Ha tenido muchos nombres, no siempre negativos: inteligencia colectiva, web 2.0, capitalismo de plataformas, de vigilancia, feudalismo digital. No es una tecnología, ni una aplicación, ni un fenómeno que solo afecta a las redes sociales, sino el modelo de negocio que se inventaron Google y Facebook cuando la burbuja de Internet estalló en marzo de 2000, dejando miles de metros cuadrados de servidores vacíos, cientos de programadores en paro y un agujero negro donde antes había financiación. Tuvo tanto éxito que ha transformado el mundo en que vivimos: de la agricultura a la educación, del transporte a la Administración pública, de la economía a la comunicación pública o la salud.
La mecánica es simple: crear servicios que atraen usuarios para observar su comportamiento y usarlo para entrenar algoritmos predictivos de inteligencia artificial. Esos algoritmos procesan la información de cada individuo y la correlacionan con información estadística, científica, sociológica e histórica para generar modelos de comportamiento como herramienta de control y manipulación de masas. “Quien controla el presente controla el pasado, y quien controla el pasado controlará el futuro”, escribió Orwell en 1984. En los últimos 15 años, una docena de empresas han registrado y procesado los patrones de conducta de miles de millones de personas en todo el mundo durante cada minuto de su vida.
El objetivo de esos algoritmos predictivos es conocernos lo suficiente para poder manipularnos y también sustituirnos, incluyendo tareas cognitivas como escribir artículos o pintar un rembrandt. El voluminoso ensayo La era del capitalismo de la vigilancia de Shoshana Zuboff ofrece ilustrativos ejemplos sobre la transformación de la experiencia humana en material apto para la explotación comercial, pero no es el único. Otros estudiaron antes sus efectos secundarios, que no por menos deliberados han sido menos devastadores: adicción, polarización, discriminación y deshumanización.
Adicción. Comerciantes de atención, Tim Wu (Capitán Swing, 2020)
El padre del concepto “neutralidad de la Red” Tim Wu repasa la historia de los traficantes de “globos oculares”, un fenómeno que empieza con vendedores ambulantes de crecepelo gritando en la plaza del pueblo y avanza hasta los algoritmos de Snapchat, con sus increíbles fórmulas de fidelización emocional para adolescentes en busca de sentido. Especial atención merece el mando a distancia, el “asesino de anuncios” que acabó convertido en el vehículo del mismo condicionamiento operante que nos hace desbloquear el móvil sin motivo aparente y saltar de icono en icono sin saber por qué. Más técnico y aterrador, en Addiction by Design (Princeton University Press, 2012) Natasha Dow Schüll describe la mecánica del juego de máquinas en Las Vegas, un secuestro cognitivo que se repite ahora en nuestras pantallas en un entramado de adicción mutua. Sus algoritmos están tan enganchados a nosotros como nosotros a ellos.
Economía. Capitalismo de plataformas, Nick Srnicek (Caja Negra, 2018)
En su breve ensayo, el académico canadiense Nick Srnicek ofrece un análisis macroeconómico de las plataformas digitales: cómo crecen gracias a dinero público, definen su negocio con la crisis puntocom y lo consolidan gracias a la crisis de 2008 y sus políticas de austeridad. El crecimiento se obtiene centralizando y explotando la gestión de lo ajeno (datos, tiempo, contenido, trabajo, infraestructura), un modelo que llamarán sin sonrojo “economía colaborativa”. Pero también, explica Srnicek, estableciendo una arquitectura económica flexible y basada en la evasión fiscal, que no requiere invertir en hoteles, redacciones, fábricas o taxis, sino que se basta con plantar servidores en lugares deprimidos donde aprovechan de paso el modelo de explotación laboral característico de la globalización. Un entramado que llama de “interdependencia capitalista” con forma de matrioska, en el que plataformas tan aparentemente distintas como Netflix, Uber o Apple alojan sus operaciones en los servidores de Amazon Web Services y “las empresas que no son de plataforma están forzadas a usar plataformas para continuar con sus negocios”.
Filosofía. La nueva edad oscura, James Bridle (Debate, 2020)
A medio camino entre la máxima de MacLuhan de que nosotros diseñamos las herramientas, pero luego ellas nos diseñan a nosotros, y la perspectiva de John Berger y sus Modos de ver, el brillante artista y programador británico James Bridle tropezó con la fama temprana al proponer el concepto de “la nueva estética” como un mundo interpretado a través de los ojos literales de la inteligencia artificial. Su primer libro, que lleva el lovecraftiano título de La nueva edad oscura, explora la forma en que la interpretación automática, hermética y artificial transforma nuestra propia manera de ver el mundo y la oscurece, precipitándonos en esa nueva era oscura donde no somos nosotros los que enseñamos a pensar a las máquinas, sino que son ellas las que nos enseñan a nosotros, generando herramientas de control y manipulación, pero también abriendo espacios de exquisita belleza, que revelan interconexiones con la naturaleza que habitamos y que nos habita también.
Documental. The Facebook Dilemma (PBS, 2018)
No se dejen distraer por El dilema de las redes, un documental financiado por Netflix donde varios trabajadores, inversores y programadores de la era de la vigilancia entonan un mea culpa colectivo sin abandonar la industria que tanto parecen criticar. La joya es The Facebook Dilemma, producido por el canal de televisión pública norteamericana PBS y estrenado en octubre de 2018. Con increíbles entrevistas a los ejecutivos de la industria, material original de archivo y un año de investigación, sigue siendo el documental más sólido y revelador sobre la forma en que este nuevo modelo de negocio está transformando el mundo en que vivimos, desde la intervención rusa en las elecciones presidenciales de EE UU en 2016 hasta el genocidio de los rohinyás en Myanmar o la campaña de Rodrigo Duterte en Filipinas.
FUENTE: El País