Rusia enfrenta una desaceleración económica y un creciente conflicto interno
Ante la combinación de un incremento de precios y la caída de la actividad económica, algunos advierten que la economía del país avanza hacia la estanflación.
La economía de guerra que Rusia aceleró al límite se está desacelerando, generando tensiones entre las élites económicas del país a medida que la guerra con Ucrania se acerca a su cuarto año.
Muchas industrias civiles rusas han dejado de crecer; según los datos oficiales más recientes, algunas ya habían comenzado a decaer en octubre. La moneda del país, el rublo, cayó la semana pasada a su nivel más débil en dos años, y las empresas dicen estar teniendo dificultades para obtener nuevos préstamos o cobrar a sus clientes.
En octubre, el banco central subió bruscamente la tasa de interés de referencia del país hasta el 21 por ciento, la más alta desde el final de la Unión Soviética, en un intento de frenar la inflación.
El mes pasado, el banco central también rebajó su previsión de crecimiento económico de Rusia para el próximo año a entre el 0,5 y 1,5 por ciento, frente al 3,5 o 4 por ciento de este año. La desaceleración se produce incluso mientras el gobierno sigue inyectando cantidades récord de dinero en la economía para financiar la guerra.
La combinación de un incremento de precios y la caída de la actividad económica ha impulsado a algunos economistas y funcionarios a advertir que la economía rusa avanza hacia la estanflación, un escenario complicado en el que los precios suben rápidamente sin crecimiento.
Durante los últimos tres años, las naciones occidentales han sometido a Rusia a algunas de las sanciones económicas más estrictas de la historia moderna para castigar al presidente Vladimir Putin por su invasión de Ucrania.
De acuerdo con los economistas, la desaceleración del crecimiento y el aumento de la inflación en Rusia demuestran que las sanciones están teniendo repercusiones, haciendo mella en el efecto estimulante que el enorme gasto bélico del Kremlin ha tenido en la economía.
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Las empresas civiles son las que más están sufriendo las consecuencias. Ferrocarriles Rusos, el mayor empleador del país, que transporta una gran parte de las mercancías y pasajeros de la nación, informó que su volumen de carga de mercancías cayó casi un 9 por ciento en octubre, en comparación con hace un año. Para compensar la caída de la demanda, la empresa subirá los precios más de un 10 por ciento en diciembre y recortará en un tercio las inversiones previstas para 2025.
Aun así, los datos sugieren que las tensiones económicas están todavía lejos de provocar el tipo de crisis que podría obligar a Putin a moderar sus ambiciones en Ucrania.
La víctima inmediata de la reciente recesión podría ser el banco central de Rusia, posiblemente la última entidad estatal del país que ha operado con cierta independencia del Kremlin.
Las tensiones provocadas entre los industriales rusos y el banco por el costo de los préstamos van en aumento, lo que podría tener consecuencias de gran alcance, incluido el tipo de economía que Rusia heredará después de la guerra.
Los desacuerdos se han hecho evidentes en discursos públicos e informes económicos, parte de un cuidadoso equilibrio para evitar culpar a la guerra de la desaceleración, lo que podría desatar la ira de Putin.
En lugar de eso, las élites económicas rusas están culpando a decisiones técnicas de políticas, y se culpan unas a otras, dejando al descubierto las tensiones que se ocultan tras una fachada de unidad en tiempos de guerra.
Los industriales y funcionarios aliados han dirigido sus quejas contra la directora del banco central, Elvira Nabiullina, a quien acusan de asfixiar la economía con tasas de interés récord.
Nabiullina ha defendido enérgicamente su terapia de choque monetaria, argumentando que es necesaria para reducir a la mitad la inflación anual del 9 por ciento el próximo año y garantizar la estabilidad económica a largo plazo.
“Está claro que si eres un empresario en Rusia que no fabrica, digamos, misiles balísticos, entonces te está yendo mal”, dijo Alexander Kolyandr, experto en economía rusa en el Centro de Análisis de Políticas Europeas. “Pero como no puedes luchar contra la causa de fondo, luchas contra los síntomas”.
Durante años, Putin dio a Nabiullina un nivel inusual de autonomía para mantener estable la economía rusa. Pero ahora, a medida que las presiones económicas de la guerra se multiplican, sus tácticas están siendo criticadas por un resonante coro de industriales, asociaciones empresariales y economistas próximos al gobierno
Incluso Mijail Mishustin, primer ministro de Rusia y principal encargado de la economía de Putin, de manera inusual arremetió en noviembre contra el banco central, culpando a las elevadas tasas de interés de la caída en la inversión.
Los economistas de una organización de investigación con sede en Moscú se sumaron a las críticas. “Debido a las acciones del banco central, la economía rusa está prácticamente frente a la amenaza de la estanflación”, escribió la organización, denominada Centro de Análisis Macroeconómico y Previsión a Corto Plazo, en un reporte realizado en noviembre.
El grupo añadió que casi una de cada dos empresas rusas afirma ahora que los problemas para obtener préstamos están reprimiendo su crecimiento.
El lenguaje contundente del informe causó revuelo entre las élites rusas, ya que este grupo de nombre enrevesado está dirigido por Dmitri Belousov, hermano de Andrei Belousov, el poderoso ministro de Defensa y quien fuera asesor económico de Putin durante mucho tiempo. Algunos interpretaron el reporte como una señal de que el apoyo de Putin a Nabiullina está decayendo.
Otro ataque provino de la Unión Rusa de Industriales y Empresarios, una asociación progubernamental de empresas grandes conocida por su acrónimo ruso, RSPP.
La organización señaló que el 36 por ciento de sus miembros habían informado que no habían podido cobrar a sus clientes durante el tercer trimestre de este año, 14 puntos porcentuales más que hace un año. Culparon a las elevadas tasas de interés.
Luego, en un informe interno filtrado a los medios de comunicación rusos, la RSPP hizo la inusual petición de que el banco central coordinara su política monetaria con el gobierno, un ataque directo a la independencia del banco central. La RSPP se ha distanciado del informe desde entonces, pero la filtración llevó a Nabiullina a defender su política en un enérgico discurso ante el Parlamento ruso.
“Hoy nos encontramos por primera vez en una situación en la que se están utilizando prácticamente todos los recursos de la economía”, dijo a los legisladores en noviembre, con lo que insinuaba un margen limitado para un mayor crecimiento. “Los llamamientos a posponer la disminución de la inflación se basan en el argumento de que hoy la estabilidad microeconómica es menos importante, que puede arriesgarse en favor de un salto económico forzado”.
“Estoy convencida de que es al revés: hoy debemos valorar la estabilidad como nunca antes”, añadió.
Los informes del banco central han pintado un panorama económico cada vez más pesimista.
El valor de los pagos recibidos por las empresas, un indicador de la actividad económica, cayó un 2,9 por ciento en octubre en comparación con la media de los tres meses anteriores, según el banco central. La desaceleración fue especialmente pronunciada en los sectores que no tienen una conexión directa con el ejército, como la educación, la construcción y la producción de petróleo y gas.
“Solo los sectores relacionados con la guerra crecen a un ritmo significativo”, afirmó Kolyandr.
Las alertas también suenan en otros lugares.
Las nuevas sanciones estadounidenses impuestas a los bancos rusos en noviembre han contribuido a una gran caída del valor del rublo. El viernes, el rublo cayó a 109 frente al dólar, su cotización más débil desde marzo de 2022.
La caída del rublo implica que las empresas rusas deben pagar más por los productos extranjeros, lo que aviva la inflación y debilita la eficacia de la terapia de choque de las tasas de interés de Nabiullina, señaló Alexandra Prokopenko, miembro del Centro Carnegie Rusia Eurasia de Berlín y exfuncionaria del banco central ruso.
Lo cierto es que los economistas afirman que la economía rusa no se hundirá en un futuro previsible. Los salarios aún superan a la inflación, elevando el nivel de vida de los rusos y mitigando el impacto de la desaceleración en la población, de acuerdo con el Centro de Análisis y Estrategias en Europa (CASE, por su sigla en inglés), un grupo de economistas rusos de oposición con sede en Chipre.
Los salarios reales en Rusia crecieron casi un 18 por ciento desde el comienzo de la guerra, revirtiendo un declive de siete años, dijeron los economistas en un informe reciente.
La inflación, aunque obstinada, sigue siendo de un solo dígito, y el Kremlin aún tiene medios de sobra para financiar la guerra, dijeron los economistas del CASE. El gobierno ruso está elevando los impuestos a las empresas y a los particulares ricos y está recurriendo a su fondo soberano. Y debido a la baja carga de la deuda del gobierno —alrededor del 18 por ciento de la producción económica—, tiene un amplio margen para seguir pidiendo préstamos a los bancos rusos.
La batalla por las tasas de interés rusas destaca las tensiones económicas a largo plazo, dijo Prokopenko.
La guerra aparentemente interminable del Kremlin ha persuadido a las élites empresariales rusas de buscar una ganancia a corto plazo, en una economía sobrecalentada, por encima de una inversión a largo plazo. Las crecientes peticiones de dinero barato ahora amenazan con desmantelar un sistema de controles y equilibrios económicos que han mantenido estable la economía rusa durante la mayor parte del gobierno de Putin, añadió Prokopenko.
“Si una nación en guerra no puede presentar a su pueblo una idea de futuro brillante, entonces tiene sentido atiborrarse mientras dure la fiesta”, dijo. “Puede que después no tengas esa oportunidad”.
FUENTE: NY TIMES