COLUMA REAL POLITIK: SAMUEL CERVERA
Cancún, Quintana Roo 21 de Octubre del 2023:Ahora no es sencillo imaginar que alguien abandona el hogar, las labores cotidianas, los seres queridos, para tomar un arma, arriesgar la vida y eliminar otras cuando no existe una amenaza o riesgo evidente, más aún cuando se lucha por conceptos abstractos como Patria, Nación, religión o sistema político, se requiere un proceso de modificación de la percepción de la realidad para tomar una decisión con profundas consecuencias. Esto es más complicado cuando lo que se busca es la movilización de grandes cantidades de personas, mover a un país para que agreda a otro cuando no se está siendo atacado o más aún, que ejerza acciones violentas contra sus propios coterráneos por la defensa de ideas complejas. Las guerras religiosas necesitaron ejercicios sofisticados, coordinados, para convencer a miles de seres humanos de que valía la pena arriesgar la vida para destruir a otros que pensaban diferente. Pero ya existían procesos de educación religiosa de años o siglos inclusive, en donde el otro, el que creía o practicaba creencias distintas era visto como enemigo o amenaza.
A partir de la modernidad en el siglo XVI y sobretodo del pensamiento ilustrado de los siglos XVIII y XIX, empieza un proceso de transformación en las creencias colectivas del mundo occidental. El surgimiento del Estado-Nación y el pensamiento laico reclamarán otras herramientas para la movilización masiva de personas para fines políticos y bélicos; estos instrumentos serán los medios masivos de comunicación.
Los medios masivos de comunicación fueron aceptados y reconocidos colectivamente por su valor como vehículos para trasmitir información relevante, inclusive fueron considerados indispensables para sustentar la forma de gobierno emanada del pensamiento ilustrado, la República democrática liberal. Pero desde su aparición también fueron utilizados para la manipulación de las masas con fines ajenos a los ideales liberales; en muchas ocasiones opuestos a estos principios. En cambio fueron una herramienta importante de las oligarquías para conseguir sus propios objetivos, a través de técnicas de engaño y control. Un ejemplo claro de esto es la Guerra Hispano-americana en 1898, conocido por ser uno de los primeros enfrentamientos bélicos impulsados por un medio de comunicación masivo, la prensa escrita. Para mostrar como a lo largo del tiempo se han utilizado estrategias similares, aunque con tecnología distinta, para movilizar a grandes cantidades de población para fines ajenos a ellos, pero relevantes para las élites dominantes.
En el siglo XXI se debate constantemente el papel de los medios de comunicación en todo tipo de foros, especialmente las nuevas tecnologías digitales: el internet y las redes sociales. Sería indispensable fomentar el pensamiento crítico, inclusive formas de alfabetización digital, para que estas herramientas no se conviertan en instrumentos de las elites para fomentar sus propios intereses, a expensas de la voluntad de las mayorías, especialmente ahora que la humanidad cada día tiene más claro las consecuencias y el horror, de la guerra.
La importancia de la opinión pública y su manipulación.
Existe abundante literatura sobre la opinión pública y su importancia desde su aparición, al inicio de lo que se denomina la era moderna. Desde el siglo XVI y XVII, pensadores de la talla de Erasmo, Maquiavelo, Montaigne, Locke reflexionaron sobre la relevancia de la discusión colectiva de los asuntos públicos. El surgimiento de la burguesía y de la vida urbana propicio la consolidación de la opinión pública en el mundo occidental, espacios en las ciudades como cafés, salones, clubes y por supuesto, las tertulias en los hogares, fueron centro de constantes diálogos sobre diversos asuntos, que incluían especialmente lo que interesaba a la mayoría, lo público. La modernidad daría paso a la importancia de la opinión personal, además de espacios, recursos y sectores sociales propicios.
El sistema político surgido de las revoluciones burguesas de los siglos XVIII y XIX, las democracias incipientes, requerían del voto colectivo, por lo tanto su opinión se convirtió en un asunto de relaciones de poder. Es famoso el término “Cuarto Poder”, utilizado por el político y escritor Edmund Burke en 1787 en un discurso durante la apertura de la Cámara de los Comunes en Inglaterra, para referirse a la prensa que se encontraba presente. A partir de entonces no ha dejado de utilizarse, primero para referirse a la prensa escrita, pero con la aparición de las nuevas tecnologías de la información en el siglo XX, se refiere a todo el sector mediático, que actualmente se encuentra presente la mayoría del tiempo, en la vida de casi todos los seres humanos que habitamos el planeta. El dialogo abierto sobre los asuntos públicos fue el aliciente de las guerras de independencia latinoamericanas, de estas conversaciones constantes y a largo plazo, surgieron prácticamente todos los movimientos sociales emancipadores del continente, pero muy pronto también, apareció el interés por controlar este dialogo.
Los medios como armas.
El primer registro destacado de crear información falsa para manipular la voluntad social, es el caso del Gran Engaño de la Luna, una serie de 6 reportajes publicados por el periódico estadounidense New York Sun en 1835, en donde se informaba de la fauna, flora y habitantes de la luna, recién descubiertos por un astrónomo que existía en la vida real. Aunque los artículos tenían como origen ridiculizar la moda de creer ciegamente en los textos con lenguaje científico, la realidad es que aumento exponencialmente las ventas del diario, el cual nunca se retractó. También demostró la facilidad de la gente para creer información presentada con lenguaje técnico y características científicas, a través de un canal de comunicación que consideren confiable.
La Guerra entre estados Unidos y España es un caso mucho más dramático del uso de los medios de comunicación para construir una realidad falsa, y así obtener una reacción social útil para la élite dirigente. Fueron diversas condiciones que ampliaron el alcance de la prensa escrita a finales del siglo XIX. El primero fue tecnológico, imprentas más veloces que podían producir más ejemplares en menos tiempo; segundo la posibilidad de publicar ilustraciones, inclusive fotografías. Las líneas de telégrafo para mantener contacto con corresponsales en distancias lejanas, el ferrocarril, que conectó a Estados Unidos de un punto a otro. Algunas innovaciones comerciales importantes como los voceadores infantiles, el costo de los periódicos se redujo por la intensa competencia; pero nada fue tan duradero y con consecuencias tan amplias como lo que se denominó a partir de entonces: la “prensa amarillista”.
La prensa sensacionalista, de lenguaje simple, muchas ilustraciones, simplificación y en muchos casos, distorsión o falsificación de la realidad, pronto se convirtió en la más solicitada de Estados Unidos, y con el tiempo, del mundo. Diseñada para ser consumida por las clases medias y populares, cumplió su objetivo desde su aparición en el Nueva York de finales del siglo XIX.
Fueron dos medios los que se distinguieron por el uso del sensacionalismo y aprovechar los deseos expansionistas de élite política y económica estadounidense, el New York World y el New York Journal, aunque en general se sumaron a este proyecto imperialista prácticamente todos los diarios del país. El “Destino Manifiesto”, el darwinismo social y la rápida industrialización capitalista fueron los combustibles ideológicos y económicos de la prensa de la época.
La guerra civil cubana fue un escenario ideal que se reproduciría muchas veces más en la historia reciente. Un pequeño país pequeño, cercano y estratégico, empresarios norteamericanos invirtiendo y habitando la isla, un imperio desgastado e insensible a las necesidades de su pueblo, rebeldes con escasos recursos, materias primas valiosas, un gran ejército estadounidense ocioso y un público receptivo al llamado de la violencia.
En 1895 inició la Guerra de Independencia de Cuba, era el último fragmento del Imperio Español, junto con Filipinas y Puerto Rico. Desde que empezó el conflicto la prensa de Estados Unidos estigmatizó a los españoles como despiadados y atrasados, recuperando ideas de la Leyenda Negra inglesa que estaba presente en el imaginario colectivo. Sin verificar fuentes ni hechos, difundió un escenario bélico excesivamente cruel, e identificó a los insurgentes cubanos con los rebeldes americanos del siglo XVIII, dándoles categoría de héroes. Pronto la opinión pública reaccionó a favor de expulsar a los españoles de Cuba y a una intervención armada.
La explosión y hundimiento del barco acorazado Maine, en la bahía de la Habana en 1898 fueron un festín para los medios sensacionalistas, sin dudarlo culparon al gobierno español del hecho que cobró la vida de 274 marinos norteamericanos. Por influencia de la prensa, se convirtió en lema de guerra, himno, incitación a la violencia y finalmente intervención armada. Durante el conflicto abundaron los artículos tendenciosos, sin información confiable, inclusive claramente falsos, pero que avivaron el interés y la participación del público estadounidense. En 5 meses concluyó lo que los españoles denominaron el desastre del 98, la perdida de sus últimas colonias en América y Asia. Para Estados Unidos fue el inicio de su expansión marítima, la confirmación de su Destino Manifiesto y una clara demostración del poder de manipulación de los nacientes medios masivos.
A partir de la guerra de Hispano-estadounidense los medios masivos de comunicación fueron un arma más de su maquinaria bélica. Prácticamente todo enfrentamiento militar norteamericano se ha convertido en alguna forma de producto de consumo mediático, en torno a sus conflagraciones se crearon un número incalculable: películas, programas radiofónicos, historietas, súper héroes, series de televisión, dibujos animados, juegos de computadora, en los dispositivos móviles, entre otros, toda una cultura de la idealización de lo militar y la guerra. El éxito de esta construcción falsa de la realidad es claramente visible por el enorme apoyo popular que se mantiene actualmente a favor del militarismo y las intervenciones armadas, pasando por alto las incontables experiencias traumáticas que constantemente han experimentado las tropas estadounidenses y el enorme daño económico, político y social causado en los pueblos intervenidos.
Estados Unidos ha sido llamado la República Imperial, pero sus habitantes no comparten esta definición, consideran que su conducta bélica ha sido defensiva o a favor de un bien mayor, ya fuese la libertad, la democracia, el libre mercado, la civilización occidental. No se ven a sí mismos como los imperialistas agresivos que han sido, son incapaces de reconocer que cada guerra, ha tenido como trasfondo el enriquecimiento de su clase dominante, quizá si algún día se hacen conscientes, termine la era de los imperios militaristas. Mientras tanto, habrá que fomentar el pensamiento crítico, la capacidad de análisis, para contrarrestar las andanadas mediáticas que acompañan cada contienda en la que participan.