En estos tiempos hay que reivindicar el valor de la familia, del espíritu comunitario, de la unidad social y de los lazos históricos y culturales que nos distinguen.
Lo que hay que preservar es la idea central de la vida: la obligación de construir espacios físicos y espirituales para la felicidad, la felicidad compartida la felicidad de vivir aquí, con los nuestros, con las personas que amamos, con las que nos identificamos en la diversidad. Y la tranquilidad es un concepto y una forma de vida muy cercana a la felicidad.
Nuestra ciudad y nuestro estado son lugares privilegiados de los que nos debemos sentir orgullosos de habitar. Nuestra ciudad y nuestro estado constituyen el hogar de nuestros hijos y de nuestros sueños y esperanzas.
Es verdad que la vida no es fácil, pero lo fácil no se valora en su justa dimensión. Las dificultades son para superarlas, para remontarlas. Sólo las personas carentes de carácter se pueden amilanar ante las adversidades.
La mayoría de los cancunenses y de los quintanarroenses somos gente de trabajo, gente de lucha, gente de valor y de valores, gente de bien. Queremos a nuestra tierra, queremos a nuestro país, y queremos salir adelante en todos nuestros proyectos de vida.
Queremos a nuestra familia, queremos a nuestros amigos y queremos que a todos les vaya bien, porque nuestro entorno social es muy importante para una vida plena. Nos alegramos cuando se abren nuevos negocios porque significan trabajo, sobre todo para los jóvenes.
Hay que tener más precaución, es verdad. Pero no debemos permitir que el miedo nos paralice. Hay que pedir, hay que exigir que las autoridades cumplan con su deber de brindar seguridad a la gente. Que no sean tolerantes ni muchos menos cómplices de los bandidos.
El espíritu de Cancún y de todo Quintana Roo es un espíritu pionero. Es verdad que hay dificultades pero es más fuerte nuestro espíritu de lucha. Y que la felicidad es el gran edificio indestructible que construimos todos con una sonrisa, con una canción, con una obra de arte, con un saludo cordial, con un abrazo, cuidando a la niñez, respetando y valorando a las mujeres y a los ancianos, dialogando con los vecinos y no dejar de salir a tomar café con los amigos. Son muchas cosas buenas que hacemos y que no debemos dejar de hacer. Sólo así este edificio moral será indestructible. Feliz Navidad y próspero el 2018. Nos leemos hasta el martes 9 de enero.
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