La Unión Europea aprobó la semana pasada su Código de Buenas Prácticas para la inteligencia artificial de propósito general (GPAI), un marco voluntario de cara al desarrollo de la inteligencia artificial pero con importantes consecuencias para quienes decidan no adherirse. Meta, la empresa matriz de Facebook y en la que Mark Zuckerberg ejerce como CEO, ha sido la primera gran tecnológica en anunciar que no lo firmará, acusando a Bruselas de “extralimitación” y de poner en riesgo el desarrollo tecnológico.
Meta desafía a Europa: no firmará el Código de Buenas Prácticas sobre IA y avisa de una “extracción jurídica” que frenará la innovación
Joel Kaplan, jefe global de Asuntos Públicos de Meta, criticó duramente el código, señalando que “introduce incertidumbres jurídicas para los desarrolladores y medidas que van más allá de la Ley de IA”, y que esto “estrangulará la innovación y frenará a las empresas europeas”.

El código europeo incluye medidas para proteger a creadores y artistas, como prohibir entrenar modelos de IA con contenido pirateado o permitir a escritores y artistas retirar sus obras de las bases de datos utilizadas para entrenar estos sistemas. También obliga a las empresas a reportar periódicamente ante la Comisión Europea sobre las funciones y riesgos de sus modelos.
Para Meta y otras compañías que compiten por liderar el mercado global de IA, estas reglas son un freno. Su enfoque es claro: priorizar la velocidad y el dominio tecnológico por encima de la regulación y la protección de derechos. Aunque firmar el código es voluntario, Bruselas advierte que las empresas que no lo hagan estarán bajo un escrutinio más riguroso. Thomas Regnier, portavoz de la Comisión Europea, ha declarado que quienes rechacen el código “deberán demostrar otros mecanismos de cumplimiento y afrontarán mayor supervisión normativa”.
Este enfrentamiento es parte de un pulso mayor entre Estados Unidos y Europa, en un momento de tensiones comerciales y políticas, con figuras como Donald Trump denunciando la regulación europea como un nuevo tipo de barrera arancelaria. La batalla por la inteligencia artificial se convierte así en una pieza clave del choque geopolítico global, donde no solo está en juego la innovación, sino el control económico y cultural de la era digital.