José María Morelos, 29 de octubre. – La selva del ejido Kilómetro 50, en el corazón de Quintana Roo, se enfrenta a una devastación sin precedentes. La tala clandestina, enfocada en el chicozapote y otras especies nativas, ha encendido alarmas en la comunidad local, que observa con preocupación cómo desaparecen árboles que alguna vez fueron esenciales para el sustento y la cultura del lugar.
Heliodoro Mex Colli, comprometido con la conservación, ha advertido sobre el problema desde la administración pasada. “Durante años se ha alertado a los ejidatarios sobre esta actividad ilegal que abastece de madera a la Riviera Maya”, explicó. En una reciente inspección, los pobladores encontraron cientos de troncos cortados de chicozapote, símbolo de una explotación brutal y silenciosa que poco a poco transforma el paisaje.
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“Están los enormes troncos cortados; muchos de estos árboles han sido devastados”, lamentó Mex Colli, quien hizo un llamado a las autoridades del ejido y del municipio de Felipe Carrillo Puerto, así como a los ejidos circunvecinos, para que detengan la destrucción de la selva.
La tala de chicozapote, una especie que antaño brindó sustento a la comunidad a través de la recolección de resina para fabricar chicle, no solo afecta la flora, sino también el modo de vida local. Pequeñas matas de zapote encontradas durante la inspección motivaron a Mex Colli a pedir la creación de programas de rescate y la redistribución de apoyos, sugiriendo que se enfoque menos en el cedro y la caoba y más en especies nativas como el chicozapote.
La devastación ha alcanzado niveles críticos, y Mex Colli no duda en denunciar que los administradores del ejido han actuado en complicidad, permitiendo la venta de madera de manera ilegal a empresas que buscan aprovechar el lucrativo mercado de la madera en la zona.
La selva maya de Quintana Roo, uno de los pulmones naturales de México, enfrenta una batalla desigual. A medida que aumenta la presión sobre sus recursos, voces como la de Mex Colli surgen para recordar que la conservación y el uso racional de la naturaleza no son solo un deber ético, sino una necesidad urgente para asegurar el futuro de las próximas generaciones.
FUENTE: DIARIO 22