¿Dónde están 130.000 refugiados que llegaron a Alemania? El país europeo no los encuentra. La historia podría servir para una serie de misterio de Netflix. O para que se encendiera la alarma ante la creciente ola de xenofobia.
Pero, ¿cuál es realmente el motivo?
Las autoridades alemanas reconocieron efectivamente este viernes que no sabe dónde están más de 130.000 personas que llegaron al país en busca de asilo. Nunca aparecieron en los centros de acogida a los que fueron destinados. La cifra supone un 13% del 1,1 millón de refugiados que arribó al país en 2015.
El Ministerio del Interior admitió la «desaparición» ante una pregunta parlamentaria del partido opositor La Izquierda.
Y citó las posibles causas: que estas personas se hayan desplazado a otros países, que hayan regresado a sus lugares de origen o que hayan «pasado a la clandestinidad».
Entre los que no aparecen en los centros también están aquellos que pasan a vivir con familiares o amigos ya establecidos previamente. Y hay que sumar también los casos de personas doblemente registradas.
Por lo tanto, el misterio puede explicarse más por la burocracia y el complejo sistema de registro que tiene Alemania y que fue sustituido por otro más preciso a mitad de mes.
Nuevo sistema
A partir de ahora y al llegar al país, los refugiados recibirán un documento de identidad de tal manera que queden registrados en una base de datos nacional común, lo que evitará la contabilidad múltiple y reducirá el número de «desaparecidos».
El director de la Oficina Federal para la Migración, Frank-Jürgen Weise, aseguró este jueves que las autoridades desconocen el nombre o identidad de 200.000 a 400.000 personas. «Eso lo resolveremos con el documento de identidad de llegada», dijo Weise.
Del poco más de un millón de refugiados que llegaron a Alemania en 2015, unos 476.000 pidieron asilo. Pero , ¿qué pasá con el resto?
Según estimaciones, un 20% de los llegados a Alemania continúa el camino a otros países europeos, donde solicita asilo, por lo que nunca aparecen en el centro de acogida que se les indicó.
Cuando un refugiado llega a Alemania se le registra en un sistema, que los va repartiendo entre los diferentes estados que conforman el país. El nombre, junto a las huellas dactilares, sólo se pide en el momento de la solicitud oficial de asilo.
Por lo tanto, si no pide asilo ni aparece en el centro de acogida asignado, se desconoce su paradero.
A partir de ahora, esos datos de identidad aparecerán en el documento que se les dará nada más que pisen suelo alemán. Quien carezca de él, no se podrá beneficiar de los servicios sociales del gobierno.
Otro problema añadido es la falta de documentos personales. Según la policía alemana, el 77% de los migrantes que llegaron a la frontera el pasado enero carecía de documentos de identidad.
3,6 millones de refugiados
El gobierno alemán estima que podrían llegar 500.000 migrantes al año entre 2016 y 2020, lo que unido al 1,1 millón de 2015 daría un total de 3,6 millones hasta 2020.
Desde comienzo de 2016, más de 100.000 migrantes entraron al país. Las autoridades aseguran, sin embargo, que el número de entradas se ha reducido drásticamente por el mayor control en los países balcánicos, por los que llegan los refugiados escapando sobre todo de Siria hasta el norte y oeste de Europa.
Hasta 10.000 personas al día llegaron a Alemania durante el verano (boreal), el peor momento de la crisis.
En los últimos meses Alemania es uno de los países que más se ha visto afectado por la crisis migratoria desatada sobre todo por el conflicto en Siria. Después de los sirios, los afganos conforman el segundo mayor grupo de personas que pide asilo en Alemania.
La llegada masiva de migrantes ha generado tensiones sociales en el país europeo y ha sido aprovechada por los partidos políticos y grupos de extrema derecha.
El jueves, el Parlamento alemán aprobó un paquete de medidas para endurecer la concesión de asilo.
Pero mientras se trata de poner freno al flujo de migrantes de Medio Oriente, Alemania busca por otro lado atraer mano de obra extranjera cualificada para poder mantener el ritmo de una economía que es la más potente de Europa.
«Nuestra calidad de vida futura depende de cuántas personas estén trabajando en Alemania y contribuyendo a nuestra prosperidad», dijo este viernes la ministra de Trabajo, Andrea Nahles.