Mientras Cancún y la Riviera Maya continúan posicionándose entre los destinos más lujosos y visitados del mundo, quienes hacen posible esta experiencia —los trabajadores hoteleros— viven una realidad muy distinta: bajos salarios, jornadas extenuantes y condiciones laborales que rozan la explotación.
Meseros, camaristas, cocineros y personal de limpieza denuncian que, aunque los hoteles donde trabajan cobran millas de pesos por noche, apenas ganan el salario mínimo diario: 242 pesos. En teoría, las propinas deberían equilibrar sus ingresos, pero la realidad es que muchas veces no se reparten de forma clara. «Las propinas las maneja el sindicato y nadie nos dice cómo se distribuyen. Solo vemos una cantidad fija al final del mes, sin explicación alguna», cuenta Gabriel, quien lleva cinco años trabajando en un resort de la Riviera.
Además, muchos trabajadores tienen que cubrir más horas de las estipuladas en su contrato. Aunque su jornada formal va de 7:00 am a 5:00 pm, se les exige quedarse horas extra sin pago adicional. «Tenemos que quedarnos hasta terminar el trabajo, aunque eso signifique salir a las 8 o 9 de la noche. Si nos vamos antes, nos amenazan con no renovarnos el contrato», explica una camarista que pidió el anonimato por miedo a represalias.
A esto se suma un esquema de descansos poco claro: los empleados denuncian que se les impone un día de descanso a la quincena sin goce de sueldo, lo que reduce su pago mensual. Es decir, trabajan 13 días, pero cobran como si solo hubieran trabajado 12.
El resultado es una contradicción alarmante: en ciudades donde el turismo deja millones de dólares al mes, los trabajadores viven al día. Muchos no pueden pagar una vivienda cerca del trabajo y deben desplazarse desde las zonas periféricas de Cancún o Playa del Carmen, gastando hasta un tercio de su ingreso en transporte.
El impacto ya se siente en la operación hotelera. La Asociación de Hoteles de Cancún y la Riviera Maya admite que hay una alta rotación de personal, con plantillas que no logran cubrirse por completo. “No es que la gente no quiera trabajar, es que no se puede vivir con lo que pagan”, resume otro empleado.
Mientras tanto, la bonanza turística sigue creciendo. Pero debajo de ese éxito, hay millas de historias de trabajadores que sostienen con esfuerzo y sacrificio un paraíso que ellos no pueden disfrutar.