Cancún, Quintana Roo a 25 de octubre del 2021: El gran desierto de Atacama, en Chile, sorprendió de nuevo durante la primavera austral de este año con un manto magenta y amarillo de flores que emergieron de la tierra más árida del mundo, fenómeno que expertos estudian como una ventana a un futuro afectado por el cambio climático.
Este “laboratorio natural” para los científicos, quienes lo estudian ahora más que nunca para ahondar en la adaptación de estas especies a climas extremos, es un complejo ecosistema que en función de las muy escasas precipitaciones se colorea repentinamente entre septiembre y octubre de flores que crecen sobre el ocre característico de esta zona cercana a Copiapó, a 800 km al norte de Santiago.
El secreto, explica a la AFP la bióloga de la Universidad de La Serena, Andrea Loaiza, está bajo la superficie, concretamente en las semillas “latentes” enterradas que pueden sobrevivir décadas mientras esperan una mínima cantidad de agua para germinar y florecer.
“Cuando hay cierta cantidad de precipitación, que se ha estimado que son aproximadamente 15 milímetros cúbicos de precipitación, se gatilla un gran evento de germinación” conocido como “el desierto florido”.
Andrea Loaiza, bióloga de la Universidad de La Serena.
Esta maravilla natural, y de cierta forma contradictoria al ocurrir en uno de los lugares con menos lluvias del mundo, es un fenómeno irregular, advierte la académica, ya que pueden pasar años sin que florezca, como ocurrió hace unas semanas, en plena primavera austral, estación en la que ocurre este brote.
Desierto florido es un “laboratorio natural”
El ecosistema del desierto puede parecer inerte, “aparentemente privado de vida”, explica Loaiza, pero es “muy frágil porque ya está al límite” y “cualquier perturbación puede sacarlo del equilibrio”.
El cambio climático, principal amenaza medioambiental del planeta, según advirtieron recientemente los expertos de las Naciones Unidas, podría generar que amplias zonas en el mundo, ahora fértiles, terminen como el desierto de Atacama.
Por este, motivo investigadores como el genetista Andrés Zurita estudian este suceso natural en el norte de Chile con la idea de entender la supervivencia de estas especies florales para identificar sus fortalezas de cara a un futuro menos alentador.
La reducción de las ya escasas precipitaciones en el norte de Chile, sumado al aumento de las temperaturas por el cambio climático a nivel global, hacen de este lugar una ventana que permite observar y analizar desafíos a los que probablemente tenga que enfrentarse la humanidad más adelante.