La fiesta de los XXXI Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 fue inaugurada formalmente, con una ceremonia sencilla, pero que abarcó la historia de Brasil, desde la creación de la república, la naturaleza, la música, el baile y sus bellas mujeres, todo con el tradicional ambiente festivo que caracteriza al pueblo sudamericano.
Luego de los tradicionales juegos pirotécnicos que anunciaron el inicio de la ceremonia, y del himno brasileño interpretado por Paulinho Da Viola los colores verdeamarelho inundaron el mítico estadio para comenzar con la fiesta.
Los primeros en aparecer fueron los esclavos africanos que aparecieron en la pequeña isla de Meirelles para dar origen a los grupos indígenas que comenzaron a formar el país.
La llegada de los barcos portugueses y el choque de culturas dieron también paso a la construcción de las grandes metrópolis, mientras en el sonido local se escuchaban los diferentes ritmos brasileños como el bossa nova, el hip hop, la samba, los ritmos de la calle y el capoeira eran parte del evento.
Las favelas y la ciudad contemporánea fueron parte de la ceremonia, mientras una réplica del avión construido en 1906 por Alberto Santos Durmont, daba un recorrido aéreo que mostraba las bellezas de Río y sus lugares tradicionales como las playas de Ipanema y Copacabana.
El Cristo del Corcovado, el símbolo nacional de Brasil se iluminó con los colores de la bandera local, mientras sonaban los acordes de la Chica de Ipanema, mientras la modelo Giselle Bündchen lucía su belleza caminando por todo Maracaná al ritmo de la bella canción de Tom Jobim.
Y después de 50 minutos, las 207 delegaciones comenzaron a desfilar en Maracaná empezando, como manda la tradición, con la delegación griega.
Durante dos horas y diez minutos los atletas desfilaron, y cada delegación depositó una semilla de árbol que posteriormente será plantada.
La delegación mexicana, encabezada por la abanderada Daniela Campuzano, fue una de las más ovacionadas, pero quien se llevó la noche, fueron los atletas refugiados, aquellos que buscaron un mejor destino fuera de sus respectivas naciones y que competirán bajo la bandera del COI.
La delegación local puso punto final a un largo desfile, pero levantó el ánimo a ritmo de samba mientras los aros olímpicos se formaban al centro del campo, pero no con los tradicionales colores, sino que cada uno de los círculos que unen al mundo se dibujaron de verde, para dar un mensaje ecológico a la población mundial.
Los jóvenes son los encargados de transformar al mundo en un planeta de dialogo con esta magia digital de hoy. Los invito a cumplir sus sueños. Nunca desistimos de dejar atrás nuestros sueños. La ciudad maravillosa en un escenario perfecto. Vivamos juntos nuestros sueños. A nombre de los brasileños le damos la bienvenida al mundo. Hoy todo el mundo es carioca”, dijo el presidente del comité organizador, Carlos Nuzman.
“Sabemos que Brasil pasa por uno de sus peores momentos de la historia, y es por eso que más agradecidos todavía estamos con ustedes”, aseguró el presidente del COI Tomas Bach, quien también tuvo unas palabras para el equipo de Refugiados Olímpicos.
Ustedes mandan un mensaje de esperanza a los millones de refugiados alrededor del mundo. Por la violencia abandonaron sus casas, ahora con su talento y su espíritu humano hacen una gran contribución al mundo. En el COI toleramos la diversidad y con ustedes le damos la bienvenida a la diversidad”, agregó Bach, quien de paso le entregó el Laurel Olímpico al campeón de 1964 a Kipchoge Keino, ganador del oro en los 1,500 en México 1968, y de los 3 mil metros con obstáculos en Munich 1972.
Y de pronto, tras el protocolo de los mensajes y el izamiento de la bandera olímpica, el Maracaná se convirtió en un verdadero carnaval, con música de samba, bailes, cantos, vestidos multicolores haciendo del estadio una nueva versión del Sambodromo.
El Maracaná de pronto se apagó, quedó en silencio, y el ex tenista Gustavo Kuerten entró al estadio con la antorcha olímpica.
Guga le cedió el fuego a la ex basquetbolista Hortencia, quien a su vez le dio paso al último relevo, el ex maratonista Vanderlei de Lima, quien encendió un pequeño caldero que se fue elevando poco a poco, hasta colocarse a la altura de una estructura de espejos que giraban en espirales para reflejar el fuego en todo el estadio.
Con el Cristo de Corcovado como testigo, los espectaculares fuegos artificiales dieron fin a una fiesta de cuatro horas de duración.
Fuente: Macrix Noticias