Redacción Macronews.- Con la llegada del Día de Muertos este 1 y 2 de noviembre, los hogares mexicanos se preparan para colocar sus altares y ofrendas, una de las tradiciones más significativas del país. Reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, esta celebración honra a los seres queridos que han partido, mediante rituales que mezclan simbolismo prehispánico y católico. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) destaca que esta festividad “no ve a la muerte como una ausencia, sino como una presencia continua y un vínculo entre los vivos y sus difuntos”.
La ofrenda debe colocarse desde el 27 o 28 de octubre, dependiendo de la creencia familiar, y estar lista para el 1 y 2 de noviembre. Estos son los elementos esenciales que no deben faltar:
Niveles del altar: Representan el cielo, la tierra y el inframundo.
Papel picado: Simboliza la unión entre la vida y la muerte.
Pan de muerto: Representa la generosidad y el regalo de la tierra.
Flores (cempasúchil, nube, alhelí): Guían a las almas con su color y aroma.
Veladoras: Son luz, amor y guía espiritual.
Calaveritas de azúcar o chocolate: Representan a los difuntos, muchas veces con sus nombres.
Agua: Mitiga la sed de las almas y las fortalece.
Fotografías: Recuerdan a los seres queridos y sus gustos en vida.
Copal o incienso: Alejan a los malos espíritus.
Sal: Purifica el alma en su tránsito.
Platillos típicos: Tamales, mole, atole, arroz con leche, frutas de temporada, entre otros.
Objetos personales: Elementos que el difunto apreciaba, como libros, juguetes o herramientas.
Cada región de México tiene sus propios rituales, como los altares monumentales de Oaxaca, las celebraciones lacustres en Janitzio y Pátzcuaro, o las veladas nocturnas en Mixquic. Sin embargo, el núcleo de esta tradición permanece: recordar, honrar y convivir simbólicamente con quienes ya no están físicamente, pero siguen presentes en la memoria colectiva.
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