Los migrantes venezolanos que huyen de una economía diezmada comenzaron a llegar a otros países andinos de América del Sur en medio de la pandemia de coronavirus. Miles de personas, muchas de ellas casi indigentes, llegaron a Chiclayo, en el norte de Perú, donde el obispo local era un estadounidense, Robert Francis Prevost.
Algunos peruanos y sus líderes se enfurecieron con los venezolanos, acusándolos de ser criminales, dijo el reverendo Pedro Vásquez, quien en ese momento dirigía una iglesia en la diócesis de Chiclayo. “Hubo mucha reacción”, recordó en una entrevista.
Pero el obispo Prevost, ahora papa León XIV, no vaciló, dijo el sacerdote: movilizó a las iglesias locales, al clero y a los líderes laicos para alimentar, alojar y cuidar a los migrantes.
Esa experiencia le da al papa León otro vínculo con su predecesor, el papa Francisco, quien hizo de hablar sobre la crisis migratoria mundial una parte fundamental de su pontificado.
El primer viaje papal de Francisco fue a la isla de Lampedusa, en el sur de Italia, un lugar de desembarco frecuente para los barcos que transportan magrebíes que intentan llegar a Europa. Francisco con frecuencia puso el foco en los refugiados que huyen de la hambruna, los desastres naturales y la guerra, y a menudo expresó su preocupación y simpatía por los migrantes a los que describió como personas vulnerables que buscan una vida mejor.
Tal vez el papa León, que nació en Chicago, vio algo de su propia historia familiar en las historias de los migrantes: sus abuelos emigraron a Estados Unidos desde Francia y España, dijo a la emisora italiana RAI este año. Cualesquiera que fueran sus razones, dijo el padre Vásquez, cuando los líderes de la iglesia local en Chiclayo se movilizaron para ofrecer atención a los venezolanos, “Monseñor Prevost apoyó este trabajo”.
El padre Vásquez acondicionó un espacio en su iglesia para que los migrantes lo usaran como refugio. El reverendo Luis Santamaría, otro sacerdote, instaló un comedor.
“A nivel nacional, esto fue un gran problema”, dijo el padre Santamaría en una entrevista, y algunas personas culparon a los venezolanos por delitos violentos y robos. “No siempre fueron bien vistos. Incluso aquí, en nuestras parroquias”.
El obispo Prevost convocó a los líderes laicos de la diócesis para ayudar a organizar una respuesta. Una de ellas fue Yolanda Díaz, quien creó un grupo para asistir a migrantes y víctimas de tráfico de personas. Dijo que informaba al obispo sobre su progreso cada 15 días.
“Nos sentimos abrumados por esta situación que afecta a nuestros hermanos migrantes”, dijo Díaz en una entrevista. “Monseñor Robert preguntó: ‘¿Cómo vamos a responder? ¿Qué vamos a hacer?’”.
El jueves, después de que el papa León fue presentado en el Vaticano, Díaz dijo que recibió una llamada de uno de los migrantes a los que la iglesia había ayudado en Chiclayo. El hombre ahora vive en otro país, pero quería hablar sobre el obispo que lo había apoyado.
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