A lo largo de estos primeros cinco meses del año han incrementado considerablemente los índices delictivos en Cancún, pese a que las autoridades se empeñan en afirmar todo lo contrario; la prueba más clara es el gran número de comercios de diferentes giros asaltados a plena luz del día, en especial establecimientos de las cadenas Super Willis y Dunosusa, además de tiendas de conveniencia abiertas 24 horas y farmacias.
Del mismo modo, robos a casa habitación y asaltos a transeúntes se registran a cualquier hora del día y de la noche; las pandillas, lejos de ser controladas, se han hecho dueñas y señoras de las calles con el beneplácito de Seguridad Pública que, cuando se reporta una riña entre bandas rivales, prefiere aplicar la política del avestruz y no aparecerse hasta que los ánimos se calmaron… o simplemente las patrullas se apostan en una esquina sin atreverse a intervenir.
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Este es el poco halagüeño panorama que se siente en nuestro destino turístico, donde el vandalismo se ha convertido en algo habitual, ya que a nadie le extraña encontrar señalamientos en mal estado y mobiliario urbano en general repleto de grafitis, sin contar con las numerosas casetas de policía abandonadas que pululan por toda la geografía de la ciudad, utilizadas la mayor parte de los casos como baños públicos y refugio de malvivientes.
Los comerciantes, tanto quienes han sido víctimas de la delincuencia como los que por el momento no les ha tocado, se preguntan hasta cuándo las autoridades competentes tomarán cartas en el asunto y se dedicarán a trabajar por el bienestar de la ciudadanía.
“Pagamos nuestros impuestos y vaya que son elevados, nos incrementaron casi el cien por ciento el cobro de la basura, si se te ocurre pintar el nombre de tu tienda o poner un toldito de inmediato te caen los de Fiscalización exigiendo el permiso y me pregunto por qué la policía no puede ponerse las pilas como se las ponen los inspectores, porque si Seguridad Pública hiciera bien su trabajo y no se limitase a levantar borrachos y estudiantes, es probable que no hubiera tanta delincuencia”, expresó Carlos Pérez, propietario de una pequeña tienda de abarrotes en la Región 220.
Fuentes de la Cámara Nacional de Comercio (Canaco) señalaron que los pequeños empresarios no han tenido más remedio que preocuparse ellos mismos por su propia seguridad, ante la falta de respuesta de las autoridades en la materia y muchos de ellos, tanto en el centro como en las regiones y colonias populares, han optado por instalar rejas en sus establecimientos o incluso han llegado al punto de abrir los negocios en sus casas, mientras que otros tomaron la decisión de que siempre haya cuando menos dos personas en las tiendas, con la esperanza de inhibir a los delincuentes de cometer sus fechorías, aunque esto tampoco es garantía, sobre todo si los asaltantes amedrentan a sus víctimas con armas de fuego.
FUENTE: Yucatan a la Mano