Este es el tiempo de las redes sociales y de las aplicaciones que posibilitan encuentros que brotan de la nada virtual… y que pueden desaparecer igual que vinieron. ¿Cómo gestionarlo? Jorge Bucay nos da sus 4 claves
Dice una vieja parábola sioux que si se debe recorrer un camino plagado de puntiagudas piedras de entre las cuales surgen, amenazantes, infinitas ramas llenas de espinas, siempre será mejor fabricarse un buen par de sandalias que pretender tapizar de piel todo el sendero.
Y esta aseveración suena más que sensata, aunque sepamos que una de las características que nos diferencian de los animales más primitivos es aquella que se llama capacidad de adaptación activa.
Gracias a ella, frente a un cambio en el afuera, los humanos somos capaces no solo de modificarnos en lo interno para adaptarnos al medio (como todos los seres vivos), sino que también actuamos intentando cambiar el entorno para adaptarlo a nosotros.
El ritmo imparable del avance tecnológico
La tecnología avanza a pasos agigantados, veloces, trepidantes. A duras penas conseguimos (los que ya no somos tan jóvenes como fuimos) mantenernos a flote como para no quedar irremediablemente rezagados… Esta doble adaptación parece ser cada vez más difícil, y la dificultad se expande a todas las áreas.
Como burdos y acuciantes ejemplos de todo esto, miramos impávidos e impotentes una realidad que nos muestra decenas de teléfonos móviles en desuso que se apilan en nuestros cajones, mientras nos preguntamos con angustia injustificada qué haremos con el viejo ordenador cada vez que llega el momento de cambiarlo por uno mejor, por uno más nuevo o por uno que funcione bien (y que acepte 4G, HLD, ZX o vete a saber qué otras siglas que se corresponden con lo último de lo último).
Fuente: mentesana.es