Aunque representan un tercio de la población científica mundial, su proporción entre los ganadores del Nobel sólo llega al 3 por ciento.
junio del año pasado, durante un congreso mundial de periodistas científicos en Corea del Sur, el Nobel de Medicina británico Tim Hunt hizo un «chiste» de dudoso gusto sobre el problema de compartir el laboratorio con mujeres: «Ellas se enamoran de uno, uno se enamora de ellas. y cuando se las critica, lloran».
Aunque Hunt pidió luego disculpas y dijo que fue malinterpretado, la anécdota refleja los estereotipos de género que todavía hoy permean en la comunidad científica, e impone barreras para el despliegue del talento femenino en diversos campos de investigación.
«Aunque asistamos a notables transformaciones desde mediados del siglo pasado y exista una mayor participación de la mujer, la ciencia es también un reservorio de conductas patriarcales», sostiene la socióloga e historiadora Dora Barrancos, ex directora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, y directora del Conicet en representación de las ciencias sociales y humanas.
De acuerdo con el Instituto de Estadística de la UNESCO, las mujeres constituyen cerca de un 30 por ciento de la población científica mundial. Pero representan sólo el 3 por ciento de los ganadores del premio Nobel.
El mayor estudio sobre el estereotipo de género en la ciencia, realizado sobre más de 350.000 participantes de ambos sexos en 66 países, reveló que el 83 por ciento asocia la actividad científica con los hombres más que con las mujeres. El trabajo fue publicado el año pasado en el Journal of Educational Psychology y mostró, también, que la Argentina figura entre los países más prejuiciosos en este terreno.
Es cierto, dice Barrancos, que la Argentina es el país mejor posicionado de América Latina en materia de proporción de mujeres en las actividades científicas. En el Conicet, ellas representan el 52 por ciento del total de investigadores y el 60 por ciento de los becarios. «Sin embargo, subsisten los problemas a medida que se asciende en los niveles», desliza.
Disparidades y preconceptos
Las disparidades y los preconceptos son extendidos. El estudio internacional #ChangeTheNumbers, impulsado por la Fundación L’Oréal con la colaboración de la empresa francesa de estudios de marketing Opinion Way, mostró que el 67 por ciento de los europeos piensa que las mujeres no poseen las capacidades requeridas para ocupar posiciones científicas de alto nivel. Entre otros argumentos, les atribuyen falta de perseverancia, de pensamiento racional, de sentido práctico, de rigor científico y de mente analítica.
Los estereotipos, dice Barrancos, se fundan en el orden patriarcal, pero también es «deplorable» que las propias afectadas suelen ignorar la discriminación y «crean» que no han sufrido episodios de ese tipo. «Hay que conmover a la comunidad científica con evidencias de la disparidad, así como también sacudir la subjetividad de las propias mujeres», enfatiza.
La doctora Andrea Gamarnik, jefa del Laboratorio de Virología Molecular de la Fundación Instituto Leloir (FIL) y ganadora de la última edición del Premio internacional L’Oréal-UNESCO «Por las Mujeres en la Ciencia», recuerda que en sus primeras etapas de formación no fue aceptada en la institución donde quería hacer el doctorado por su condición de mujer.
«Existe una construcción cultural compleja que condiciona las elecciones y el desarrollo personal y profesional de las mujeres», agrega la investigadora principal del Conicet y única integrante de la Academia Americana de Microbiología que investiga en Argentina.
En nuestra sociedad, ejemplifica, hay una fuerte presión hacia las mujeres que son madres a elegir entre su desarrollo profesional o la familia, lo que representa un dilema engañoso: «El desafío es identificar las trabas prácticas asociadas a la maternidad e implementar políticas para facilitar ese camino. Además, tenemos que trabajar en una educación más equitativa, dejando atrás los estereotipos de género.»
Fuente: La nación