Redacción Macronews
Estados Unidos, 13 de junio del 2025
Nacido en Bluefield, Virginia Occidental, el 13 de junio de 1928, John Forbes Nash se destacó desde muy joven por su brillantez en las Matemáticas. A los 21 años, su tesis sobre “Juegos no cooperativos” dejó perplejos a la comunidad científica, cimentando su reputación de genio, como lo atestiguó en cinco simples palabras el profesor John Synge: “Este hombre es un genio”. Esa obra teórica, que luego le valdría el Premio Nobel de Economía, revolucionó la forma en que se entiende la competencia y la cooperación en escenarios de negociación, introduciendo lo que hoy se conoce como el “equilibrio de Nash”.
Sin embargo, su fama mundial no se fundamenta únicamente en sus aportaciones académicas. Nash libró una batalla personal contra la esquizofrenia, enfermedad que lo sumió en décadas de alucinaciones y delirios persecutorios. Con una mente acostumbrada a distinguir la realidad de lo irreal, Nash optó en un momento crucial por “no estar más enfermo” y aprendió a convivir con sus alucinaciones sin depender de tratamientos forzosos. Este episodio de su vida —cautivado en parte por sus propias decisiones y marcado por periodos de internamientos— es narrado con emoción en la película Una mente brillante, obra que le valió a Russell Crowe reconocimiento en cuatro Premios Oscar.
El camino de Nash estuvo lleno de contrastes: por un lado, el reconocimiento de sus colegas y premios como el Nobel, la Teoría John von Neumann y, en tiempos más recientes, el Premio Abel; por otro, el desafío constante de una enfermedad que casi descarrila su carrera. Su determinación le permitió retomar su trabajo y transformar su dolor en una inigualable oportunidad para inspirar a futuras generaciones. La figura de Nash representa, además, la lucha por la igualdad de oportunidades en el ámbito científico, donde su legado trasciende tanto los logros académicos como la resiliencia personal.
John Nash encontró en Alicia Lardé López-Harrison el sostén que le permitió reconstruir su vida; juntos enfrentaron las adversidades y sellaron un vínculo que perduró hasta el final de sus días, falleciendo ambos el 23 de mayo de 2015 en Nueva Jersey. La memoria de este “último de los genios” sigue viva como testimonio del poder del intelecto y la capacidad del espíritu humano para sobreponerse a los desafíos más oscuros.