Al presidente cubano Raúl Castro, las puertas le esperan abiertas de par en par en Panamá. Su presencia, que significa el regreso casi pleno de Cuba al hemisferio occidental, era una demanda firme de la región. La Cumbre de las Américas 2015 no se habría celebrado sin la isla. Ese fue el mensaje unánime de los mandatarios latinoamericanos y caribeños al presidente estadounidense, Barack Obama, en la última cita continental, en Cartagena de Indias (Colombia) en 2012.
Tres años más tarde, Castro no solo estará presente, sino que ha iniciado con Obama un proceso de normalización de relaciones tras más de 50 años de enfrentamiento político que ni los mayores defensores de la presencia de Cuba en Panamá podrían haber imaginado. Raúl Castro llega a Panamá “con la cabeza alta”, sostiene Jorge Domínguez, especialista en América Latina de la Universidad de Harvard. No en vano ha logrado que un presidente estadounidense reconozca públicamente que la política de EE UU en Cuba ha fracasado, “algo que su hermano Fidel nunca logró” en medio siglo, recuerda.
A casi cuatro meses de que el acercamiento echara a andar, mucho queda por hacer. El proceso de normalización será largo y difícil y no acaba —más bien apenas empieza— cuando los dos países reabran sus embajadas en La Habana y Washington, según la jefa de las negociaciones estadounidense, Roberta Jacobson.
Pero para dos países que hicieron pervivir la Guerra Fría un cuarto de siglo más después de la caída del Muro de Berlín, los avances logrados antes de la cita panameña —que sellará el proceso con la imagen de Castro y Obama sentados por primera vez en la misma mesa de diálogo— han sido casi tan inimaginados como la foto que saldrá de la cumbre. Aunque La Habana no ha hecho anuncios tan rimbombantes como cuando Washington flexibilizó en enero los viajes y las restricciones comerciales con la isla, Cuba ha continuado, discretamente, el proceso de reformas económicas iniciado antes del 17 de diciembre, fecha en la que se anunció el inicio del deshielo en las relaciones bilaterales. Lo que no es poco para una isla que durante décadas mantuvo un rígido statu quo, subraya Geoff Thale, especialista en Cuba del centro de análisis Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA).
Los avances logrados antes de la cita panameña —que sellará el proceso con la imagen de Castro y Obama— han sido casi tan inimaginados como la foto que saldrá de la cumbre
“Esto no va ser un toma y daca, un nosotros acabamos con la prohibición de viajes y vosotros liberalizáis el mercado”, advierte. “Pero claramente hay procesos paralelos en marcha y hemos visto algunas reformas en la economía cubana. Eso tiene implicaciones para la descentralización política y una mayor apertura política”, sostiene.
Pero no todo son celebraciones. Disidentes cubanos que también viajan a Panamá se encargarán de recordarles a los líderes latinoamericanos las carencias democráticas en una isla donde la situación de derechos humanos también sigue dejando mucho que desear, según estándares internacionales. Según la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN), en marzo se registraron 610 detenciones arbitrarias por motivos políticos, la cifra más alta de los últimos siete meses.
Para Thale, esperar que los Gobiernos latinoamericanos —“que se han pasado 55 años criticando a EE UU por Cuba”— vayan ahora a recriminar públicamente a la isla por la situación de los derechos humanos es “poco realista”. “No creo que vayan a reclamarle a Castro una gran apertura inmediata, pero espero y creo que hablarán de cosas muy específicas, como un mayor acceso a la información, acabar con las detenciones arbitrarias… Seguramente lo harán de forma discreta, pero con gran probabilidad van a empezar a hacerlo en los próximos años”, confía el especialista.
Cuba no estará reintegrada totalmente en el hemisferio hasta que regrese a la Organización de Estados Americanos (OEA), de la que estuvo suspendida entre 1962 y 2009. Desde entonces, La Habana ha dejado claro que no está quiere regresar a un organismo que considera superado por organizaciones subregionales como la Celac o Unasur y que además le requeriría ratificar un documento como la Carta Democrática.
(Fuente El País)