Hasta hace unas décadas, Japón era la segunda economía más importante en términos de Producto Interior Bruto (PIB). En el ámbito tecnológico, la tierra del sol naciente destacaba por ser el epicentro de una serie de innovaciones que no tenían paralelo en el mundo. Cuando en Europa o en Estados Unidos comenzaban a aparecer los teléfonos móviles con pantalla a color, en el país asiático los usuarios ya utilizaban algunos de estos dispositivos para ver televisión, hacer pagos o conectarse a Internet a través de un sistema llamado i-mode.Panasonic, Sony y Sharp gozaban de un envidiable prestigio que trascendía fronteras. Si querías comprar un buen televisor, probablemente acabarías eligiendo una de estas marcas, aunque tuvieras que pagar un poco más. A la hora de hablar de consolas de videojuegos, PlayStation y Nintendo eran los puntos de referencia. Pero las cosas han cambiado. Los japoneses siguen siendo disciplinados, talentosos e innovadores, aunque su presencia el mercado global de la electrónica de consumo se encuentra en declive.
Una excelente forma de entender el presente es analizar el pasado. Para ello, nos remontaremos al final de la Segunda Guerra Mundial. Cuando Japón se rindió en 1945, no solo perdió sus colonias y millones de vidas, también se encontró con una economía completamente diezmada. Sin embargo, tras el mencionado conflicto se promovieron una serie de reformas graduales que estimularon el mercado interno, impulsaron el desarrollo industrial y catapultaron al país asiático a abrirse al mundo para convertirse en un exportador destacado.
El resurgimiento económico japonés
En los primeros tiempos de la posguerra, Japón importó una enorme cantidad de maquinaria para apuntalar industrias como la automotriz. La búsqueda de la excelencia, en entorno económico favorable, llevó al país asiático a construir sus propias máquinas mejoradas y a más tarde a convertirse en líder de este sector. A nivel automotriz, por su parte, permitió a Toyota consolidarse como un gigante. También adquirieron relevancia industrias importantes como la siderurgia y, la que nos interesa, la electrónica de consumo.
Una de las tantas empresas que surgió después de la guerra fue Sony, aunque al principio no se llamaba así. El ímpetu de progreso que emergía en muchos japoneses está magníficamente descrito en la carta fundacional de Sony. “Trabajamos tan duro que literalmente nos olvidamos de dormir o comer”, cuenta el texto haciendo referencia a los técnicos e ingenieros que formaban parte de Japan Precision Instrument Co. y que desarrollaron equipos militares durante el conflicto bélico.
Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, Japan Precision Instrument Co. se disolvió, pero alrededor de 20 de sus miembros se unieron a Masaru Ibuka para abrir una firma de electrónica en Shirokiya llamada Tokyo Tsushin Kenkyujo (Laboratorio de Telecomunicaciones de Tokio). “El primer y principal motivo para crear esta empresa fue desarrollar un entorno de trabajo estable en el que los ingenieros que tenían un profundo aprecio por la tecnología pudieran realizar su misión social y trabajar a su antojo”, señala el escrito de Sony.
Las firmas niponas, entre ellas Sony, protagonizaron varios hitos tecnológicos y comerciales a lo largo de su historia:
- 1957: la radio de transistores más pequeña del mundo (Sony TR-63).
- 1979: la primera generación de estéreos personales a casete (Sony Walkman TPS-L2).
- 1982: el compact disc (CD) desarrollado de manera conjunta entre Sony y Philips.
- 1988: la primera cámara digital que almacenaba imágenes en una tarjeta de memoria (FUJIX DS-1P).
- 1992: el LED azul, un elemento clave para producir las imágenes que hoy vemos en las pantallas de nuestros dispositivos electrónicos (Shuji Nakamura).
- 1994: la consola que cambió el mundo de los videojuegos y elevó a Sony a la cima de esta industria (PlayStation).
Este impresionante giro que impulsó la economía del país fue denominado como el «milagro económico japonés». Una parte clave de este fenómeno fueron las estructuras empresariales conocidas como ‘keiretsu’. En ellas, fabricantes, proveedores y distribuidores trabajan juntos para aumentar la eficiencia y, sobre todo, para reducir los costes. Cada uno de los actores de estos grupos, no obstante, era independiente. Antes del keiretsu predominaban los ‘zaibatsus’, grandes empresas familiares que llegaban a convertirse en monopolios.
Japón también fue un actor relevante en el mundo de los semiconductores. El nuevo dinamismo económico acompañado de la pericia japonesa permitieron que esta industria creciera sustancialmente entre 1960 y 1980. Como apunta el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, el financiamiento para investigación y desarrollo en equipos de fabricación de semiconductores pasó del 2% a principios de la década de 1970 al 26% en 1977, lo que permitió a los nipones consolidar su presencia en este sector.
En 1988, NEC, Toshiba, Hitachi, Fujitsu, Mitsubishi o Matsushita controlaban el 50% de la industria de los semiconductores. Para 2019, sin embargo, la participación japonesa en este mercado había caído al 10%. Ahora bien, el Gobierno está tratando de ponerse al día con una impresionante inversión de 325.000 millones de dólares. Esto debería permitir a las empresas japoneses tener mejores condiciones para competir de tú a tú con las empresas de Estados Unidos, Taiwán o Corea del Sur.
Las décadas perdidas
El estado actual de Japón en términos económicos, que abordaremos en los siguientes párrafos, es producto de una variedad de factores. Ahora bien, hay al menos dos que merece la pena mencionar. La extraordinaria etapa de crecimiento que surgió tras la Segunda Guerra Mundial fue seguida de un período de estancamiento económico que inició en la década de 1990, con una tasa de crecimiento de PIB baja frente a la de otras naciones industrializadas. Cabe señalar, que no todos los teóricos están de acuerdo con las razones y los alcances de este escenario.
Un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) señala como la punta de lanza de la mencionada crisis al estallido de la burbuja de las acciones japonesas. En 1990 y, a mediados de 1992, los precios de las acciones habían caído alrededor de un 60 por ciento, el músculo empresarial se debilitó y el sistema bancario empezó a tambalearse a medida que los acreedores no cumplían con sus pagos. Mientras que algunos creen que el problema acabó, otros afirman que continúa.
El crecimiento lento del Japón en las décadas siguientes, y probablemente hasta la actualidad, se debe según algunos especialistas a factores como el demográfico. La población de Japón está envejeciendo tan rápidamente que el país se está viendo obligado a cerrar miles de escuelas. Algunas de ellas se reconvierten en acuarios y fábricas de sake, pero no es una solución efectiva para la disminución de la fuerza laboral y la escasez de mano de obra, elementos que penalizan el crecimiento del país.
Las décadas perdidas también estarían siendo alimentadas por el ascenso geopolítico de China y Corea del Sur. Al menos en el mundo tecnológico, las marcas que antes tenían un prestigio y una reputación incomparable, como Sony, se han visto abrumadas por el crecimiento de firmas como Samsung y LG. De más está decir que estas últimas, ambas surcoreanas, tienen presencia mundial en un mercado tan importante como el de los televisores. La pérdida de protagonismo de Japón también es evidente en el mercado de los móviles.
El podio de envíos globales de teléfonos inteligentes elaborado por CounterPoint está integrado por Samsung, Apple y Xiaomi, es decir, una compañía surcoreana, una estadounidense y una china. Las compañías japonesas que participan de este mercado ni siquiera tienen presencia en el informe de la mencionada firma de análisis. Hablar en plural en este punto tampoco parece demasiado indicado: Sony es el único fabricante importante de móviles nipón, y el panorama también es desolar en su propia tierra, donde las ventas cayeron un 40% en 2023.
Japón también ha perdido terreno en el mundo de las telecomunicaciones. China se encuentra en la cima del ranking de propiedad intelectual en materia de 5G, con alrededor del 40% de las patentes esenciales para esta tecnología. El gigante asiático también es el hogar de Huawei, una de las firmas más destacadas de infraestructura 5G, que suministra equipos a diferentes partes del mundo, y que compite con la japonesa NEC en este mercado.
Las firmas niponas, entre ellas Sony, protagonizaron varios hitos tecnológicos y comerciales a lo largo de su historia:
- 1957: la radio de transistores más pequeña del mundo (Sony TR-63).
- 1979: la primera generación de estéreos personales a casete (Sony Walkman TPS-L2).
- 1982: el compact disc (CD) desarrollado de manera conjunta entre Sony y Philips.
- 1988: la primera cámara digital que almacenaba imágenes en una tarjeta de memoria (FUJIX DS-1P).
- 1992: el LED azul, un elemento clave para producir las imágenes que hoy vemos en las pantallas de nuestros dispositivos electrónicos (Shuji Nakamura).
- 1994: la consola que cambió el mundo de los videojuegos y elevó a Sony a la cima de esta industria (PlayStation).
Este impresionante giro que impulsó la economía del país fue denominado como el «milagro económico japonés». Una parte clave de este fenómeno fueron las estructuras empresariales conocidas como ‘keiretsu’. En ellas, fabricantes, proveedores y distribuidores trabajan juntos para aumentar la eficiencia y, sobre todo, para reducir los costes. Cada uno de los actores de estos grupos, no obstante, era independiente. Antes del keiretsu predominaban los ‘zaibatsus’, grandes empresas familiares que llegaban a convertirse en monopolios.
Japón también fue un actor relevante en el mundo de los semiconductores. El nuevo dinamismo económico acompañado de la pericia japonesa permitieron que esta industria creciera sustancialmente entre 1960 y 1980. Como apunta el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, el financiamiento para investigación y desarrollo en equipos de fabricación de semiconductores pasó del 2% a principios de la década de 1970 al 26% en 1977, lo que permitió a los nipones consolidar su presencia en este sector.
En 1988, NEC, Toshiba, Hitachi, Fujitsu, Mitsubishi o Matsushita controlaban el 50% de la industria de los semiconductores. Para 2019, sin embargo, la participación japonesa en este mercado había caído al 10%. Ahora bien, el Gobierno está tratando de ponerse al día con una impresionante inversión de 325.000 millones de dólares. Esto debería permitir a las empresas japoneses tener mejores condiciones para competir de tú a tú con las empresas de Estados Unidos, Taiwán o Corea del Sur.
Las décadas perdidas
El estado actual de Japón en términos económicos, que abordaremos en los siguientes párrafos, es producto de una variedad de factores. Ahora bien, hay al menos dos que merece la pena mencionar. La extraordinaria etapa de crecimiento que surgió tras la Segunda Guerra Mundial fue seguida de un período de estancamiento económico que inició en la década de 1990, con una tasa de crecimiento de PIB baja frente a la de otras naciones industrializadas. Cabe señalar, que no todos los teóricos están de acuerdo con las razones y los alcances de este escenario.
Un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) señala como la punta de lanza de la mencionada crisis al estallido de la burbuja de las acciones japonesas. En 1990 y, a mediados de 1992, los precios de las acciones habían caído alrededor de un 60 por ciento, el músculo empresarial se debilitó y el sistema bancario empezó a tambalearse a medida que los acreedores no cumplían con sus pagos. Mientras que algunos creen que el problema acabó, otros afirman que continúa.
El crecimiento lento del Japón en las décadas siguientes, y probablemente hasta la actualidad, se debe según algunos especialistas a factores como el demográfico. La población de Japón está envejeciendo tan rápidamente que el país se está viendo obligado a cerrar miles de escuelas. Algunas de ellas se reconvierten en acuarios y fábricas de sake, pero no es una solución efectiva para la disminución de la fuerza laboral y la escasez de mano de obra, elementos que penalizan el crecimiento del país.
Las décadas perdidas también estarían siendo alimentadas por el ascenso geopolítico de China y Corea del Sur. Al menos en el mundo tecnológico, las marcas que antes tenían un prestigio y una reputación incomparable, como Sony, se han visto abrumadas por el crecimiento de firmas como Samsung y LG. De más está decir que estas últimas, ambas surcoreanas, tienen presencia mundial en un mercado tan importante como el de los televisores. La pérdida de protagonismo de Japón también es evidente en el mercado de los móviles.
El podio de envíos globales de teléfonos inteligentes elaborado por CounterPoint está integrado por Samsung, Apple y Xiaomi, es decir, una compañía surcoreana, una estadounidense y una china. Las compañías japonesas que participan de este mercado ni siquiera tienen presencia en el informe de la mencionada firma de análisis. Hablar en plural en este punto tampoco parece demasiado indicado: Sony es el único fabricante importante de móviles nipón, y el panorama también es desolar en su propia tierra, donde las ventas cayeron un 40% en 2023.
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Japón también ha perdido terreno en el mundo de las telecomunicaciones. China se encuentra en la cima del ranking de propiedad intelectual en materia de 5G, con alrededor del 40% de las patentes esenciales para esta tecnología. El gigante asiático también es el hogar de Huawei, una de las firmas más destacadas de infraestructura 5G, que suministra equipos a diferentes partes del mundo, y que compite con la japonesa NEC en este mercado.