REDACCIÓN MACRONEWS POR DARSET RIVERO.- Nos encontramos en la plaza cívica “Durango”, el día está soleado y los vestigios de la última noche de fiesta se vislumbran por todas partes, compaginándose con los preparativos del cierre de las festividades por el 49 aniversario de Alfredo V. Bonfil como ejido, de repente, aparece Don Marcelino, uno de los siete primeros exploradores de la zona, cuando en la demarcación, sólo existía selva.
Como si fuera ayer, Don Marcelino relata que hace poco más de medio siglo, solicitaron en su momento al entonces presidente, Luis Echeverría, tierras para vivir, a lo que este les respondió, que sí se las daría, pero no en el norte, sino en el sur, pero eso sí, sólo tierra, un lienzo sin nada más que tierra, selva y mar en las cercanías.
Recuerda que en su momento le dijo a su esposa, “aquí no tenemos nada, pero ahí, podemos construir algo nuestro”, y fue así que se aventuró, con otros siete exploradores que llegaron de avanzada para conocer la zona.
A diferencia de lo que se piensa, que Bonfil fue un “regalo”, los habitantes de este ejido construyeron todo desde cero, enfrentándose a las inclemencias del tiempo, durmiendo en palapas improvisadas y entregando a sus hijos a la muerte, despidiéndose de ellos en sus brazos, pues una simple fiebre podría complicarse, pues los hospitales y doctores en la zona eran nulos.
A pesar de las inclemencias de esta aventura, hoy por hoy, los fundadores de Bonfil ven con orgullo todo lo que han construido, en esta comunidad que se ha vuelto el hogar de cientos de familia, cuyas generaciones nacieron en un Bonfil consolidado y que esperan que siga creciendo y que la historia, les reconozca el lugar que se ganaron en Quintana Roo.