El cuerpo de la niña de 13 años apareció a un lado de una brecha en el municipio de Chilapa, Guerrero, en el sur de México.
Durante nueve días, entre el 12 y el 21 de noviembre pasado permaneció desaparecida, después de que no regresó de la escuela a su casa.
Se llama Diana y según la Fiscalía General del Estado murió asfixiada. El crimen conmovió a los vecinos de la violenta Montaña Baja de Guerrero, donde se encuentra Chilapa.
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Una zona que desde 2014 es trinchera de una guerra de bandas de narcotráfico, pero que este año vio profundizarse el infierno.
Más de 230 personas fueron asesinadas desde enero en la región. Decenas permanecen desaparecidas.
La violencia llegó a tal punto que durante semanas, el mes pasado, se suspendieron las clases en las escuelas por amenazas de delincuentes a maestros y alumnos.
Pero lo que sucede en Chilapa y municipios vecinos es un reflejo de la vida cotidiana en muchas partes de México.
Según datos oficiales, 2017 es el año más violento en varias décadas.
El Sistema Nacional de Seguridad Pública reporta que hasta noviembre pasado —la cifra más reciente— se cometieron 23.101 homicidios violentos, y falta aún por contar los crímenes de diciembre.
La cifra supera los cometidos en todo 2011, cuando se intensificó la guerra que declaró el expresidente Felipe Calderón a los carteles de la droga.
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Esa vez el dato fue de 22.409 asesinatos. Fue, hasta ese momento, el período más violento de la historia reciente.
«No pasa nada»
¿Por qué aumentó la violencia este año? En Chilapa, donde se siente la realidad de los números, algunos creen que las bandas de narcos aventajan a las autoridades.
«Los soldados tienen aquí varios años y de todos modos a diario matan y secuestran a la gente», le dice a BBC Mundo un vecino del municipio.
Los testigos quieren permanecer anónimos. La pelea entre las bandas de Los Rojos y Los Ardillos causa terror en la región.
«Aquí está lleno de halcones (espías), en todas partes se fijan en lo que uno dice y con quien habla. Y nunca sabes si te puede pasar algo», cuenta.
«Pero con todo y la vigilancia aquí no pasa nada. Este año se puso peor, y eso ya es mucho decir».
Algo parecido a lo que ocurre en el resto del país, que en los últimos años enfrenta una creciente ola de violencia.
En los primeros dos años del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, quien asumió el poder en 2012, el número de homicidios violentos se redujo.
Pero luego retomó su tendencia al alza hasta llegar al nivel histórico de este 2017. ¿Por qué?
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Una respuesta es que el combate a la inseguridad no contempla todos los aspectos de la delincuencia, responde Francisco Rivas, presidente del Observatorio Nacional Ciudadano de Seguridad, Justicia y Legalidad.
Los datos del SNSP son significativos, pero representan una cara de la moneda. «El indicador clave es el homicidio doloso, pero hay otros elementos», dice el especialista a BBC Mundo.
Hasta ahora la estrategia oficial se ha concentrado básicamente en capturar a los líderes de carteles y bandas.
Pero no realiza el mismo esfuerzo para atacar otros elementos que mantienen con vida a las organizaciones delictivas.
«Hemos carecido de una política de Estado que ataque otros fenómenos que permiten a los grupos seguir rotando de líderes sin problemas«, insiste el presidente del Observatorio.
«No tenemos evidencia de que exista un combate certero y efectivo de los recursos de los delincuentes, no atendemos el debilitamiento de su estructura financiera».
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Fenómeno complejo
Pero es una parte de la historia. El comisionado Nacional de Seguridad, Renato Sales Gutiérrez, reconoce que la inseguridad en México es un problema «complejo».
Por un lado existen las grandes organizaciones de narcotráfico que generan violencia para controlar las zonas de producción y comercio de drogas.
Pero también generan un fenómeno en cascada. Algunos grupos como Los Zetas además del narcotráfico se dedican a la extorsión de empresarios y comerciantes.
También controlan a bandas de tráfico de personas o que venden mercancía de contrabando o «pirata».
Otro ejemplo son Los Caballeros Templarios, quienes durante varios años controlaron la venta de aguacate y la extracción de minerales en Michoacán.
Además en algunos estados como Puebla, Guanajuato, Tabasco o Veracruz operan bandas de robo de combustible a ductos de Petróleos Mexicanos.
Los llamados «huachicoleros» se convirtieron este año en uno de los factores de mayor violencia en esas regiones.
Y a esto se suma un aumento en otros delitos como robos a camiones de carga, en transporte público, secuestros o asaltos a restaurantes y joyerías, especialmente en Ciudad de México.
La combinación alimenta las percepciones de inseguridad que convierten a 2017 en un año violentamente histórico, coinciden especialistas y autoridades.
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Fracturas
«La estrategia está fracturada en lo que hace a sus operadores», reconoce el comisionado Sales Gutiérrez al diario Reforma.
Se refiere a la forma como las autoridades combaten al crimen en los últimos años.
Por ejemplo algunos estados como Veracruz, Tamaulipas o Michoacán no han logrado establecer corporaciones policíacas eficientes para combatir localmente a la delincuencia.
Así, en esos lugares la seguridad está a cargo del Ejército, la Marina y la Policía Federal que tienen fuerzas limitadas y deben atender también otras regiones del país.
Pero eso no resuelve el problema de fondo dicen especialistas como Raúl Benítez Manaut del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
«La policía no puede contener al crimen organizado con sus propias fuerzas, los ha rebasado en tamaño y entonces entra el Ejército», explica a BBC Mundo.
«Lo que se necesita es que el Ejército trabaje con la policía y que hagan operaciones conjuntas, para que después los policías puedan sustituir a los soldados».
Eso no ha sido posible hasta ahora. Mientras, la violencia e inseguridad siguen y en algunas ciudades la percepción es que están a alza.
«Hoy cuando nos roban en la calle un bien, no hay evidencia de que cerremos esos mercados ilegales que permiten a cualquiera comercializar lo que nos robaron», insiste Rivas.
«No tenemos un combate certero a la corrupción. Eso quiere decir que las redes que permiten delinquir se mantienen vivas».
FUENTE: BBC MUNDO