Porque no es lo mismo un árabe que un musulmán, ni un yihadista que un islamista, acá te explicamos en qué se parecen, qué los diferencia y la importancia de diferenciarlos.
Un grupo de jóvenes camina por Polanco. Observa a un hombre vestido de negro, con kipá y barbas largas. “Vámonos, no nos vaya a aventar una bomba”, dice uno de ellos. Evidentemente no sabía que el sujeto que miraba era un judío ortodoxo, que nada tiene que ver con el islam ni con el terrorismo.
Mucha gente llama “terroristas” a personas que visten túnicas, usan
turbante o hablan árabe. Nada más alejado de la realidad.
También te puede interesar: Terroristas de Bélgica y París pertenecen a una misma red islamista
En tiempos de atentados constantes por parte del ISIS, resulta fundamental alejarse de los estereotipos y los juicios fáciles.
Ante todo, hay que diferenciar.
Las palabras “árabe”, “musulmán”, “islamista”, “moro” y “yihadista” no son sinónimos. Cada vocablo designa a un grupo con costumbres, ideas y formas de vida distintas.
ÁRABE
Se utiliza este término para referirse a todas las personas que nacen en
países en donde el árabe es la lengua oficial, independientemente de su
religión o ideas políticas.
Se trata, en suma, de una palabra que designa a un grupo etnolingüístico. O sea que puede haber árabes cristianos, árabes musulmanes o incluso árabes ateos. El hecho de haber nacido en un país árabe no los obliga a practicar un dogma ni los convierte en conservadores. Hay, de hecho, gente que comulga con la democracia, aunque muchas veces sus gobiernos lo prohíban.
Originalmente, sólo eran considerados árabes aquellos que nacieran en la Península Arábiga, pero desde el siglo VIII este idioma se ha extendido a diversas partes del mundo, como Medio Oriente y el norte de África.
En Marruecos, por ejemplo, no todos los habitantes son árabes. Alrededor del 35 por ciento son bereberes. Lo mismo sucede, aunque en menor medida, en países como Argelia o Túnez.
Así que nadie se extrañe si un día se encuentra a un árabe rezando el Padre Nuestro en la Catedral de San Patricio de Nueva York. Es perfectamente normal.
MUSULMÁN
Éste sí es un término religioso. Se le llama musulmán a todo aquel que
practica el islam y basa sus creencias en El Corán. Pero ojo: ser musulmán no implica ser fanático; mucho menos terrorista. Hay muchas formas de practicar el islam. Las costumbres de los fieles cambian según el país de origen, la raza o incluso la condición social.
Actualmente existen alrededor de mil 600 millones de musulmanes en el mundo, pero sólo el 20 por ciento de ellos son árabes. Según un estudio del Pew Research Center, en 2050 la comunidad musulmana alcanzará un total de 2 mil 760 millones de fieles, casi el mismo número que los seguidores de Jesucristo.
Los países con mayor población musulmana son Indonesia, Pakistán, India y Bangladesh.
Usualmente se agrupa a los musulmanes en dos grandes ramas, que a su vez se dividen en diferentes escuelas. Todos creen en Alá como ser supremo.
*Suníes (sunismo): creen en Mahoma como profeta
*Chiitas (chiísmo): creen en Mahoma, pero también en su sucesor Ali.
*Jariyíes (Jariyismo): creen en Mahoma, pero no en Ali. Consideran que su califa no debe ser descendiente de nadie divino, sino de cualquier persona, “incluso un esclavo negro”. Conforman una comunidad muy pequeña que sólo habita en Omán.
*Sufistas (sufismo): son los practicantes heterodoxos de la espiritualidad del islam; no del dogma.
¡PERO CUIDADO CON EL WAHABISMO!
Una de las corrientes del sunismo más radical es el wahabismo, que a menudo suele ser considerado el dogma ideológico del ISIS, explica el escritor y conocedor de la cultura musulmana Alberto Ruy Sánchez.
Sus seguidores también son conocidos como “salafistas”.
“La cultura salafista es integrista, militante y pedestre. Es la
manifestación más radical del islam y una secta fundamentalista que se
expande en el mundo gracias al apoyo económico de los reinos petroleros, que su vez son tolerados por los países occidentales como Estados Unidos, Francia o Inglaterra”, explica Ruy Sánchez.
El salafismo –asegura– es un dogma que se propaga lentamente por el mundo.
“El veneno es el salafismo. Ésa es la enfermedad que padece el islam y el resto del mundo”, advierte.
“Ellos están invitando al islam militante del primer siglo. Tienen una
mentalidad expansionista. Su perspectiva es la sumisión. Para ellos, que una mujer use perfume es igual a fornicación. Están en contra de todo lo que amenace sus creencias”, señala el ensayista Sandro Cohen.
Los terroristas que mataron a 130 personas en París el pasado 13 de
noviembre de 2015 se declaraban practicantes del salafismo-wahabismo.
ISLAMISTA
El término es más político. Suele ser utilizado para referirse a aquella
persona –musulmana o no– que promueve la adaptación de la vida política, cultural y económica del mundo a los mandatos del Corán.
En el Islamismo hay corrientes moderadas y radicales. A este segundo grupo pertenecen organizaciones como Al Qaeda, ISIS, Boko Haram, Hamás y Hezbolá.
Ejemplos de islamistas violentos: Abdelhamid Abaaoud, principal responsable de los atentados en París del 13-N; Osama Bin Laden, ex líder de Al Qaeda, y Hasan Nasrallah, líder de Hezbolá.
YIHADISTA
Es un término creado en Occidente para nombrar al islamista que comete actos terroristas en nombre de Alá. En árabe, “Yihad” significa Guerra Santa.
Por esta razón los medios de comunicación llamaron «yihadistas» a las
personas que atacaron ayer diversos puntos de Bruselas, y que dejaron al menos 30 muertos y más de 200 heridos.
MORO
Para empezar, los moros ya no existen. Hoy sólo queda la palabra, que
actualmente es utilizada de forma peyorativa para referirse a cualquier
musulmán, principalmente a aquellos que provienen del norte de África.
En el siglo VIII, los españoles llamaban “moros” a los musulmanes que
habían conquistado sus tierras, que fueron anexionadas al Califato Omeya bajo el nombre de al-Ándalus.