En lo profundo de los bosques tropicales de Panamá, donde la humedad crea una cúpula verde de vida desbordante, un árbol gigantesco ha captado la atención de los científicos por un motivo tan insólito como fascinante: sobrevive a los rayos. No solo eso. Los utiliza.
Durante décadas, los truenos y descargas eléctricas han sido considerados uno de los grandes enemigos de los árboles en las selvas tropicales. En estas regiones, los rayos son responsables de una de cada cuatro muertes de árboles grandes, una estadística brutal que convierte a cada tormenta eléctrica en una ruleta de supervivencia. Sin embargo, una especie parece jugar con ventaja. Se trata de Dipteryx oleifera, también conocido como árbol tonka. Su relación con los rayos no es de simple resistencia. Este árbol parece haberse adaptado para atraerlos deliberadamente… y beneficiarse del caos que generan.
Un árbol que desafía las leyes de la naturaleza
El fenómeno fue documentado por un equipo internacional que ha monitoreado más de 90 impactos directos de rayos en el Monumento Natural de Barro Colorado, una reserva ecológica panameña famosa por ser un laboratorio viviente de biodiversidad, tal y como se indica en un comunicado de prensa. En ese contexto, Dipteryx oleifera ha demostrado una habilidad sorprendente: es capaz de resistir sin apenas daños el impacto de millones de voltios. Mientras a su alrededor otros árboles se parten, arden o se secan, este coloso queda en pie, como si nada hubiera pasado.
La clave parece estar en su estructura física. El árbol alcanza alturas de hasta 40 metros, lo que lo convierte en uno de los más altos del bosque. Esta estatura, sumada a una copa amplia y abierta, lo hace más propenso a recibir descargas eléctricas. Pero en lugar de ser una desventaja, esta exposición le brinda una ventaja competitiva devastadora.
Cada rayo que impacta sobre él arrasa con las lianas que lo cubren, parásitos vegetales que se alimentan de su savia y limitan su crecimiento. Además, la descarga se propaga a través de las ramas y raíces que conectan con otros árboles, provocando la muerte de hasta 9 o 10 ejemplares vecinos por cada impacto. Lo más curioso: muchos de estos árboles muertos competían por la luz del sol y los nutrientes del suelo. El resultado es un claro en la selva, con el Dipteryx oleifera en el centro, absorbiendo toda la energía del entorno, literal y figuradamente.

Selección natural electrificada
La hipótesis que manejan los investigadores es que esta especie no solo ha evolucionado para soportar el impacto de los rayos, sino que ha desarrollado mecanismos para beneficiarse activamente de ellos. De hecho, los modelos creados por los científicos indican que los árboles que han recibido al menos una descarga tienen una tasa de reproducción hasta 14 veces mayor que aquellos que no han sido alcanzados. En la práctica, un rayo puede garantizar a Dipteryx oleifera un aumento de siglos en su vida útil y una expansión considerable de su descendencia.
Esta sorprendente ventaja evolutiva ha reconfigurado la dinámica ecológica del bosque panameño. Aquellos árboles que crecen cerca de Dipteryx oleifera tienen un 48% más de probabilidades de morir en las décadas siguientes, ya sea por descargas secundarias o por el colapso del dosel vegetal. Mientras tanto, el «árbol del rayo» se eleva, cada vez más aislado, pero dominante.
La explicación más plausible radica en la conductividad interna de la especie. Algunos árboles tienen estructuras que dificultan la disipación del calor generado por una descarga eléctrica, lo que produce grietas, explosiones internas o incluso incendios. Dipteryx oleifera, en cambio, funcionaría como un conductor bien aislado: el rayo entra por la copa y sale por las raíces, sin alterar en exceso su fisiología.

Que una especie haya desarrollado semejante estrategia de supervivencia no es solo una anécdota botánica. En realidad, abre un nuevo campo de estudio sobre la ecología de los rayos en los bosques tropicales. Si este árbol se beneficia del cambio climático —que ya está aumentando la frecuencia e intensidad de las tormentas eléctricas—, podríamos estar ante el inicio de una transformación profunda del paisaje forestal.
En un futuro con más rayos, los árboles que no estén preparados podrían desaparecer en mayor proporción, mientras que especies como Dipteryx oleifera dominarían el dosel arbóreo. Esto tendría implicaciones directas en la biodiversidad, la captación de carbono y la dinámica general del ecosistema. Algunas especies animales, por ejemplo, dependen del almendro para alimentarse de sus frutos. Otras, que requieren árboles más bajos o una estructura de vegetación más densa, podrían desaparecer si los claros provocados por los rayos se multiplican.
Además, el hallazgo obliga a replantear ciertos supuestos científicos. Hasta ahora, los rayos se consideraban casi exclusivamente una fuerza destructiva en los bosques. Pero lo que está ocurriendo en Panamá demuestra que la naturaleza, una vez más, es más compleja. A veces, lo que parece un desastre puede ser una oportunidad para adaptarse, crecer y vencer.
El enigma continúa
Por ahora, los científicos siguen investigando qué propiedades exactas permiten a Dipteryx oleifera resistir los rayos. Se sospecha que hay componentes químicos, densidades específicas en la madera o arquitecturas vasculares que facilitan la disipación de energía. También se exploran paralelismos con otras especies en África o el sudeste asiático, donde se han observado patrones similares, aunque menos evidentes.
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Pero quizás la pregunta más intrigante no sea cómo sobrevive, sino por qué llegó a desarrollar esta capacidad. ¿Fue producto de una evolución lenta y progresiva? ¿O se trata de una adaptación reciente ante un entorno cada vez más electrificado por los efectos del cambio climático?
Sea cual sea la respuesta, lo que está claro es que este árbol ha escrito una página inesperada en la historia de la evolución vegetal. En un mundo donde los desafíos naturales se multiplican, algunas especies no solo resisten… también prosperan.
FUENTE: DIARIO 22