Este 16 de octubre arranca el 20º Congreso del Partido Comunista de China, donde se espera que Xi Jinping consolide un tercer mandato sin precedentes. Con este motivo, recuperamos el perfil en profundidad que hizo la corresponsal de la BBC Carrie Gracie en 2017, cuando Xi iba a comenzar su segundo mandato.
No hay muchos líderes en el siglo XXI que hayan vivido en una cueva y trabajado como agricultores antes de afianzarse en el poder en una de las naciones más poderosas del mundo.
Hace cinco décadas, cuando el caos de la Revolución Cultural envolvió a Pekín, Xi Jinping, que entonces tenía 15 años, se embarcó en la dura vida rural del interior de China.
La región donde Xi trabajaba como agricultor, había sido un bastión de los comunistas durante la guerra civil. Era Yan’an, que se hacía llamar «la tierra santa de la revolución china».
Tras confirmarse el segundo período en el poder de Xi Jinping en el Congreso del Partido Comunista, el presidente está al mando de una superpotencia creciente y confiada, pero es una nación que vigila celosamente lo que se dice de sus líderes.
Esa norma que existía desde 1982 limitaba el poder de Xi, que es, al mismo tiempo, secretario general del PCCh, jefe de Estado y presidente de la Comisión Militar Central de China, por lo que dirige las Fuerzas Armadas del país.
Pero ya no más.
Durante los 10 años que lleva en el poder, Xi ha reforzado el control del Partido Comunista sobre todos los aspectos de la vida en el país y ha afianzado la posición de China como potencia económica y militar mundial.
Paradójicamente, cuando llegó al poder en 2012, pocos esperaban que se convirtiera en un líder sin contrapesos internos en el PCCh; de hecho, se pensaba que sería un dirigente reformista y conciliador.
«No va a ser un líder dominante como Deng (Xiaoping) o Mao (Zedong). Va a tener que crear consensos entre el liderazgo del Partido», le dijo entonces a la BBC el periodista y académico estadounidense Sidney Rittenberg.
No fue así. En una mirada retrospectiva, muchos expertos atribuyen esos errores de percepción al hecho de que Xi es hijo de un líder histórico del PCCh que era reformista, cuyos pasos se pensaba que iba a seguir, y al hecho de que el actual mandatario fue bastante discreto sobre sus ideas mientras escalaba dentro de la jerarquía del partido.
«Las dos décadas que precedieron a Xi, bajo Jiang Zeming y Hu Jintao, fueron décadas de liderazgo colectivo, de consenso, incluso se podría decir, mínimo común denominador; y ese período generó una tremenda corrupción, de faccionalismo y de mala toma de decisiones. Se esperaba que Xi Jinping siguiera esa tradición», apunta Daniel Russell, quien fue secretario asistente para Asia durante el gobierno de Barack Obama, a la BBC.
«Es irónico que, como actor político, Xi cumpliera religiosa y cuidadosamente el consejo de Deng Xiaoping de ‘esconder la fuerza y aguardar el momento’. Sin embargo, cuando llegó al poder, demostró no ser el reformador que la gente podría haber esperado y ciertamente no demostró el tipo de continuidad que se preveía», agregó.
Pero ¿cómo hizo Xi para convertirse en el líder de China con mayor poder en décadas?
Consolidando el poder
Al poco tiempo de haber llegado al poder, empezó a ser evidente que Xi se estaba alejando del modelo de liderazgo colectivo que imperaba en China y que se estaba estableciendo como fuente principal de las decisiones del país, señaló Russell.
«Él pasó por alto y socavó los mecanismos burocráticos tradicionales del Estado, los ministerios del gobierno, etc., y comenzó a crear lo que llamaron grupos de liderazgo. Grupos, con Xi Jinping como presidente, para todos los temas importantes y que de alguna manera reemplazaron el trabajo del gobierno y acumularon la toma de decisiones en manos del partido y, específicamente, en las de Xi Jinping», afirmó.
Al mismo tiempo, Russell destacó que Xi redujo el número de altos funcionarios en la cima del máximo órgano de toma de decisiones, el Comité Permanente del PCCh (formado únicamente por siete personas), y lanzó una campaña anticorrupción cuyos fines reales iban más allá de castigar esta lacra.
«No fue una campaña por 100 días, como es tradicional en China. Ni de seis meses o acaso un año, para eliminar a los delincuentes más atroces. Era un mecanismo para fortalecer su poder personal de forma sistemática, purgando a sus enemigos y creando una atmósfera de temor en los niveles más altos de la estructura del partido, al mismo tiempo que se ganaba la confianza de la población», apunta el ex secretario asistente para Asia de EE.UU.
Steve Tsang, director del Instituto China de la Universidad de Londres, considera que esta operación anticorrupción fue fundamental para Xi.
«Esa operación ha sido absolutamente vital para la consolidación de su poder y posición», comentó Tsang a la BBC.
Tsang afirma que esta operación tenía una doble función, pues además de luchar contra la corrupción era una campaña de ratificación del partido.
«Juntando esas dos vertientes, Xi podía usar la campaña para sacar del camino a todos los altos funcionarios del partido que no estuvieran siguiendo su línea política o que no le resultaran útiles de otras maneras», dijo.
«Así, él fue capaz de consolidar el poder y, en el plazo de 5 años, cambió el sistema operativo del Partido Comunista de China sin cambiar su estructura», agregó.
Economía y sociedad
Más allá de la política, durante su mandato Xi ha consolidado también su poder sobre el país reduciendo la autonomía de incluso las más poderosas empresas privadas chinas y sometiéndolas a los designios del Estado, lo que en algunos casos les ha causado grandes pérdidas.
Esto llevó a que, por primera vez en 7 años, se redujera la participación del sector privado entre las mayores compañías del país.
Según el medio económico especializado Bloomberg, a finales de 2021, de las 100 empresas más valiosas por capitalización de mercado, 49 eran privadas, un descenso en comparación con las 53 de 2020.
Las estrictas regulaciones impuestas por Pekín sobre sectores como internet, bienes raíces y educación derivaron en la pérdida de US$1,5 billones en el valor de las acciones en bolsa de estas compañías.
Al mismo tiempo, y valiéndose de su política de covid cero, el gobierno de Xi ha logrado incrementar hasta grados no vistos el control del gobierno sobre la vida de los ciudadanos.
Ahora, gracias a que los ciudadanos deben estar constantemente registrando su presencia a través de apps, el Estado puede saber con precisión y en tiempo real qué está haciendo cada persona.
Lucy Hornby, investigadora visitante del Centro Fairbanks de Estudios sobre China de la Universidad de Harvard y veterana ex corrresponsal del Financial Times en China, es crítica de estas medidas adoptadas por el gobierno de Xi durante la pandemia.
«Ganaron algo de tiempo, pero no lo aprovecharon bien. Usaron ese tiempo para crear un Estado de vigilancia, en lugar de usarlo para desarrollar vacunas e inmunidad dentro de su propia sociedad«, le dijo Hornby al programa Real Story de la BBC.
Una sociedad que favorece al líder fuerte
Pero mientras la concentración de poder por parte de Xi es vista con ojos críticos desde Occidente, dentro de la sociedad china las percepciones varían.
Así, por ejemplo, aunque la lucha contra la corrupción le haya servido a Xi para librarse de adversarios políticos, se trata de una causa que tiene apoyo entre los ciudadanos.
Por otra parte, según explicó Hornby, hay muchos chinos que consideran importante que exista una persona que tenga la última palabra sobre los temas.
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«Hay una gran tendencia, especialmente en los Estados de partido único, de querer tener un punto único de toma de decisiones. Y, por supuesto, toda la propaganda del Partido Comunista durante 70 años siempre ha versado sobre tener una estructura de partido monolítica, así que creo que la gente lo acepta porque así son las cosas», agregó.
Víctor Gao, un académico del Centro para China y la Globalización, un grupo de análisis con sede en Pekín, considera que el liderazgo de Xi ha sido favorable para su país.
«China nunca ha estado tan unido como ahora y esto se debe parcialmente al hecho de que durante los últimos 10 años Xi Jinping ha ejercido un liderazgo fuerte dentro del Partido Comunista de China, entre los militares chinos, así como en el gobierno chino y entre la población», le dijo Gao a la BBC.
«Su lucha contra la corrupción en el PCCh, entre los militares chinos, en el gobierno y en las empresas estatales, realmente ha cambiado la forma de hacer las cosas en China», valoró.
Desafíos de la concentración de poder
Pero la concentración del poder no significa que desaparezcan los problemas por resolver y Xi enfrenta unos cuantos desafíos tanto internos como externos.
Steve Fang apunta que durante casi un cuarto de siglo después de la caída del bloque comunista en Europa, el PCCh se las ha arreglado para no cometer un error grave que pudiera desestabilizar la política, la sociedad o la economía de China.
«Pero eso ocurrió porque el liderazgo colectivo permitía ampliar de manera estable el alcance de los debates a puertas cerradas entre el liderazgo máximo. Xi Jinping cambió eso en 5 años y básicamente lo había convertido en una cámara de resonancia para cuando él se convirtió en el hombre fuerte, en 2017″, dijo.
«Desde entonces, tenemos una serie de políticas que son muy problemáticas: la guerra comercial con Estados Unidos, la política de covid cero, la represión en Hong Kong, la represión en Xinjiang, el apoyo a Rusia en la guerra contra Ucrania y las medidas contra las empresas más importantes en el sector privado, en el área más innovadora de la economía china en los sectores de tecnología y de fintech. Esas son políticas de Xi Jinping porque él ya no está escuchando a nadie más», añadió.
Fang afirma que Xi vendió la política de covid cero como una muestra de superioridad del sistema chino, en un momento en el que las sociedades occidentales estaban muy golpeadas por la enfermedad y bajo cuarentenas, mientras que China estuvo más abierta hasta la llegada de la variante ómicron.
«La situación cambió completamente, Xi simplemente no puede admitir haber cometido un error y, por tanto, China se mantiene con la política de covid cero, incluso aunque haya mucha gente en el Partido Comunista que se ha dado cuenta de que esa política está errada y de que es muy impopular en China en este momento», apuntó.
Daniel Russell, por su parte, considera que el tener tanto poder en sus manos puede eventualmente volverse en contra de Xi.
«Si estás a cargo de absolutamente todo, tarde o temprano te va a responsabilizar por cosas que salen mal. Y cuando miras todos los problemas que China enfrenta en la actualidad, uno se pregunta si la coronación de Xi Jinping, el 20º Congreso del Partido, puede resultar el cénit de su poder«, manifestó.
De hecho, pocos días antes del inicio del Congreso, esos importantes desafíos se hicieron evidentes con una protesta poco habitual en pleno centro de Pekín: una gran pancarta en la que se podía leer «No a los tests de covid. No a la Revolución Cultural, quiero reformas. No confinamientos, quiero libertad. No a los líderes, quiero votar. No seré un esclavo, seré un ciudadano».
El reclamo, que fue rápidamente censurado por las autoridades, iba más allá, instando a la sociedad a ir directamente contra el líder, al que tildaba de un «traidor dictador».
Fuente: BBC Mundo