Por Samuel Cervera . – Los partidos políticos, esa entidad fundamental para comprender el poder público en el siglo XX se encuentra actualmente en crisis en la mayoría de las naciones del hemisferio occidental, debido a la dificultad de representar a la diversidad social, particularmente en las sociedades urbanas hiperconsumistas, y al predominio de la voluntad de los grandes capitales sobre el de la comunidad. Fenómeno agudizado con el modelo económico e ideológico neoliberal que imperó en décadas pasadas, hizo un daño mayor al vaciar de contenido el concepto de democracia, así como dirigir los grandes proyectos educativos a favor de la producción y el consumo, creando elites políticas incapaces y profundamente rapaces, así como ciudadanos distantes e indiferentes. El desgobierno neoliberal profundizó el desencanto en los partidos políticos como vínculo entre gobernantes y gobernados.
Ante este escenario muchas organizaciones políticas recurrieron a grandes alianzas partidistas consideradas en muchos casos como frentes amplios, concepto más común para los organismos que se encuentran en el espectro político de izquierda. En América Latina fue una práctica regular desde el fin de la Guerra Fría, que los distintos grupos progresistas se integraran y lucharan por el poder político a través de las urnas, denominándose muchas veces Frente Amplio, como ha sido el caso en Uruguay, México, Chile, Perú, Guatemala, Argentina, por mencionar algunos. Esta antigua estrategia ha dado resultados diversos, la mayoría de las veces positivo, sobretodo en tiempos recientes que se unen con la bandera del rechazo al modelo neoliberal.
Estos bloques han permitido un resurgimiento de la lastimada izquierda latinoamericana, que en los últimos diez años ha llegado al poder y logrado gobiernos exitosos, moderando los daños del anterior modelo, utilizando como proyecto de gobierno una versión actualizada del Estado de Bienestar, con un mayor énfasis en la distribución de la riqueza y el apoyo a sectores vulnerables. Aun así los partidos políticos siguen estando en duda por la sociedad, la izquierda todavía no termina de recomponerse, además del poco tiempo para mostrar las virtudes de su propuesta, y los partidos liberales tradicionales todavía no reconstruyen su base social. Por lo que la mayoría de estas alianzas pluripartidistas han alcanzado los cargos gubernamentales de la mano de destacados líderes populares.
El caso del actual Frente Amplio en México es peculiar, no se autodenomina de esa forma pero tiene características semejantes, el peso principal lo tienen organismos de izquierda como MORENA y el PT, pero ha incluido organizaciones que en la práctica son ideológicamente distantes sino opuestos, como el Partido Verde, el PES, así como algunas organizaciones políticas regionales y locales según sea el caso. La lógica detrás de estas coaliciones es desplazar de los cargos gubernamentales a través de procesos electorales a la élite política neoliberal, representada en el PRI, PAN y PRD, el denominado bloque opositor. Si bien la decisión de crear este frente es pragmática, el líder de la izquierda mexicana, el Presidente Andrés Manuel López Obrador encabeza, no solo un neokeynesianismo social, sino también una renovación de los valores, pensamiento y forma de ejercer el poder. Enfatiza la honestidad, la representación de los sectores populares, así como una profunda responsabilidad gubernamental, ser parte del conjunto de partidos a su favor se traduce como lealtad a esta conducta y visión.
Estas coaliciones se han construido entre la élite nacional, generando acuerdos cupulares que han permitido gobernabilidad, así como innegables éxitos electorales, los partidos opositores se encuentran en franca retirada, a partir de septiembre próximo no solo el poder federal será del bloque afín al Presidente, sino 21 de las 32 gubernaturas, un hecho sin precedentes. Pero no ha sido un proceso incuestionable, muchas voces particularmente dentro de la izquierda señalan los riesgos de estas alianzas, no tanto del lado formal, sino del informal, la inclusión de integrantes de la clase gobernante del pasado dentro de las propuestas electorales o en los gabinetes del nuevo régimen.
La llegada democrática al gobierno por parte de los partidos de izquierda o centro izquierda no ha sido fácil en América Latina, durante la guerra fría la respuesta a esa voluntad popular fueron sangrientos golpes de estado promovidos por los norteamericanos, para instaurar regímenes dictatoriales que se convirtieron posteriormente en gobiernos neoliberales leales a Washington. En este siglo la reacción en contra ha sido menos violenta pero no por ello menos agresiva, la construcción de las socialdemocracias latinoamericanas han tenido la intensa oposición de los sectores empresariales, religiosos, políticos relegados, en algunos casos de las fuerzas armadas y hasta de algunos sectores de las clases medias confundidas. Las oligarquías no están cediendo fácilmente su hegemonía, estrategias como los ataques mediáticos constantes, manipulación de la inversión extranjera y uso de los poderes legislativo o judicial para oponerse y hasta contraatacar ha sido común. Bolivia y Brasil han sido los ejemplos más llamativos pero esta guerra interna ha sido intensa y permanente.
La estrategia obradorista de debilitar a la oligarquía mexicana cediéndole espacios dentro del actual gobierno, con el requisito de expresar y mantener su lealtad al nuevo proyecto de nación parece estar dando resultados. Esto ha ido acompañado de un especie de indulto no dicho para los políticos del pasado, prácticamente no ha habido ninguna forma de represalias para la élite rapaz que gobernó nuestro país durante 30 años. Aunque esto no ha detenido la guerra en medios de comunicación privados, ni la oposición irracional de los diputados federales de derecha a las iniciativas del Presidente. El proceso de transición del neoliberalismo al Estado de Bienestar está lejos de concluir.
En el ámbito regional la estrategia del Frente Amplio parece dar menos certeza, en los estados existe una constante preocupación entre los morenistas tradicionales; integrados en su mayoría por sinceros militantes de izquierda, luchadores sociales, miembros de organizaciones populares, académicos, una autentica base social progresista, por el ingreso de ex priistas, perredistas, personajes populares, empresarios, que nunca se distinguieron por conductas u objetivos a favor del bien común. La inquietud es que el oportunismo político desvié el proyecto social obradorista en el mediano plazo.
La lógica detrás de la invitación a personalidades ajenas a la izquierda tradicional a MORENA o a la coalición renovadora, es la misma que en el ámbito nacional. Disminuir y desplazar a la oposición de los cargos gubernamentales, quitarles el poder político, aunque todavía mantengan el económico y el control de los medios de comunicación privados, que son dominantes en los estados. Es una estrategia pragmática, las grandes estructuras estatales de compra y venta de votos del PRI (y en algunos casos del PRD) que garantizaban alcaldías y gubernaturas, han sido bloqueadas o cooptadas por la coalición progresista. El problema del financiamiento de las campañas políticas ha sido resuelto con capital privado o con los recursos de los políticos del viejo régimen, de nuevo con la promesa de lealtad al proyecto.
En algunas entidades como Quintana Roo el problema para la izquierda es más complejo. Las ciudades con mayor número de habitantes y más dinámicas económicamente son de creación muy reciente, resultado del último proyecto del Estado Desarrollador del siglo pasado. Por lo que las sociedades todavía están en proceso de cohesión, lo que dificulta la construcción de ciudadanía y la participación política. Las características de la industria dominante, el turismo, no facilita la creación de organizaciones de trabajadores, tampoco en el ámbito rural se han creado importantes organismos de campesinos, golpeado por un desarrollo desigual y políticas públicas corruptas. Aun así en el sur agrícola es donde existe el mayor compromiso con el proyecto obradorista.
La élite gobernante del anterior régimen, fue reclutada y seleccionada sin ningún proceso democrático real, entre las clases altas de las pequeñas localidades con mayor antigüedad, así el mayor proyecto turístico nacional tuvo como gobernadores a personajes que provinieron principalmente de Cozumel y Chetumal, actualmente con menos de cien mil habitantes el primero y apenas superando los 200 mil el segundo. Todo lo anterior ha dificultado la creación de una sólida base de apoyo para la izquierda regional, aunque la migración del sur y centro del país regiones más politizadas, han contribuido con el sustento popular de MORENA.
La falta de un amplio movimiento social y de cuadros políticos ha sido resuelto incluyendo a integrantes de los gobiernos del pasado, de otros partidos, de así como personalidades populares de los medios de comunicación en los procesos electorales para los cargos públicos más relevantes. Una vez más la formula ha funcionado: la popularidad del Presidente, la marca MORENA, más los recursos de los personajes han puesto al movimiento obradorista como la fuerza dominante en una entidad que siempre fue controlada por un priismo caciquil, incapaz y corrupto.
Las pasadas elecciones abrieron la puerta a MORENA a la gubernatura de la entidad lo que amplía la posibilidad de fortalecer el progresismo y con ello la cercanía de la gente a los partidos políticos alternos a través de cambios en políticas públicas, especialmente en el ámbito educativo, pero es poco probable que suceda en el corto plazo. Dos elementos atraerán la atención al inicio, primero disminuir la curva de aprendizaje así como sanear el desgobierno neoliberal; segundo el resultado de la alianza electoral con el Partido Verde parece obligar a cederle demasiados espacios a un grupo que podría revertir el programa de la izquierda desde el interior o por lo menos desvirtuarlo.
Pocos vínculos han tenido tantos cuestionamientos como la coalición entre MORENA y el Partido Verde, aunque se comprende el pragmatismo en el ámbito nacional detrás de esta relación explicado en líneas anteriores. El caso quintanarroense tiene matices que vale la pena señalar, aunque el desarrollo turístico fue un proyecto del Estado mexicano, el desenvolvimiento posterior estuvo inmerso en la política, economía y mentalidad neoliberal. El pensamiento colectivo y las conductas sociales se distinguieron pronto por valorar en exceso la superficialidad, el individualismo, el consumo excesivo facilitando la falta de integración comunitaria, la participación política y el abuso del poder público. Tener recursos económicos notables se ha traducido como estar en la parte alta del escalafón social.
Precisamente lo anterior distingue a los miembros del Partido Verde local, conformado por herederos, hijos y parientes de políticos enriquecidos y de empresarios, principalmente vinculados al sector de la construcción; muchos de ellos nacidos o formados fuera de la entidad, integran una élite distante de su comunidad, producto de la desigualdad económica que genero el régimen anterior. Su reciente posicionamiento en el escenario político fue producto de un clientelismo agresivo nunca antes visto en la entidad (20% de la votación, del 52% con que ganó la Coalición Juntos Hacemos Historia) para un partido político prácticamente sin militantes, sin programa de gobierno y con figuras representativas de los excesos del pasado.
Si bien la opinión pública se cuestiona el ingreso de personalidades de dudosa reputación en un proyecto alternativo, se mantiene la confianza en la fuerza de la figura presidencial y en los procesos electorales, en general la voluntad popular se mantiene firme en el profundo rechazo hacia la élite dirigente neoliberal. El reto de la izquierda será la continuidad del proyecto sin ser dañado desde el interior, lo que se puede lograr de diversas formas. La más obvia es construir una base popular sólida, que no sea a través del clientelismo como distinguía la relación gobierno-sociedad en el pasado, sino ser el vínculo a través de mecanismos de autogestión y una profunda capacitación política.
Esto contribuiría, en el caso específico de MORENA a crear un Partido Movimiento, aspiración conceptual que de materializarse se traduciría en fuerza social, así como una fuente de cuadros progresistas. En este sentido la formación de militantes es indispensable, particularmente en una entidad sin antecedentes cercanos de luchas sociales (los remanentes de la Guerra de Castas sigue alimentando el activismo en el Sur de Q.Roo). Otro mecanismo sería transparentar constantemente las decisiones públicas, inclusive consensarlas, para que de esta manera la ciudadanía participe a favor del bien común y no solo de un pequeño sector.
Quintana Roo lleva décadas siendo estratégico para la economía nacional por sus ingresos turísticos, en los siguientes años de nuevo será centro de atención por dos de los grandes proyectos de desarrollo del Presidente Obrador: el Corredor Transismico y el Tren Maya, este último tiene su eje precisamente en la entidad. El impacto económico será notable, uno de los objetivos del Estado de Bienestar que impulsa el régimen, es promover el crecimiento pero distribuyendo la riqueza y sus beneficios en toda la sociedad, particularmente en los sectores más desprotegidos. Tener en la cúpula gubernamental a aliados políticos pero no ideológicos, podría poner en riesgo estas metas.
La segunda “ola rosa” o la siguiente etapa de gobiernos progresistas latinoamericanos viene acompañada de mucho conocimiento. Uno de ellos será la viabilidad, alcances y valoración de la estrategia del Frente Amplio, sobretodo porque uno de los objetivos es que sean gobiernos emanados de las clases medias y bajas de la sociedad, por lo tanto los partidos políticos deben de ser de nuevo representantes de la ciudadanía. Las grandes coaliciones deben de mantener muchos equilibrios para lograrlo y así evitar uno de los riesgos que ha tenido impacto en los votantes, levantar grandes expectativas al lograr victorias electorales, pero al ejercer el gobierno deben moderarse mucho por los compromisos de coalición y para disminuir los contrataques financiados por las oligarquías tradicionales y los interés imperialistas norteamericanos.
En su etapa inicial estos nuevos Estados de Bienestar Sociales enfrentan muchos retos tanto internos como externos, mantener fuerte el vínculo entre la comunidad y los partidos políticos de izquierda, es uno de los escudos de defensa más importante para resistir la oposición y combates al cambio, esta estrecha relación también será indispensable para crear las sociedades que merecemos desde hace tanto tiempo.