paciente sentirse como parte de la lucha, en lugar de un elemento pasivo que recibe tratamiento. No es mi opinión, es un hecho establecido: si el paciente pierde las ganas de vivir, no hay tratamiento que valga.
Llama la atención los avisos repetidos en cada capítulo del libro de no emprender el ayuno sin consultar primero con los médicos.
Sí, hemos conocido casos de personas que han leído un artículo y han comenzado a ayunar radicalmente sin consultar. ¡No queremos eso! Sería mucho más sencillo si tuviéramos un protocolo aprobado por la Food and Drugs Administration (FDA) de EEUU, pero ellos enfocan la dieta como un medicamento: no han dado el visto bueno a nuestra propuesta de 60 alimentos, la rebajan a siete. Y nadie puede alimentarse solo con las mismas siete comidas mientras recibe oncoterapia, acabará sufriendo aversión alimentaria. Es tremendamente importante que logremos estandarizar el método. En ensayos con ratones, el ayuno ha tenido una efectividad mayor que la propia inmunoterapia con algunos tumores. Un tratamiento inmunoterápico cuesta 50.000 dólares anuales, mientras que el enfoque dietético no superaría los dos mil.