Que no se nos olvide que el humor y la felicidad son genuinamente humanos y universales y van de la mano: un cerebro con sentido del humor es un cerebro feliz.
Lo sabemos, el cerebro es el más complejo de nuestros órganos y su complejidad radica en que lo componen más de 100.000.000.000 de neuronas (sí, cien mil millones).
El cerebro humano es tres veces mayor que el de los grandes primates. Nuestro cerebro tiene tres capas evolutivas bien diferenciadas:
- El neocórtex o corteza, donde residen las habilidades superiores que realmente nos diferencian del resto de especies, bajo el cual se encuentra…
- El cerebro límbico o mamífero, al que se asocian las emociones, y bajo este…
- El cerebro más “primitivo”, que nos fue legado por los reptiles y que controla todo lo que tiene que ver con la supervivencia.
Y en la corteza, que ocupa el 77% del órgano, está la clave, o una de ellas: gracias a ella podemos gestionar conceptos complejos, planificar incluso nuestro futuro, crear, inventar y, sobre todo, manejar el lenguaje (hablar, leer, escribir…). Es lo que nos distingue de otros mamíferos.
El órgano en cuestión, fascinante como ningún otro, tiene una desventaja, ocupando solo el 2% de nuestra masa corporal consume un 20% del aporte de oxígeno y de las calorías que gestiona nuestro organismo en su totalidad.
Un gasto “exagerado”, de una eficiencia horrorosa. Si fuera un electrodoméstico, igual se llevaba una letra F o G en su etiqueta de eficiencia energética. Realmente es un problema…
El humor, en exclusiva para los humanos
La ascidia, una anémona que aún se puede encontrar en los fondos marinosdel Mar de Noruega, en el Báltico, en el mar Negro, en el Mediterráneo, tiene un ciclo vital curioso que algunos seres humanos parece que insisten en “copiar”. Daniel Dennett, profesor en Tufts (Estados Unidos), filósofo y filósofo de la ciencia, lo sintetiza en un cuento de la siguiente manera:
“La ascidia invierte una parte importante de su vida buscando un lugar del fondo marino donde asentarse, como nosotros; cuando finalmente lo encuentra, se come su propio cerebro…”.
Ya no lo necesita, ya no buscará un lugar donde asentarse y “ser feliz”. ¿Para qué mantenerlo? No tengo ni idea de qué proporción del gasto reduce al comerse su cerebro, pero debe vivir mucho mejor sin la preocupación de tener que “alimentar” a un órgano que ya no le va a proporcionar ninguna satisfacción, ¿no? No es un mal plan estratégico, solo hay que acertar el momento oportuno.
Sexo y risas
Si al leer estas últimas líneas has esbozado una leve sonrisa –tampoco una sonora carcajada–, acabas de utilizar las tres “capas” de nuestro cerebro sincronizadamente mediante una secuencia de eventos y activaciones cerebrales complejas de una forma que ningún otro ser vivo puede hacer, ni siquiera los primates. Y no es que los primates no puedan sonreír, pero no lo hacen por activación de la zona cerebral del lenguaje.
Solo los humanos tenemos sentido del humor o entendemos un chiste. Solo los humanos explicamos chistes y nos damos “placer” con ello.
Sí, sí, nos apareamos para darnos placer mutuo y nos contamos chistes. Podemos considerar que esencialmente somos felices a partir de esos momentos.
Podemos tratar del orgasmo o del chiste. Hoy elijo… el chiste, el sentido del humor, como elemento diferencial que el ser humano gestiona para “ser feliz”.
Un cerebro con sentido del humor será un cerebro feliz. La felicidad lleva asociada llevarse bien con uno mismo y con su entorno, y para ello importan sobre todo el sentido vital y las relaciones con los demás.
El sentido del humor que nos conecta a otros humanos es, desde luego, una relación un tanto diferente de la que implica el apareamiento. En sentido estricto no hay intercambio de… genes, pero en cierta medida sí lo hay.
Al ser mucho más cotidiano, al estar mucho más presente en nuestras vidas, podríamos considerarlo un componente esencial para “ser felices”.
También hay quien considera que la felicidad no es un lugar al que se llega sino solo un camino, un camino hacia ningún lugar, unos “instantes” (no sé si la ascidia lo sabe).
Nos sentimos felices en muchos momentos de la vida, pero no llegamos nunca a alcanzar el estadio de la plena felicidad donde ya nos podríamos “comer” nuestro propio cerebro. Si supiera esto, la ascidia quizá consideraría que su decisión es precipitada y sería mucho más feliz si siguiera dándole a su limitada función cerebral. A saber hasta dónde podría llegar con un poco de entrenamiento…
Podemos entrenar el humor
De eso se trata, de entrenamiento. Richard Wiseman, un psicólogo, investigador y profesor en la Universidad de Hertfordshire (Reino Unido), explica que “los mejores chistes son los que recrean en el cerebro una situación absurda”.
El cerebro es el procesador del sentido del humor, pero se requiere una mente ágil, sana y flexible o… no habrá proceso.
Recordemos que nos estamos jugando nada más y nada menos que “la felicidad”. Vale la pena “entender el chiste”, encontrarlo divertido y reírse.
¿Dónde tenemos el sentido del humor?
Todo esto va a requerir de una sincronización de eventos realmente rápida y precisa. Para entender un chiste activamos inicialmente las mismas áreas que para procesar el lenguaje, en la corteza, pero acabarán interviniendo las tres capas cerebrales en el proceso completo.
Lo mismo con mayor detalle:
- Escuchamos o leemos, primero, unas palabras. Los órganos sensoriales de la vista u oído transforman ese estímulo en señales perceptibles por el cerebro, donde se envían de inmediato.
- Es el hemisferio izquierdo –sí, el izquierdo, efectivamente–, el que ordenará los datos recibidos y tratará de establecer un final lógico a la historia.
- Pero una pequeña zona del hemisferio derecho –sí, el derecho, ahora sí–, dispara un proceso que nos permitirá imagina la historia desde una perspectiva absurda. Para entender el absurdo utilizamos dos zonas fundamentales en el procesamiento del lenguaje, que detectarán la coherencia y la incongruencia de la historia y las confrontarán.
- Ahora llegamos a una cuestión fundamental: para ello, para que tenga lugar esta “comparativa”, este análisis hiperinstantáneo, se habrá puesto en marcha una red neuronal responsable de nuestra memoria a corto plazo (una red neuronal que tuvimos que construir mucho tiempo atrás y, luego, mantener). La expectativa lógica de la historia está ahí almacenada como recuerdo y, de repente, un brusco giro inesperado consigue que lo lógico y lo ilógico se encuentren en el tiempo, lo calificamos de absurdo y lo absurdo nos resulta divertido, nos produce placer.
- Pero en todo esto hay un elemento crucial que no hemos mencionado y que se comporta como un centro localizador de errores situado en la zona media posterior de la corteza frontal. Es realmente una central de alarmas del error. Y ahora viene lo fascinante: la capacidad de detectar errores de las neuronas de esta zona es lo que dispara la recompensa.
O sea,detectar errores tiene recompensa siempre. Nos gusta encontrar y detectar errores.
De nuevo: en la primera capa (corteza o neocórtex) se detectan las palabras que se traducen a dos situaciones, una lógica conocida y otra ilógica absurda; en la segunda capa, la de los sentimientos, se traduce lo absurdo a divertido, y es la tercera capa la que disparará la recompensa: la dopamina, en el núcleo accumbens.
¡Por fin aparece en el escenario la dopamina! Necesitábamos una vez más este neurotransmisor para activar el interruptor. El interruptor en on enviará señales de felicidad pura a las áreas de la corteza prefrontal a la vez que activará también la corteza premotora con señales que dispararán la reacción eufórica.
Reir para superar
Habrá que ir recordándonos, para que no se nos olvide, que humor y felicidad son genuinamente humanos y universales y van de la mano.
Habrá que ir recordándonos que si uno puede reírse de los impedimentos que se presenten en el camino de la felicidad, es que también los puede superar.
Incluso en los momentos en que parezca que ni siquiera hay camino (“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar…”), reír nos facilitará recuperar el paso y encontrarlo.