Del cierre de noviembre de 2012 a agosto de 2016, el saldo en moneda nacional de las obligaciones contratadas en moneda extranjera subieron de un billón 627 mil millones de pesos a 3 billones 401 mil millones.
Este crecimiento es fruto del alza de 43.5 por ciento en la cotización del dólar, que pasó de 13.0372 a 18.5773 en los primeros 45 meses del actual Gobierno y a la contratación de nuevos pasivos en el extranjero.
Tan sólo por la depreciación del peso, la deuda externa se incrementó en un billón 14.2 mil millones de dólares; es decir, 57.2 por ciento de su crecimiento en el sexenio se explica por el alza en el tipo de cambio.
La deuda en dólares creció 47 por ciento en ese periodo, alcanzando los 183 mil 68.9 millones, impulsada principalmente por Pemex.
El ritmo de endeudamiento de la petrolera se aceleró a partir de la caída de los precios del crudo, que inició en junio de 2014 y se agudizó a inicios de 2015.
Paralelamente, las modificaciones a la Ley General de Deuda Pública, le permitieron autonomía para endeudarse, opción a la cual ha recurrido por la reducción de sus utilidades y flujo de caja para la operación diaria.
Al cierre del primer semestre del año en curso, último dato disponible, su deuda externa alcanzaba 77 mil 162 millones de dólares, un incremento de 28 mil 155 millones de dólares en la actual Administración, o de 57 por ciento.
La carga de la deuda externa de todo el sector público, hasta agosto pasado, ya representaba tres cuartas partes de todos sus ingresos programados para 2016.
Para Alfredo Coutiño, director para América Latina de Moody’s Analytics, aun y si el Gobierno no contrata más deuda en dólares, ésta podría seguir creciendo en pesos por las presiones en el tipo de cambio.
De agosto –fecha del último reporte del endeudamiento externo– al cierre de septiembre, el dólar se encareció otro 5 por ciento, al alcanzar los 19.5002 pesos.
El crecimiento de la deuda, según reportes de Bloomberg, ha provocado que tanto Moody’s Investors Service como S&P Global Ratings tengan perspectivas negativas en relación con la calificación soberana de México.
La razón principal de ello es la proporción cada vez más grande que representa la deuda sobre el PIB y la acumulación de déficit fiscales, que genera preocupación en las agencias calificadoras.