En una tarde de julio de 1575, la reina Isabel I, de 41 años, llegó al castillo de Kenilworth, en Warwickshire, Reino Unido, en la que sería su última y más larga visita. Le había regalado el castillo a Robert Dudley en 1563 y le había concedido el título de conde de Leicester al año siguiente.
Dudley era un gran favorito de la reina y se cree que fue su amigo de la infancia. La naturaleza exacta de su estrecha relación fue objeto de muchos chismes.
Antes de la llegada de la reina, Dudley había reformado a fondo el magnífico castillo. Había construido nuevos edificios, un nuevo jardín y rediseñó todo el paisaje de la propiedad.
Y el conde hizo todo lo posible para ofrecer un extraordinario espectáculo de música, baile, acrobacias, fuegos artificiales e interludios dramáticos interpretados por actores disfrazados.
En el inmenso lago que rodeaba el castillo había una isla móvil habitada por la «Dama del Lago». Había un delfín de 7,3 metros que ocultaba a los músicos y una sirena nadadora de 5,5 metros.
Dudley no reparó en gastos. Invirtió US$1.400 dólares por día -millones en dinero de hoy-, y toda la extravagancia fue interpretada como un elaborado y costoso cortejo; el equivalente de la clase gobernante del siglo XVI a contratar hoy día un avión para ondear una pancarta diciendo «Cásate conmigo».
«Las festividades de 1575 fueron un intento de cortejar a Isabel; el matrimonio es un tema presente en algunos de los actos», explica a la BBC Jeremy Ashbee, jefe de conservación de propiedades de English Heritage (una organización benéfica que gestiona más de 400 monumentos, edificios y lugares históricos en Inglaterra).
La apuesta de Dudley parecía ir viento en popa, hasta que todo cambió. El punto culminante de la estancia iba a ser una representación- el miércoles 20 de julio.
Sin embargo, esta no llegó a celebrarse. ¿Se debió simplemente a que el mal tiempo lo impidió, según la versión oficial? ¿O es que la monarca se enteró del tema y se molestó?
El espectáculo mostraba a Diana, diosa de la castidad, en busca de una de sus castas ninfas, llamada Zabetta, una versión del nombre de Isabel.
Concluía con un mensajero de Juno, diosa del matrimonio, dirigiéndose directamente a Isabel e implorándole que no siguiera el camino de Diana, sino que se casara.
Dudley tenía cierto margen de maniobra con la reina, pero quizás esto era ir demasiado lejos.
Cualquiera que fuese la razón, la representación no ocurrió y las fiestas terminaron.
La reina permaneció en sus aposentos unos días más antes de partir el 27 de julio.
Orgullosa y apasionada
«Creo que es increíblemente interesante y que es una forma estupenda de ver cómo tratamos a las mujeres hoy en día. Este evento [que Dudley planeó] en Kenilworth estaba destinado a ser una celebración masiva para Isabel; estaba destinado a ser decadente y disfrutable. Pero al mismo tiempo estaba cargado de algo más», señala la artista Lindsey Mendick, quien conmemoró el 450 aniversario de la visita con «Wicked Game», una gran instalación escultórica en el castillo.
«Para mujeres poderosas como Isabel, negarse a casarse o tener hijos era un acto radical de autoconservación y autonomía», agrega.
Isabel I, hija de Enrique VIII, es la única reina inglesa que nunca se casó. Llegó al poder en 1558, con 25 años, heredando los problemas religiosos, políticos y financieros de sus dos predecesores, su hermanastro Eduardo VI (1537-1553) y su hermanastra María I (1516-1558).

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Asesores y miembros del Parlamento la instaron repetidamente a casarse para proteger la seguridad de Inglaterra. ¿Una mujer gobernando sola? Inconcebible.
Una reina necesitaba casarse, se creía, no sólo para tener un heredero varón que evitara disputas sucesorias, sino también para que un hombre pudiera hacerse cargo de los asuntos políticos y militares.
Las súplicas para que se casara fueron incesantes, y se sugirieron numerosos candidatos matrimoniales. Isabel los rechazó una y otra vez. ¿Por qué?
«Ningún amo»
Es posible que simplemente le resultara intolerable la idea de tener que obedecer a un marido, a cualquier marido. Después de todo, era muy culta (aprendió cinco idiomas -francés, italiano, español, latín y flamenco- y había estudiado historia y retórica), muy inteligente, orgullosa y fogosa.
Se dice que declaró: «Aquí sólo tendré una amante y ningún amo»
Además, Isabel sabía que una mujer podía gobernar perfectamente sin un hombre mirando por encima de su hombro. En el verano de 1544, en el Palacio de Hampton Court, fue testigo de cómo la erudita Catalina Parr, sexta esposa de Enrique, gobernaba con plena autoridad mientras el rey estaba de campaña en Francia.
Catalina era una regente más que capaz, e Isabel parece haberse sentido profundamente influida al ver a su madrastra ejerciendo el poder y aceptando la humilde deferencia de los poderosos ministros y cortesanos varones.

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Además, su propia familia tampoco le había proporcionado una imagen alegre sobre el matrimonio. Su padre hizo arrestar a su madre, Ana Bolena, bajo acusaciones falsas de adulterio y conspiración, y luego, de forma escandalosa, la decapitó cuando Isabel tenía sólo tres años.
Algunos han sugerido que Isabel podría haber tenido miedo al sexo. Alison Weir, por ejemplo, en su libro «Isabel, la reina», se pregunta si la monarca «pudo haber hecho la ecuación de que involucrarse sexualmente estaba inextricablemente ligado a la muerte».
Según el periódico The Telegraph, la serie de la BBC de 2005 «La reina virgen» retrató a «una monarca aterrorizada por el sexo». Paula Milne, que escribió el guión, dijo en su momento: «Si me pidieran que escribiera una obra sobre una mujer contemporánea cuya madre había sido asesinada por su padre, se esperaría de mí que examinara el impacto psicológico».
De hecho, Isabel disfrutaba de la compañía de hombres guapos, y podía mostrarse coqueta con ellos. Sin embargo, tenía muchas razones para temer el embarazo y el parto.
El parto era una situación de alto riesgo en la época de los Tudor. Jane Seymour, la tercera esposa de Enrique, murió en el parto, y Catalina Parr murió de una enfermedad poco después de dar a luz, al igual que la abuela de Isabel, Isabel de York.
Las representaciones de Isabel
Pero había razones políticas, además de personales, para no casarse. Mantener el país libre de la influencia de potencias extranjeras pudo haber sido una consideración.
Además, la perspectiva de la mano de Isabel en matrimonio podría haber reforzado su posición negociadora en sus tratos con Francia, España y otras naciones.
Mientras tanto, si se hubiera casado con un noble inglés (y Dudley podría haber sido una posibilidad si su esposa, Amy Robsart, no hubiera muerto en circunstancias un tanto sospechosas en 1560), habría ofendido automáticamente a otro noble inglés.

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Así que mantuvo a todo el mundo a la expectativa. Parece haber tenido una comprensión instintiva de lo que hoy llamamos relaciones públicas, y le gustaba presentarse a sí misma como totalmente dedicada a su reino.
Desde el principio de su reinado cultivó la imagen de la reina virgen.
En 1559 declaró, en respuesta a los diputados que le pedían que se casara, que con el tiempo «una piedra de mármol declarará que una reina, habiendo reinado tanto tiempo, vivió y murió virgen».
En la película de Shekhar Kapur «Elizabeth», la monarca -interpretada por Cate Blanchett- se transforma a propósito en la reina virgen y, toda de blanco, se presenta ante su atónita corte, anunciando «Estoy casada… con Inglaterra».
La película de Kapur juega con los hechos históricos, pero este diálogo se hace eco de la afirmación real de la reina, hecha en 1559, de que no se casaría porque ya estaba «unida a un marido que es el Reino de Inglaterra».
Su hermana María I -también conocida como María la Sanguinaria- había afirmado algo parecido, pero se casó con Felipe II de España.
La decisión de Isabel de no casarse ha sido un elemento clave de su representación en la cultura popular. La conexión entre el sexo y la muerte se estableció en la serie de la BBC «Elizabeth R.», ganadora de varios premios Emmy en 1971.
La Isabel de Glenda Jackson dice en el primer episodio: «No he confiado en ningún hombre desde el día en que tenía ocho años, y la reina Catalina Howard [quinta esposa de Enrique – decapitada] corrió gritando por las galerías del palacio para suplicar al gran Enrique… Por todas partes, los hombres la habían traicionado… Primero está la confianza, luego la pasión, luego la muerte».
La Isabel caricaturesca de la actriz Miranda Richardson, que aparece en la segunda temporada de la célebre comedia británica «Blackadder», comenta en el primer episodio: «Parece que todo el mundo se casa menos yo».
Pero en la serie utiliza la promesa del matrimonio para manipular al personaje de Blackadder, y a otros, para que hagan lo que ella quiere.

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¿Había permitido la verdadera Isabel que Dudley pensara que podía tener una oportunidad? ¿Y qué significó la visita a Kenilworth para su relación?
«No creo que se sintiera humillado por el rechazo de ella a su proposición», dice Ashbee.
«Se alegró de que poco después se publicara un relato oficial de las festividades, y en su testamento estipuló que el castillo quedara exactamente como estaba. Tengo la impresión de que consideraba 1575 como su «mejor momento». Desde luego, no se retiró tranquilamente a la vida privada después de 1575″.
Isabel estuvo furiosa con Dudley durante un tiempo cuando se casó con Lettice Knollys en 1578, pero lo perdonó. Cuando él murió, en 1588, ella se encerró en su habitación durante tanto tiempo que su principal consejero ordenó que forzaran las puertas para abrirlas.
Y cuando Elizabeth murió en 1603, se encontró una nota que Dudley le había enviado poco antes de morir, guardada en un cofre junto a su cama. Ella había escrito sobre el papel: «su última carta».