El gobierno parece más centrado en la crisis política que en la emergencia sanitaria causada por el mosquito Aedes aegypti.
Entre las décadas de 1940 y 1950, las autoridades brasileñas lanzaron un feroz ataque en contra del Aedes aegypti, el mosquito que propaga el virus del zika, y lograron erradicarlo del país hacia 1958.
Pero el Aedes aegypti regresó, y ahora Brasil ha iniciado una nueva ofensiva contra el brote echando mano de cientos de miles de soldados para fumigar y educar a la gente sobre cómo eliminar el hábitat del insecto.
La campaña forma parte de la «guerra» de la presidenta Dilma Rousseff contra el virus del zika, que provoca terribles defectos de nacimiento, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) de Estados Unidos.
Pero los expertos en erradicación aseguran que hay pocas las posibilidades de que Brasil pueda lograr un éxito similar al obtenido hace medio siglo en contra de la plaga. El mundo es diferente, la globalización lleva a más personas y mercancías a través de las fronteras. Y Brasil es diferente: sus recursos son limitados en medio de su peor recesión en décadas, y la presidenta se centra en combatir un posible juicio político por supuestamente incumplir las leyes fiscales en la gestión de fondos gubernamentales.
Hasta ahora, las campañas han estado descoordinadas y han sido más una propaganda de relaciones públicas que sustancia, afirman las voces críticas.
«Rociar insecticida aquí y allá no es suficiente», dijo Rodrigo Cesar Magalhaes, historiador brasileño y experto en las campañas de erradicación previas. «Brasil debe integrarse por completo en todas sus acciones (en contra de los mosquitos) y controlar sus fronteras».
Sin larvicida
Incluso, antes de que el virus alcanzara niveles de crisis a comienzos de este año, Brasil tenía problemas para sostener sus esfuerzos rutinarios de erradicación. Una investigación de The Associated Press encontró que algunas ciudades y estados en el noreste del país se quedaron sin larvicida durante varios meses el año pasado.
El ministro de salud, Marcelo Castro, dijo que desde entonces se han restaurado los servicios. Ha defendido en repetidas ocasiones los esfuerzos del gobierno argumentando que la manera más eficaz de combatir al mosquito no es con productos químicos, sino eliminando sus zonas de reproducción.
En las décadas previas a 1958, la fuerza que impulsó dichas campañas fue la fiebre amarilla, que también propaga el Aedes aegypti. Los brotes periódicos en Brasil y en ciudades de todo el continente, incluyendo Estados Unidos, cobraron miles de vidas durante gran parte de la primera mitad del siglo XX.
Las brigadas «Mata Mosquito» visitaban los vecindarios, yendo de puerta en puerta y a veces ingresando a la fuerza, para cazar mosquitos y exterminar las larvas. Las personas que vivieron durante esa etapa afirman que las brigadas, compuestas principalmente de trabajadores de los respectivos municipios, operaban a lo largo de todo el año.
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Mera propaganda
Rolando Saba, un ingeniero jubilado de 84 años, dijo que las brigadas eran omnipresentes pero mantenían un perfil bajo, en contraste con los intermitentes esfuerzos actuales.
Saba quedó contrariado cuando, durante una publicitada campaña de fumigación reciente, los ministros y el presidente del banco central estuvieron entre las personas que iban de puerta en puerta.
«¿Eso es lógico?» preguntó. «Solo es propaganda».
La Organización Mundial de la Salud ha calificado al zika como una «emergencia internacional» y su naturaleza global podría complicar la lucha contra la enfermedad en Brasil.
De hecho, muchos científicos creen que el zika llegó a Brasil durante la Copa Confederaciones de 2013. Y las larvas de los Aedes aegypti portadoras de la enfermedad pueden durar hasta un año, lo que significa que los esfuerzos de erradicación se ven amenazados con cada viajante que cruza las fronteras y con cada producto importado, riesgos inevitables en un país visitado por millones de turistas y que también se encuentra entre las economías emergentes más importantes del mundo.
El boom demográfico y la migración masiva a las ciudades también pueden alterar el panorama en el combate contra el zika. Un claro ejemplo es Recife, la capital del empobrecido estado de Pernambuco, al noreste del país, y una de las regiones más azotadas por el zika.
En 1940, la población estaba apenas debajo de los 350 mil habitantes. Actualmente es de casi cuatro millones de personas. Las populosas favelas, resultado de la migración masiva a las ciudades brasileñas de las décadas de 1960 y 1970, representan un paraíso para los mosquitos.
«Además de los Mata Mosquito, en aquellos días la educación (sobre los mosquitos) era mucho mejor y no había tantas favelas», dijo Isaura Martínez, de 75 años y residente en una residencia de ancianos de Río de Janeiro.
Sensación inevitable
Los esfuerzos de erradicación de mosquitos han cobrado una nueva urgencia en Brasil ante el inicio de los Juegos Olímpicos, programado para agosto. Pero un vistazo a los esfuerzos de erradicación de 1958 sirve como una lección, especialmente en lo referente a involucrar la participación de los países vecinos.
En 1963, cuando los mosquitos comenzaron a regresar a Brasil, una resolución de una reunión de consejo de la OMS exhortó «a los gobiernos de los países y territorios que aún están infestados de Aedes aegypti a dar a las campañas de erradicación la prioridad necesaria para que todo el hemisferio se libere de este vector lo antes posible».
Jose Carvalheiro, profesor de la Universidad de Sao Paulo que participó en las campañas de la década de 1950 para erradicar la enfermedad de Chagas, que se propaga por medio de chinches, resaltó que el gobierno militar que ingresó al poder durante el golpe de estado de 1964 tenía otras prioridades. Y aunque las campañas de erradicación continuaron, nunca alcanzaron la intensidad de décadas anteriores.
«Cuando el aedes regresó, la sensación en ese momento era de que era inevitable», aseguró.
Fuente: Sipse